Sé amable, ten paciencia, no hables mal de los demás

El pasado viernes estuve en el funeral laico de un gran mentor, de alguien que fue mi jefe, mi maestro y mi amigo. A lo largo de varias horas, distintas personas nos acordamos de él, desde lo alto de un estrado y también en corrillos.

Era Pepe Cervera, biólogo, periodista, fan de Terry Pratchett, esgrimista, entusiasta divulgador, submarinista, maravilloso sabelotodo. Todo lo que era, todo lo que hizo, era tanto que si te paras a pensarlo abruma. Pero que tantos estuviéramos abarrotando el salón de actos de la Asociación de la Prensa no tenía tanto que ver con sus méritos profesionales, por muchos que tuviera. Si estábamos allí, celebrando haberle conocido, orgullosos de haber sido amigos suyos, era por el tipo de persona que fue.

Lo que más se ha ponderado con sinceridad desde su fallecimiento era su humildad, su bondad, el hecho de que siempre fuera amable, que jamás hablara mal de nadie, incluso de personas que lo merecían, su talante conciliador, su sano escepticismo. Su enorme paciencia y el hecho de que cuando estabas con él, contaras con toda su atención y te hiciera sentir valorado y a gusto. Era todo un caballero en el mejor sentido del término.

Cuando uno se va, eso es lo que debería quedar. Ese es el legado que deberíamos dejar. Ojalá cuando llegue el día en que abandone este mundo, la gente que quede atrás me recuerde de semejante manera, como alguien que no sembró cizaña y sí cariño, alguien que aportó y no restó. Lo demás, poco importa llegado ese momento.

En aquel evento, otro amigo común dijo que haber tenido la suerte de conocer a Pepe no era gratis porque nos dejó marcado el camino a seguir. Nos enseñó el tipo de persona que deberíamos ser. No puede ser más cierto.

Tal vez os preguntaréis qué hago hablando de Pepe Cervera en este blog y a estas alturas. Muy sencillo. La despedida de Pepe me ha hecho ver de nuevo lo importante que son la bondad y la amabilidad; virtudes que están infravaloradas injustamente en esta sociedad, pero que cuando se dan en alguien con consistencia y a lo largo del tiempo, brillan más que ninguna otra.

No solo eso, no solo brillan. Estoy convencida de que son el único camino posible para ser feliz. Por eso será mi empeño no sólo seguir yo ese camino, sino transmitírselo a mi hija. Y es algo que se logra más con el ejemplo que con charlas. Al modo de Pepe.

Además, se traducen en gestos pequeños. Acciones cotidianas, oportunidades diarias si las sabemos ver con la que entrenar e interiorizar el ser una persona que aporta, que no resta.

Hablar siempre con respeto a los demás. Saludar, dar las gracias y pedir perdón. No creerse superior, mejor que nadie. Evitar encontrar divertimento hablando mal de otros. No prejuzgar, no elaborar juicios precipitados ni suponer que lo sabes todo de esa persona que tienes enfrente. No escatimar sonrisas. Dejar pasar por caja a esa persona que hay tras de ti y que lleva apenas compra. Mostrar interés por lo que el otro te está contando. Ayudar siempre que sea posible. Dejar el asiento del tren a otro que lo necesita más. Explicar con paciencia un proceder a un compañero de trabajo. Intentar ponerse en el pellejo del otro.

Pepe hacía que pareciera tan fácil como respirar. A eso aspiro yo, para mí y para los míos.

2 comentarios

  1. Dice ser Yopli2k

    «Ama a tu prójimo como a ti mismo» … ciertamente es el camino.

    08 noviembre 2018 | 10:54

  2. Dice ser Summer

    Bravo. Totalmente de acuerdo contigo. No conozco a penas personas en mi vida que sean realmente buenas de corazón, amables, consideradas….
    Es una suerte tenerlas en tu vida o que hayan existido en algún momento de la misma. Deberíamos de darnos cuenta de lo importante q es. Lo bien que te sientes con uno mismo y lo q puedes aportar a los demás. 😉

    09 noviembre 2018 | 09:57

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