Archivo de octubre, 2018

¿Cómo va a proteger a los menores (y a las personas con discapacidad) la nueva normativa audiovisual europea?

El pleno del Parlamento Europeo ha aprobado este mismo martes una actualización de la normativa audiovisual que habla mucho de autorregulación y corregulación y está acaparando titulares sobre todo por obligar a plataformas como Netflix a tener un 30% de producción europea. Me da que, al menos a Netflix, no es algo que le quite el sueño. Justo hace poco acaba de prometer la mejor producción española que jamás se haya visto para la segunda temporada de la exitosa La casa de papel. Pero el análisis de la producción europea de estas nuevas formas de fabricar y ver tele se lo dejo a mi compañera Cecilia del blog A ver series.

Yo de lo que vengo a hablar es de niños, de protección a la infancia.

(GTRES)

La directiva anterior era de 2010, que puede no estar lejos en el tiempo, pero a la velocidad a la que ha evolucionado la forma de consumir contenidos es el pleistoceno. De hecho, así lo reconocen en el preámbulo de la normativa (aquí la tenéis entera, por si os place su lectura):

Desde entonces, el mercado de los servicios de comunicación audiovisual ha evolucionado de forma significativa y rápida, debido a la convergencia actual entre la televisión y los servicios de internet. Los avances técnicos han hecho posibles nuevos tipos de servicios y experiencias de los usuarios. Los hábitos de visionado, en particular los de las generaciones más jóvenes, han cambiado significativamente. Aunque la pantalla de la televisión siga siendo un dispositivo importante para compartir experiencias audiovisuales, muchos espectadores se han decantado por otros dispositivos portátiles para ver contenidos audiovisuales.

Vayamos al grano que nos preocupa, al de protección de la infancia, teniendo en cuenta es que estas directrices se aplicarían también a sistemas de distribución de vídeos como Youtube o redes sociales como Facebook. Sobre todo en el caso de Youtube, hay mucho niño viendo contenidos.

Lo primero que veo destacable, es que es necesario facilitar información sobre el tipo de contenidos. Niños y mayores debemos tener claro antes de darle al play si es apto o no «por ejemplo, mediante un sistema de descriptores de contenidos, una advertencia acústica, un símbolo visual o cualquier otro medio técnico que describa la naturaleza del contenido».

Es más: «Los contenidos más nocivos que puedan perjudicar el desarrollo físico, mental o moral de los menores, sin constituir necesariamente una infracción penal, deben someterse a las medidas más estrictas como el cifrado y un control parental eficaz, sin perjuicio de que los Estados miembros adopten medidas más estrictas».

Otro asunto que recogen en la protección de datos personales de los niños y adolescentes, que la norma entiende que puede ser preciso solicitar para establecer mecanismos que protejan a los niños, pero que «no se deben utilizar con fines comerciales».

También recalcan la necesidad de que los estados miembros se pongan las pilas para «reducir efectivamente» la exposición de los niños a publicidad de bebidas alcohólicas y de promoción de juegos de azar (esto último en España tiene su miga). La de tabaco y cigarrillos electrónicos está totalmente prohibida. Pero también se pretende «reducir eficazmente la exposición de los niños» a publicidad de «alimentos o bebidas que contengan nutrientes o sustancias con un efecto nutricional o fisiológico, en particular grasas, ácidos grasos trans, sal o sodio y azúcares, de los cuales se desaconseja una ingesta excesiva en la dieta general».

Y la publicidad de colocar productos visibles «no debe autorizarse» en los programas infantiles». Es más, establece que los estados tendrán que velar porque «las comunicaciones comerciales audiovisuales deberán ser fácilmente reconocibles como tales» y «no se utilizarán técnicas subliminales».

Aquí también hay mucha tela que cortar respecto a vídeos de youtube e Instagram. Si determinados canales de youtube se categorizaran como infantiles y esto de verdad fuera efectivo, supondría su fin (que tal vez no estaría mal).

Más sobre publicidad, que me parece lo más extenso y regulado tras la lectura del documento: se prohíbe la televenta en programas infantiles y los programas de duración inferior a media hora no podrán interrumpirse con publicidad.

Sigamos cambiando de tercio, a los europarlamentarios les preocupa los contenidos «nocivos» y que «incitan al odio». Sobre todo los que se intercambian en redes sociales, así que «se debe exigir a esos prestadores que tomen las medidas adecuadas para proteger a los menores de contenidos que puedan afectar a su desarrollo físico, mental o moral». Los ciudadanos debemos poder notificar a la plataforma fácilmente cuando veamos algún contenido similar

Por cierto, más allá de los menores, la norma también establece el derecho de las personas con discapacidad y las personas mayores a acceder a estos servicios, por los que debe llevarse a cabo sin dilación, aunque con «un proceso progresivo y continuo», la accesibilidad de estos servicios tanto como sea posible.

¡Ah! Y «cada Estado miembro pondrá a disposición del público para su consulta en línea un único punto de contacto, de fácil acceso incluso por parte de las personas con discapacidad, para facilitar información y recibir quejas sobre las cuestiones de accesibilidad a que se refiere el presente artículo».

El pleno respaldó el acuerdo con 452 votos a favor, 132 en contra y 65 abstenciones. ¿Y ahora qué? «El texto legislativo deberá ahora ser adoptado formalmente por el Consejo de Ministros, antes de su publicación en el Diario Oficial y su entrada en vigor. Los Estados miembros tendrán 21 meses a partir de esa fecha para trasladar los cambios a la legislación nacional».

Todo suena estupendo. No creo que nadie esté en desacuerdo respecto a proteger de semejantes maneras a nuestros niños. Luego está, por supuesto, su ejecución y hasta qué punto sea efectiva. Igual que la persecución de las infracciones.

También os digo que es responsabilidad de todos que así sea, que no vale solo con quejarse, hay que denunciar. La protección audiovisual de nuestros menores está en manos de todos nosotros.

Japan Weekend Madrid: demasiada gente, demasiado mercadillo, muy poca cultura japonesa

Hay muchas experiencias diferentes en la Japan Weekend de Madrid. La de los chavales que van a pasar el día entre iguales disfrutando del kPop; la de los aficionados al cosplay que acuden ataviados incluso a concursar; la de los artistas que ponen su mesa en el pabellón 14 para mostrar y vender sus creaciones; la de los aficionados a los videojuegos que casi no salen de la zona de retrogaming, etc.

Son vivencias distintas, más o menos satisfactorias en función de cada cual, de cómo se haya organizado la jornada y de sus expectativas. La mia fue la experiencia de una familia que va con niños pequeños (entre ocho y diez años) a recorrer libremente los dos pabellones que el evento ocupa en Ifema.

Este pasado sábado acudimos a la Japan Weekend por segunda vez. Y la experiencia fue peor. Fui con mi hija, ataviada como Yona, otros tres niños y dos adultos. Uno de esos niños mi sobrina, con el mismo cosplay infantil de la princesa Yona que llevaba mi hija gracias al buen hacer de mi cuñada.

Entramos a las once de la mañana y a las cuatro y media de la tarde salimos agotados, con pocas ganas de volver a la siguiente edición y con unas cuantas críticas que espero que la organización considere constructivas y que ayuden a las familias con niños que planeen acudir a saber lo que se pueden encontrar.

Lo que una mayoría suele echar en cara a la organización es el precio, porque lo menos que puedes pagar por acudir el sábado son catorce euros. A mí, la verdad, no me parecería demasiado si el principal peso de la Japan Weekend fuese conocer la cultura japonesa, con charlas, actividades, actuaciones, comercios variados, artistas ofreciendo sus obras… Pero sí es mucho si lo que vas a encontrar dentro es, sobre todo, puestos de merchandising en los que seguir dejándote el dinero, porque es pagar por comprar. Y, no nos engañemos, teniendo Internet no son cosas que no puedas encontrar online.

Diréis que claro que había charlas, actividades, actuaciones y cultura japonesa. Cierto, pero lo que no era escaso era difícilmente disfrutable. Las charlas apenas se escuchaban, las actividades eran pocas y estaban completas desde primera hora, no había puestos en los que acceder a la gastronomía japonesa o aprender de su cultura y tradiciones. Era, en gran medida, recorrer pasillos de un gigantesco mercadillo otaku. Un rastro de productos nuevos, sin rebaja alguna.

Pero el principal problema a mi parecer es el aforo. Había demasiada gente. Tanta que resultaba casi imposible moverse e incluso hubo un momento de la tarde que impedían el paso a uno de los dos pabellones en el que estaba actuando Pikotaro (el de Pen Pineapple Apple Pen). Tanta que otro pabellón habría sido necesario para que todos los asistentes se movieran con comodidad.

Entre lo peor de tanto aforo es que no había apenas puestos de comida y espacio para comer. Las colas para comprar algo con lo que alimentarse o para beber eran de horas. Absurdo. Sobre todo porque hablamos de cuatro puestos en los que comer bocadillos, perritos calientes o ramen de bote, de ese de echar agua caliente y a correr. Si vais en el futuro a la Japan Weekend, y el concepto sigue siendo el mismo, más vale que os llevéis puesto el tupper (el bento, perdón) o el bocata.

A ver, lo pasamos bien, porque uno se las apaña para pasarlo bien en estos casos. Compramos varios mangas para los niños, algunas camisetas y sudaderas, nos hicimos fotos con cosplayers, pero sobre todo disfrutamos por el mérito de los asistentes, de los cosplayers que van ataviados con mimo como sus personajes favoritos y de los artistas que acuden con sus creaciones y que siempre nos encanta conocer.

Otros los habrá que disfruten por poder pasar un día cantando y bailando en buena compañía, por las horas pasadas en el rincón de retrogaming, por charlar con gente con la que comparten aficiones, por conocer a algunos de sus ídolos o por competir con su cosplay y socializar con el resto de cosplayers.

Sé bien que los organizadores se están esforzando por elevarlo. Trabajan por traer invitados reconocidos, actuaciones internacionales de peso y albergar el concurso de cosplay internacional.

Pero el peso negativo de mercadillo saturado es excesivo. Y los 90.000 asistentes supondrán un gran éxito, pero son demasiados para solo dos días de evento o dos pabellones.

La zona azul es la del rastrillo otaku. Ojo a la comparación en tamaño con la zona naranja.

Las familias que acudimos para dar una vuelta y disfrutar (he hablado con un par de ellas más), sin más, echamos en falta más presencia de editoriales, había muy pocas, con ausencias clamorosas, poco espacio, y tan saturados que no se podía ni ojear ni pedir recomendaciones; gastronomía, porque no había nada, no había ni una triste muestra; y elementos culturales ajenos al anime y el manga, lo poco que había era anecdótico.

Más cosas así echamos en falta.

También algo más de mimo por parte de los organizadores en la ejecución del evento. Por poner un ejemplo, la exposición de ilustraciones que homenajeaban a Totoro no tenían siquiera la información sobre a qué artista correspondía cada dibujo. Y la saturación hizo que la gente acampara en el suelo a los pies de esa exposición, con una obra estaba caída apoyada en el suelo.

Morir de éxito no es una entelequia. Nunca es tarde para repensar un evento que, a día de hoy será lucrativo y multitudinario, pero que tiene demasiados grises.

La Japan Weekend necesita que la cuiden, más que crecer.