Archivo de mayo, 2019

Sobre hacer fotos y vídeos a los niños en funciones del colegio o extraescolares

Estamos en mayo. En menos que canta un gallo (espero que no cerca de hoteles rurales pejigueros), acabará el curso y también las actividades extraescolares, dando lugar a la época de campamentos, envío de los niños al pueblo, por ejemplo.

Que termine el colegio, el judo, la zumba infantil, el teatro o el ballet implica con frecuencia funciones escolares. Competiciones y demostraciones de lo aprendido a las que acudimos padres y abuelos emocionados con el móvil (los más) o la cámara de fotos (los menos) en la mano.

Escena de la función infantil de Navidad de ‘Love Actually’.


¿Debemos hacer fotos? ¿Qué hacer con esas fotos?

Hay muchos adultos que no desean que sus hijos sean retratados y, mucho menos, que esas fotos acaben en redes sociales. Y tienen todo el derecho a quererlo así y hacerse oír para lograrlo.

En parte por eso hay centros en los que ya se ha prohibido de manera explícita tomar imágenes. En ocasiones asumen ellos la función de tomar imágenes para hacérselas llegar a las familias, incluso acotando aquellas que dan su permiso para fotografiar a sus hijos y las que no.

Cuando algo así pasa siempre surgen otras voces protestando, que claman su derecho a fotografiar a sus hijos y conservar recuerdos suyos.

Olvidan que ese derecho no está por encima del de esos otros que no desean ver a sus hijos expuestos. Ellos pueden hacer fotos a sus hijos, claro que sí, pero no a los de los demás.

Debemos aceptarlo, respetar las normas del centro y aguantarse. No hay otra. Ajo y móvil al bolsillo.

Poder disfrutar del espectáculo o la competición sin distracciones, sin hacerlo a través de la pantalla del teléfono, tampoco debería estar tan mal. Ejercitemos la memoria. Y a aquellos que se lo perdieron, contémosles cómo resultó con nuestras propias palabras.

Y si no hay prohibiciones, si nadie nos ha dicho que no hagamos fotos, seamos prudentes. Siempre que sea posible procuremos que solo aparezcan nuestros hijos. Si salen otros menores nunca las subamos a redes sociales. Ni siquiera aunque tengamos esas redes sociales cerradas para que solo las vean nuestros amigos.

En el momento que subes una imagen a una red social, por mucho que esté restringida, has perdido el control sobre ella.

De hecho, también deberíamos plantearnos la conveniencia de subir a las redes las fotos de nuestros propios hijos. ¿Para qué? ¿De verdad es necesario? ¿Qué consecuencias puede tener? ¿Que pasará cuando nuestro hijo crezca y se vea así expuesto?

Me consta que hay gente que emplea Instagram o Facebook como una manera de conservar las fotos que más les gustan. Un repositorio de sus imágenes favoritas, para no perderlas si la memoria del móvil pide que borremos instantáneas. Pero hay otras vías, hay otras aplicaciones y herramientas con las que podemos almacenar de manera privada y segura esas fotos.

No lo olvidemos jamás, somos los guardianes de nuestros hijos.

‘Hilda’, la serie de la niña del pelo azul que gusta tanto a niños como a mayores

A falta de ver cómo será la plataforma de streaming que prepara Disney, puedo afirmar con toda sinceridad que la mejor a día de hoy en cuanto a cantidad y calidad de contenidos infantiles y también respecto a su sistema de control parental es Netflix.

Abundan las series de animación que podemos disfrutar felizmente en familia junto a nuestros hijos. No hace mucho terminamos la segunda temporada de El príncipe dragón, que es altamente recomendable por la manera en la que combina una historia de fantasía aparentemente clásica, con dragones, magia y elfos, con giros actuales e inesperados. Ya os hablé de la primera hace algún tiempo.


Tienen también, por ejemplo, una nueva versión de She-Ra y las princesas del poder que también es una maravilla disfrazada de pastelito de unicornio y que está condensando una buena legión de seguidores, también adultos. Acaba de estrenar segunda temporada.

Pero hoy vengo a recomendar en concreto otra, una que tal vez ya conozcáis porque lleva desde el pasado mes de septiembre deleitando a todo niño que se acerca a ella. Hablo de Hilda, una serie de trece episodios de aires nórdicos, cuya magia bebe directamente de los mitos escandinavos, adaptados a su espíritu insurgente.

Hilda tiene el pelo azul, es muy inteligente y valiente de verdad, porque tiene miedo y se sobrepone a ello. También es una niña muy poco convencional. Se crió junto a su madre, aislada en la montaña, en compañía de su zorrociervo. A esta moderna Pippi Calzaslargas le toca trasladarse a la ciudad de Trolberg, a cuyo bullicio le costará adaptarse y dónde encontrará buenos amigos, entre los que destacan Frida, David y el elfo con corazón de notario Alfur.

Cada capítulo es una aventura en la que la magia y el sentido común echan un pulso para ver quién puede más. Hay diversión, libertad, pero también aprendizaje. Hilda no solo se afianzará siendo como es, única, también tendrá que comprender a asumir las responsabilidades de sus actos, crecer poniéndose en zapatos ajenos y entender que los amigos pueden oponerse a nosotros y seguir siéndolo.

La animación es inconfundible, con una gama cromática distinta y acertada y que sostiene un buen pulso con lo adorable. Y sus méritos, que contribuyen a que disfruten con ella tanto los niños como los adultos que se deciden a dedicarle un poquito de tiempo, le han valido distintos premios y nominaciones a los Annie, Daytime Emmy o Peabody.

Hay confirmada una segunda temporada, pero que habrá que esperar a 2020 para verla. No obstante, tenemos a nuestra disposición los libros de su creador, Luke Pearson, igualmente deliciosos.

De hecho, como suele suceder, los libros estuvieron antes que la serie. Hay tanto cómics como novelas infantiles disponibles en España. Una de esas novelas ha pasado por casa y es estupenda para primeros lectores, para los niños que con siete u ocho años comienzan a dar sus primeros pasos pasando páginas solitos. Bienvenido sea el interés que pueda despertar la serie para animar a la lectura.

También hay un videojuego para móviles que confieso no haber probado.

¿Conocéis a Hilda? ¿Le daréis una oportunidad?

‘Wingspan’, un buen juego de mesa familiar con las aves como protagonistas

Hace ya demasiado que no recomendaba por aquí un juego de mesa, iba tocando. Los que me seguís ya sabéis que solo asomo los juegos que disfrutamos jugando en familia tras bastantes partidas. Me importa poco que sean estrenos o ya veteranos.

En este caso se trata de un juego que lleva muy pocas semanas en España: Wingspan, creado por Elizabeth Hargrave y que ha editado en España Maldito Games con un precio de venta recomendado de 55 euros.

Wingspan nos entró a todos por los ojos nada más ponerle la vista encima. Es un juego muy bonito, muy bien acabado, con su torre de avistamiento que es torre de dados, sus huevitos de colores y sus coloridas cartas. Y a mí, que soy una enamorada de todo tipo de animales, me ganó ya antes de ponernos a jugarlo por su temática.

Es un juego que permite conocer mejor las aves, todo tipo de aves. Las tarjetas, con preciosas ilustraciones de Natalia Rojas, Ana María Martínez Jaramillo y Beth Sobel, nos enseñan, en líneas muy generales eso sí, su tipo de hábitat, de anidamiento, alimentación, tamaño, nombre común y científico, presencia en el mundo y alguna curiosidad.

Las cartas también incluyen las diferentes acciones de cada ave. Algunas, normalmente las que más puntos otorgan al final de la partida, no tienen ninguna. Las hay cuyas acciones se ejecutan una única vez al ponerlas en juego y otras que nos logran alguna ventaja cuando el adversario hace algo en concreto, como poner huevos o colocar aves en la zona boscosa. La mayoría tienen acciones que decidimos nosotros activar. Y son acciones consecuentes con el tipo de ave y su comportamiento en libertad.

Es decir, que Wingspan tiene el mérito añadido de ser una forma de aprender jugando sobre la fauna que nos rodea. O que nos rodearía si viviésemos en Norteamérica. Aunque hay aves que se pueden ver en Europa, lo cierto es que el juego está protagonizado por las especies del continente americano. Ojalá hubiera una versión, tal vez una expansión, con aquellas con las que convivimos en España.

¿Con qué edad podemos jugar con nuestros niños? En la caja recomiendan a partir de diez años y no están mal encaminados. No obstante, con niños jugones, que estén acostumbrados desde pequeños a los juegos de mesa, puede ser fácilmente un par de años antes.

Uno de los motivos por los que es un buen juego familiar, para sentarse con los niños, es que no es largo en absoluto. Que nadie espere dos horas de partida. En cuanto se juega una o dos veces se adquiere agilidad y en media hora o cuarenta minutos se pueden culminar sus cuatro rondas.

No es un juego complejo (al menos de jugar, para ganar ya es otra historia) y la mecánica, en la que combinando combinaciones de cartas y algo de gestión de recursos, está muy bien pensada. Empezamos con ocho acciones y vamos teniendo una menos a cada turno que pasa.

En este vídeo se explica pormenorizadamente cómo se juega:

Que nadie espere, eso sí, un juego con el que chincharse unos a otros. No está pensado para poner zancadillas a otros jugadores sino para desarrollar tu estrategia confiando en que la suerte esté de tu lado. Un factor suerte viene de la mano de los cinco dados que designan el tipo de alimento que hay disponible y permite colocar aves en nuestro cuaderno de campo y de las distintas aves que vayan saliendo.

El juego está muy equilibrado. Hay distintas vías para obtener puntos y las misiones iniciales no son necesariamente la que más destacan en este sentido.

Al final del juego se puntúa por el número de huevos que tengamos sobre nuestros pájaros, los puntos de las distintas aves que hayamos avistado (qué estén en nuestro cartón), las misiones de cada ronda, las misiones ocultas por nuestra profesión, el número de alimentos en las aves (hay pájaros que acumulan comida, como en la vida real) y de cartas bajo otras de ellas (las que se alimentan de otras aves).

Pueden jugar de una a cinco personas. El modo de juego en solitario, que se desarrolla con la ayuda de unas tarjetas, no lo hemos probado. Con dos y tres personas sí y se desarrolla perfectamente. Nos queda también la duda de cómo sería con cinco, si se resentiría en algo. No me da la impresión.

¿Qué es ser madre?

O planteado de otra manera: ¿En qué te cambia ser madre? Solo puedo responder por mí.

Ser madre es que tu mente tenga dos cuerpos, o tres, o cuatro, de los que ser siempre consciente. Saber o cuestionarse si tienen hambre, si tienen sueño, si son felices o infelices, si el frío o el calor puede ser un problema y dónde se encuentran en todo momento.

Ser madre es que tu tiempo no te pertenezca. Tu tiempo es tuyo siempre y cuando tus hijos no lo requieran. Ellos están primero. En todo momento.

Ser madre es no dudar cuando te preguntan si quieres a otra persona más que a ti misma. Contestar con franqueza y de forma instantánea que sí a la pregunta de si darías tu vida por otro.

Ser madre es cambiante, es una evolución constante, un aprendizaje y un reto que no cesa.

Ser madre es mucho más que los primeros años de crianza. Ser madre es aprender a dejar volar, a dar distancia, a regalar independencia, a caminar de nuevo sola, con un único cuerpo.

Ser madre es aceptar con una sonrisa llegado el momento que por ti tal vez esa entrega absoluta no sea recíproca. Que tus hijos te querrán mucho pero sí que vacilarían en ponerte primero si su vida o la de sus propios hijos estuvieran en juego. Y bien está que así sea, no querrías otra cosa.

Ser madre es entender al fin lo que es ser hija, lo que tú eres para tu madre y lo que tu madre es para ti.

Gracias mamá.

El 23% de los casos de acoso social en los colegios es a menores con autismo, discapacidad, déficit intelectual o de atención

Hoy, dos de mayo, es el Día Mundial contra el Acoso Escolar. Precisamente por el día que es, este martes el Ministerio de Educación facilitó los datos restados mediante el teléfono gratuito contra el acoso escolar que existe a disposición de cualquier niño o adolescente que necesite ayuda.

No está de más hacer un inciso para recordar que es el 900 018 018, que es gratuito está operativo las 24 horas y es atendido por psicólogos apoyados por trabajadores sociales y abogados y que “en todos los casos se informa al interlocutor de los pasos que debe seguir para comunicar al centro educativo la situación del acoso, con el fin de que se tomen las medidas oportunas. Los casos que requieren atención especial, bien por su gravedady o por no haber recibido el apoyo esperado del centro educativo, se derivan a los servicios de Inspección Educativa o a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad”.

Volvamos a los datos facilitados hace un par de días. El ministerio de Isabel Celaá informó que había detectado por esta vía 5.557 posibles casos de acoso escolar en un año, la mitad de ellos a diario

Sorprende tal vez comprobar que las victimas son muy jóvenes. El 46% tenía entre 10 y 13 años y el 17% eran incluso más pequeños, de entre 8 y 9. Es decir, solo el 37% tenían más de catorce años.

Ya en segundo o tercero de Primaria conviene ir alertando a nuestros niños, cultivando su empatía y estando alerta para que no incurran en comportamientos que hieran a otros o para que no sean heridos hasta el punto de que se sientan víctimas de bullying.

Dar ejemplo, hablar del tema, generar confianza, enseñar a ser asertivos y, sobre todo, empáticos, son las claves para evitar hacer o ser objeto de burlas, de aislamiento, de daños a sus posesiones o físicos, que son algunas de las expresiones de acoso más citadas por los niños que han acudido a este teléfono.

Pero yo hoy quería destacar otro dato de los muchos facilitados, uno que no suele protagonizar titulares.

Mirad el gráfico de distintos tipos acoso social que reportaron los chicos. Hay tanta discriminacion por orientación  sexual como vejaciones en grupo a un niño por tener autismo, solo que una de cada diez personas es LGTBi y el ratio de personas con TEA es muy inferior.

Ambas son dramáticas, porque reflejan un rechazo al diferente condenable a una edad demasiado tierna.

De hecho la discapacidad está tras el 13% del acoso social. Si sumamos vejaciones en grupo por autismo, discapacidad, trastorno de déficit de atención o deficit intelectual sumamos 23%. Casi un cuarto de los casos de acoso social.

Leo esa conexión entre discapacidad y acoso y no puedo evitar recordar A Silent Voice, una serie de mangas y también una película que pueden ayudar a trabajar el tema con adolescentes.

Aunque ningún un niño está libre de sufrir acoso, las papeletas se incrementan al mandar a tu hijo al colegio cuando sabes que tiene algo que le hace desencajar dentro de la manada de la clase.

Por eso hoy también quería recordar algunas de las herramientas que tenemos a nuestro alcance.