Hoy traigo una pregunta que me gustaría que respondierais. ¿Dejar a los niños a comedor es algo más que un mal necesario? ¿Aporta algo o es una necesidad nacida de la dificultad por conciliar, de nuestros horarios y trajines?.
Ha surgido de la conversación con una compañera, madre más reciente que yo, cuyos hijos se quedan a comer en el colegio. La mayoría lo hacen así según mi experiencia.
En el colegio de mi hija muy pocos niños vuelven a comer a casa, apenas cuatro o cinco de cincuenta. Es un colegio en el que la jornada es partida, aunque me da la impresión de que en aquellos con jornada continua no cambia demasiado la cosa.
Ahí tenéis otra pregunta. ¿Cuántos niños van a comer a casa en vuestros colegios?
Antaño no era así. Yo recuerdo a una mayoría de niños que, en los ochenta, nos íbamos a comer a casa, descansando o jugando un poquito y volviendo por la tarde al colegio. Los que comían allí eran minoría.
Mi amiga me contaba que ella también comía en casa de niña, y que sus hijos no lo hacen por una cuestión de necesidad. De hecho, me decía que la mayoría de conflictos se producen en el periodo de descanso y juego tras comer en el colegio.
Mi impresión es semejante, creo que no aporta demasiado ni a nivel educativo ni a nivel nutricional. Salvo en aquellos casos, que los hay, en los que la comida en el comedor es para los niños la mejor del día porque provienen de entornos desfavorecidos.
Soy consciente de que hay buenos monitores de comedor, amables con los niños y empáticos. Y hay que agradecerles su labor, por supuesto. Pero no todos son así, como en todos los oficios hay bueno, malo y regular. E incluso los buenos, con su mejor voluntad, pueden tener dichos y maneras que no casen con la manera en la que deseamos educar a nuestros hijos.
He oído en el pasado argumentos a favor del comedor apoyados en que «así les enseñan a comer de todo», en que «de esa manera aprenden a probar cosas nuevas». aunque según otros compañeros, que fueron en su infancia a comedor, lo que aprendes es a esconder comida y a realizar canjes con el compañero.
Yo ya os he contado en el pasado que jamás he querido obligar a comer a mis hijos, no he usado el chantaje emocional, el castigo o la recompensa. Yo sufrí durante mi infancia la guerra a la que se somete a los niños que son considerados malos comedores y no quería eso para ellos. Respeto su apetito y dejo que están descubriendo y desarrollando afinidad por distintos sabores con el tiempo. Será por eso o será por suerte, pero ambos comen variado y felices a día de hoy. También Jaime, que tiene autismo y no empezó a masticar hasta los dos años y medio.
Jaime va a comedor. Por necesidad. Y además el comedor de un colegio especial difiere bastante del de un colegio normal. Julia come en casa. Si le preguntas si quiere quedarse a comer en el colegio te contesta rápidamente que no, ha oído distintas historias de sus amigos que no la animan a ello. “Te obligan a comer judías verdes”, me dice.
Y es fácil que en casa acaben comiendo mejor que en el comedor del colegio a poco interés que pongamos, limitando fritos y huyendo de procesados. Lentejas, pasta integral, pescadito a la plancha, guisantes o judías verdes con un filetillo, sopa y cocido, un guiso de patatas, arroz con verduras o en plan paella…
Pero claro, hay que poder. Nuestros horarios tienen que permitirnos ir a comprar y cocinar, tienen que déjanos a los niños, alimentarlos y, con frecuencia, retornarlos al cole. O tener abuelos o cuidadoras que lo hagan por nosotros.
Así que retomo mi pregunta. ¿Creéis que es bueno que los niños vayan a comedor o van porque no hay más remedio?