‪Mucho ánimo a todos esos padres que tienen que llevar a sus hijos a diario llorando al colegio‬

Llevar todos los días a tu hijo a rastras al colegio es duro. Llevarlo a diario entre llantos, con pataletas y protestas, dejarlo por un buen puñado de horas en un sitio en el que no quiere estar, es muy difícil.

No es lo habitual. La mayoría de los niños van con normalidad o incluso contentos. Pero siempre hay algunos a los que les cuesta especialmente. A ellos y a sus padres.

Empiezas el día imponiéndote a la persona que más quieres, viéndola infeliz. No es precisamente la mejor manera de arrancar la jornada. Te mina por dentro, te hace cuestionártelo todo. Los motivos por los que no quiere ir con tanto empeño, lo que puede estar pasando entre esos muros, el que tenga que empezar el colegio con tan solo tres añitos,  la suerte que tienen los adultos que llevan niños felices de la mano por el mismo camino, si habrás errado eligiendo centro…

No funcionan las promesas de premios y castigos. Tampoco intentar razonar: “ya eres mayor”, “tienes que ir a aprender igual que yo tengo que ir a trabajar”. No queda más remedio que apretar la mandíbula, encoger el corazón y dejarle en el colegio a la fuerza.

La necesidad obliga. A todos.

A veces no llora, a veces su pequeño cuerpo rebosa triste resignación. Puede que indignación. No es mucho mejor.

Suele suceder así con los niños más pequeños. Y da igual que hayan ido o no a guardería o que sus padres hayan estado con ellos en casa o lejos, trabajando. También con niños con discapacidad, cuya capacidad para adaptarse a los cambios o expresar sus preocupaciones es limitada. Con niños mayores y adolescentes el no querer arrancar el curso se manifiesta de otras formas. Es preciso estar más vigilantes, las estrategias son otras, las causas y los riesgos también.

Sabes que ahí dentro no está experimentando nada malo. Todos los niños sobreviven a los primeros días de colegio. Cuando está dentro del recinto lo pasa bien, o al menos eso te han dicho. No te preocupes y no pierdas los nervios. Mucha paciencia, porque nuestros hijos merecen nuestra empatía, nuestro cariño, pero jamás violencia física o verbal. Que no pasa nada si perdiste los nervios puntualmente. Sabes que no es la manera y procurarás que no suceda de nuevo.

Te lo repiten y te lo repites. Ya, ya. Está clara la teoría. No lo está tanto cuando te ves envuelto cada mañana en el mismo pequeño gran drama cotidiano.

No queda más que hacer acopio de fuerza y ánimos.

Pasará.

Ánimo.

GTRES

3 comentarios

  1. Dice ser dfadfa

    y si los hijos no notaran tanta chorrada no lamontarian todo

    17 septiembre 2019 | 09:14

  2. Dice ser M Pilar

    Es habitual. Pero no debería ser «normal» entendido como inevitable o natural. Lo adecuado es que tenga al menos un periodo de adaptación flexible en función de sus necesidades. Como lo vemos todos los años en muchas familias, hemos llegado a convencernos de que esa separación sí o sí transita por llanto y angustia. Pero no tiene por qué, depende de cómo se haga.
    El cerebro infantil no está preparado para separarse de sus figuras de referencia hasta que no establece una relación de apego con la persona adulta del colegio. Y ese apego no aparece en 5 ni en 10 horas. El sufrimiento no es inevitable.

    23 septiembre 2019 | 12:13

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