Has llorado mucho. Lo sé. Lloraste hace varias semanas, cuando viste que los fuerzas comenzaban a fallarle. “Es que Troya está muy mayor y pronto se va a morir”, me dijiste cuando te pregunté que pasaba. Tienes ya nueve años y no te quise mentir. No digo que no haya mentiras que puedan consolar, pero suele ser mejor encarar la realidad, llorar y reunir de nuevo fuerzas para seguir caminando. “Es verdad, pero de momento está aquí con nosotros, disfruta de ella y no lo pienses demasiado”.
Hace dos fines de semanas, cuando decidió que su cuerpo ya estaba demasiado gastado, que quería dar por finalizada su historia con nosotros y dejó de comer, volviste a llorar en varias ocasiones. Lloraste al ver que ya apenas era capaz de levantarse. Lo hiciste desconsoladamente la noche previa a que viniera el veterinario, cuando te dije que el lunes la ayudaríamos a partir. Esa mañana fuiste al colegio, tras despedirte de ella, entre lágrimas.
Llorar es bueno, llorar sana. No te guardes las lágrimas cuando quieran salir. Las lágrimas nos ayudan a limpiar nuestro dolor, a conciliar el sueño y seguir adelante.
Han pasado exactamente dos semanas y ya no lloras, pero sé que aun te duele. Procuro no recordártela, pero tú te acuerdas.
No te he consolado hablándote de un cielo de los perros. Tampoco aquí quise mentirte. Te he repetido la verdad. Todos vamos a morir, nadie escapa a la muerte. Esa sí que es una verdad incuestionable. Si todos tenemos que irnos, no hay mejor manera de que suceda que tras una vida larga y buena y rodeados del cariño de los nuestros. Siendo así, incluso es motivo para alegrarse si lo piensas bien, Troya tuvo una vida muy larga, diecinueve años son muchos en un perro. Se marchó cuando ella quiso, sin dolores y acompañada. Ha tenido mucha suerte.
Te he recordado que quienes queremos compartir nuestra vida con animales tenemos que estar dispuestos a pasar este peaje cada cierto tiempo. Ellos viven menos que nosotros. Por mucho que duela el final, todos los buenos ratos anteriores nos compensan.
Sé que me has entendido. Sé que ha calado. Sé que has aprendido. Ojalá pudiera evitarte todo tipo de dolor, ojalá tuviera en mi mano procurarte un camino en el que únicamente existiera la felicidad.
No es posible y, si te soy sincera, tampoco creo que sea deseable.
Atesórala en tu corazón, que no hay mejor lugar para ella. Crece sin olvidarla como sé que lo harás. Y sigue amando sin miedo a la pérdida, porque el miedo jamás debe marcar nuestro camino.
Me encanta todo tal y como lo has dicho, desde luego es un peaje que tenemos que pasar todos el ver como nuestras mascotas nos abandonan, pero aun así lo hacen demostrando un cariño incondicional y sin duda nos hacen crecer como personas.
Un saludo
04 febrero 2019 | 08:57
Muchos ánimos! Sé les quiere igual que a otro de la familia, yo también sé lo que tiene perder mascotas. Yo con mis peques no he querido tener mascotas en parte de por esto porque ahora mismo no tenemos tiempo de hacernos cargo.
Besos!
Anabel
04 febrero 2019 | 10:12
Mi niña s como t sientes , no es mi perra y s m saltan las lagrimas….
04 febrero 2019 | 10:46
Cuanta tonteria, la das otra perra y se olvida de la otra al momento.
04 febrero 2019 | 10:58
Preciosa carta. Tu hija crecerá fuerte y preparada para aceptar la vida tal como es.
Lo que haces con ella es algo que pocos padres saben hacer, preparar a sus hijos para la adversidad.
Siento la pérdida.
04 febrero 2019 | 11:25
Un abrazo para la familia y para su hija especialmente
04 febrero 2019 | 12:13
Me has emocioando. Un beso gordo a ti y a tu hija
04 febrero 2019 | 15:29
Hermosa historia, hermosa carta de una mamá que siembra palabras en sus hijos para que puedan florecer dentro de ellos y se sostengan en esa red de recuerdos y sentidos…
05 febrero 2019 | 00:33