Archivo de agosto, 2019

‘Saboteur’, ‘Hombres Lobo de Castronegro’ y ‘Secret Voldemort’, tres juegos de roles ocultos divertidos, fáciles y para multitudes

No son ninguna novedad, ni mucho menos. Son juegos de mesa (de cartas) veteranos (al menos los dos primeros, el tercero tiene sus particularidades) que si resisten en las estanterías de las tiendas especializadas es por algo. Son fáciles de entender, rápidos de jugar, baratos, abultan poco y las risas con ellos están aseguradas.

Tienen además en común que todos son juegos de roles ocultos, muy sociales y abiertos a la interpretación. La carta que te reparten indica quien eres, tal vez un hambriento hombre lobo, tal vez un minero boicoteador, tal vez un nazi (o un mortífago, en la versión que nosotros jugamos de Secret Hitler, que es Secret Voldemort).

Los hemos puesto a prueba con niños de unos siete u ocho años, abuelos y personas completamente ajenas al universo de los juegos de mesa, y siempre funcionan.

Me atrevo a decir que los dos primeros son imprescindibles en hogares en los que se reúnan muchos dispuestos a pasarlo bien juntos un rato ante una mesa. También si nos vamos de vacaciones en amplia compañía. Y el tercero es más que recomendable también.

Hombres Lobo de Castro Negro es una sencilla baraja de cartas, para el que hay ampliaciones, y que podemos adaptar a nuestro gusto con un buen puñado de personajes. Requiere al menos ocho jugadores (admite hasta 18) y un narrador, que indica cuando llega la noche y toca cerrar los ojos para permitir a los hombres lobo salir de cacería (o a Cupido para unir corazones, o a la la vidente o la bruja para intentar contrarrestar a los malvados), haciendo avanzar el juego. De día todo el pueblo debe ponerse de acuerdo para linchar a un sospechoso de ser hombre lobo, con el voto doble de un alcalde elegido democráticamente. Ganan los lobos si al menos uno de ellos queda en pie tras haber devorado a todos los aldeanos. Pierden si caen derrotados. Si jugamos con Cupido, que no es obligatorio, también pueden ganar los enamorados que designe si son ellos los que quedan en pie, aunque sean un aldeano y un licántropo.

A los hombres lobos los edita en España Asmodee y cuesta unos diez euros. Fue diseñado por Dimitry Davidoff, Philippe des Pallières y Hervé Marly e ilustrado por Alexios. Reconozco que lo único que me gusta poco del juego son precisamente las ilustraciones. Cosa de gustos. Y así como truquillo, con una baraja convencional o papelitos se puede también jugar, aunque siempre es de recibo comprar el juego si probamos y nos gusta.

Saboteur es otro clásico familiar. Otra baraja de cartas que, al contrario que con los hombres lobo, sí que habrá que desplegar sobre la mesa. Permite de tres a diez jugadores, cuyo objetivo será construir túneles poniendo cartas hasta llegar a la pepita de oro si son buenos enanitos mineros. Si son saboteadores su objetivo es boicotear sus esfuerzos colocándoles galerías truncadas y propiciando derrumbes. Las cartas que rompen y arreglan picos, luces y carros servirán de armas a ambos bandos. El problema, y lo divertido, es que no siempre está claro quién está en qué bando.

La idea es jugar tres partidas y gana el jugador que acumule más pepitas. Los saboteadores, por ser siempre menos, es fácil que obtengan más oro al ganar una ronda.

Este juego, un éxito mundial incontestable con continuaciones del belga Frederic Moyersoen, tiene un precio similar. Se puede encontrar por unos diez u once euros.

Vamos por último con Secret Hitler, aunque ya os comenté que en nuestra casa es la adaptación Secret Voldemort porque preferimos tirar del universo de Harry Potter. Cuesta el doble que los dos anteriores, cuesta algo más encontrarlo (aunque internet todo lo puede) y recuerda más al primero de ellos.

Permite de cinco a diez jugadores y divide a todos ellos en dos grupos secretos, que en la versión original, ambientada en la Alemania de los años 30, son liberales y fascistas (más de los primeros que de los segundos, entre los que se encuentra Hitler al que deben encumbrar como líder).

Los creadores de este juego, nacido de Kickstarter, son Mike Boxleiter (fan como yo de Band of brothers, la serie de Spielberg de la Segunda Guerra Mundial), Max Temkin y Tommy Maranges.

Es una pena que el éxito internacional que tuvo no se replicara en España. El juego lo merece.

Su versión Harry Potter, más apto para ser un juego familiar, requiere tirar de manualidades (también pueden llevarse a cabo en familia). Aquí podéis echar un ojo a cómo es:

Los niños prefieren a los hombres sin barba

Por mucho que se puedan poner de moda (a todo esto: ¿habrá pasado ya la moda?), por atractivas que puedan resultar a muchos adolescentes o adultos, parece que a los niños, eso de las barbas, no les va en absoluto.

No es solo una impresión personal, aunque podría. He visto a bastantes bebés y niños pequeños extrañados ante el sonriente rostro barbado de un extraño o tras escucharles quejarse de que aquello rasca, pica y es raro. Claro que eran hijos de padres dados al afeitado y podría ser la falta de costumbre.

En la australiana universidad de Queensland se han puesto a estudiar el tema en serio y pusieron a prueba las barbas con 470 niños; niños que tenían desde nueve meses hasta trece años. Desconozco si tenían padres, abuelos o tíos barbudos.

A todos ellos les mostraron distintas series con parejas de fotos, en cada pareja se veía al mismo hombre con barba y recién afeitado. Las preguntas que hicieron a los niños fueron: «¿Qué hombre parece más fuerte? ¿Cuál parece mayor? ¿A cuál se le ve mejor? » ‘Which man looks stronger?’ ‘Which man looks older?’ ‘Which man looks best?'».

Pues incluso los niños más peques asociaron las barbas a mayor fortaleza y edad (que lo sepáis, la barba os hace parecer más viejos, al menos ante los niños). Pero ante cuál era mejor, la respuesta era abrumadora hacia los lampiños.

Con apenas un año y nueve meses ya les desagradan pero es que la cosa no mejora. Con trece años les gustan aun menos, aseguran los autores del estudio.

Ahora que ya lo sabéis, lo de tirar de cuchilla o maquinilla de afeitar si tenéis niños o trabajáis con ellos, es cosa vuestra.

Aunque como dice Álex, con toda la razón: