Archivo de mayo, 2018

¿Por qué no hablamos de adicción a los libros o al bricolaje y sí a los videojuegos?

Las aguas de la adicción a los videojuegos están muy revueltas. Y que conste que no quiero tomarme a la ligera que alguien esté tan absorbido por algo como para que impida su desarrollo personal, familiar o profesional. En absoluto, pero creo que se está creando una alarma innecesariamente elevada.

Hace un par de días me desayuné esto en twitter a cuenta de Fortnite:

Llueve sobre mojado. Fue noticia el pasado mes la apertura de un centro en Madrid para tratar la adicción a las nuevas tecnologías en general y a los videojuegos en particular.

La comunidad de Madrid ha puesto en marcha un servicio especializado de intervención en adicciones a las nuevas tecnologías, que ha presentado el consejero de Políticas sociales y Familia, Carlos Izquierdo. Este recurso de prevención e intervención atenderá a adolescentes entre 12 y 17 años con conductas de uso inadecuado, abuso o dependencia de las nuevas tecnologías.

(GTRES)

Y a comienzos de año teníamos a la Organización Mundial de la Salud contando que incluirá el trastorno de la adicción a los videojuegos en su nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11). Algo no exento de polémica.

En marzo de este mismo año fue noticia la oposición pública de un grupo de expertos a considerar la adicción a los videojuegos.

36 expertos internacionales en salud mental y científicos sociales y académicos de centros de investigación y universitarios (incluyendo la Universidad de Oxford, la Universidad John Hopkins, la Universidad de Estocolmo o la Universidad de Sidney) han mostrado su frontal oposición a la idea de la OMS.

El estudio se titula “Una débil base científica en la consideración de los videojuegos como adicción: seamos cautos” (A Weak Scientific Basis for Gaming Disorder: Let us err on the side of caution). Considera que «existe mucha confusión –incluso entre los que defienden el diagnostico- sobre qué es exactamente la adicción a los videojuegos». Dicen los autores que «la calidad de base empírica existente es baja» y que «formalizar un tipo de conducta como desorden mental con la intención de profundizar en una investigación colisiona con su objetivo clínico». Además, «no se ha aplicado (aún) ningún estándar científico sólido».

Lo de la OMS llegó de nuevo con muchos textos en los medios que no se agarran a lo llamativo generando una alarma innecesaria , por ejemplo mediante comparaciones del todo equiparables (modo irónico on). Ojo aquí a El Mundo “Las personas que sufren una adicción están enganchadas, acaban haciendo girar su vida en torno a algo, ya sean los videojuegos, la cocaína, el alcohol o las tragaperras».

¿Cocaína? ¿Alcohol? Sé bien que puede haber adiciones sin sustancias. Yo soy de las que tengo que autorregularme porque tiendo a entregarme con excesiva pasión a aquello que descubro de nuevas y me entusiasma, me ha pasado en diferentes etapas de mi vida con los libros de fantasía épica y la ciencia ficción, lactancia y temas de crianza asociados, la acuariofilia, el manganime, montar a caballo, la etología y, sí, también los videojuegos.

En realidad lo que he visto que más críticas recibió recientemente en nuestro país fue un reportaje de TVE sobre la adicción a los videojuegos. Aquí, aquí, y aquí tenéis algunos ejemplos, aunque probablemente lo más sangrante fue el reproche de uno de los chavales que decidió valientemente dar la cara en el reportaje tras pasar por el Proyecto Hombre para ver luego manipulado todo lo que quiso transmitir.

Insisto en que no hay que tomárselo a la ligera. No digo que no pueda existir una adicción a los juegos. Pero para mí los videojuegos son más equiparables a otros entretenimientos como la lectura, el visionario de series o películas, la jardinería o pintar maquetas. Está genial vivir con pasión tus aficiones, pero manteniéndolas bajo control, no permitiendo que ellas te controlen a ti. Por supuesto no puede ser que robes tantas horas al sueño que acudas zombi al trabajo, que dejes de comprar y cocinar saludablemente, que día sí y día también comas porquerías porque tu hobby te absorbe, que no te relaciones apenas con otros, que dejes de salir a la calle a disfrutar de la primavera, que suspendas, que gastes tu dinero en ello en exceso y sin lógica detrás, que tu vida se quede pequeña.

Lo mismo en breve están hablando de adicción a las plataformas que emiten series y películas por streaming, no lo descarto. También es algo nuevo, por tanto algo que asusta.

Aunque los videojuegos ya no son nuevos, por mucho que películas y sobre todo libros les saquen ventaja; yo tengo 42 años y llevo jugando desde que a los 9 conseguí que me regalaran un MSX por mi comunión, pero siguen sonando a tal en muchos círculos. Preocupan, asustan, sobre todo a aquellos que menos los conocen. Siguen siendo mal comprendidos.

Como con los libros y películas, hay mierdas y hay maravillas, hay productos y hay obras de arte. Como en los libros, hay todo tipo de géneros y títulos para todas las edades y gustos. Al contrario que los libros, muchos permiten jugar socializando, en vivo y en directo y en la distancia. Los hay que incluso permiten pasar ratos agradables y productivos en familia. Hace poco os hablaba de Nintendo Labo, nos lo hemos pasado muy bien doblando cartones estas (y lo que nos queda). Y hace poco mismo empezamos a disfrutar en familia de Horizon. Uno juega y los otros miran y comentan, como disfrutando juntos una película interactiva, con palomitas y todo.

(GTRES)

Una muestra de que es un pasatiempo veterano es que de esto de la adicción a los videojuegos lleva hablándose además mucho tiempo. Voy a retroceder una década, a junio de 2007.

Un grupo de médicos ha dado marcha atrás el domingo a una controvertida propuesta para designar la adicción a los videojuegos como un desorden mental comparable al alcoholismo, y añadieron que los psiquiatras deberían estudiar más el asunto. Los expertos en adicciones además se opusieron a la idea en un debate en la reunión anual de la Asociación Médica de EEUU y dijeron que eran necesarios más estudios para considerar que el uso excesivo de los videojuegos – un problema que afecta a alrededor del 10% – es una enfermedad mental.

«No hay nada que sugiera que es una compleja enfermedad psicológica comparable al alcoholismo u otros desórdenes por el consumo de sustancias, y no podemos ponerle el nombre de adicción«, dijo el doctor Stuart Gitlow, de la Sociedad Médica Estadounidense de Adicciones y la Escuela de Medicina Mt. Sinai en Nueva York.

Un comité de un grupo de psiquiatras relevantes había propuesto que la adicción a los videojuegos entrara en la lista de desórdenes mentales del Manual Estadístico y de Diagnósticos de Desórdenes Mentales de EEU, una guía utilizada por la Asociación Psiquiatra del país para diagnosticar enfermedades mentales.

En absoluto pretendo descartar la opinión de los expertos que sí lo consideran adicción, pero hay que ser cautos cuando hablemos de adicción a los videojuegos. Una prudencia necesaria en los que trabajan por nuestra salud mental y entre los periodistas.

De hecho yo me inclino a coincidir con aquellos profesionales de la psiquiatría y la psicología que lo que creen es que es un síntoma de que algo no va bien, de que en la dinámica familiar algo ha fallado, de que tal vez se ha dejado a las pantallas como niñeras, de que hay un problema subyacente de autoestima, control de impulsos o socialización, por poner algunos ejemplos, que son sobre los que deberíamos trabajar; que el vivir absorto en un juego es consecuencia y señal de alarma, pero que el problema original es otro.

Como explicaba @TaOscuro, el chico que asomó en el reportaje de TVE, en su hilo de Twitter: «a las pocas semanas de entrar en Proyecto Hombre, me dijeron que no estaba adicto a los videojuegos, que mi problema era gestión emocional y que eso hacía que me refugiase a los videojuegos. Me sorprendió que no estuvieran obsesionados como mi padre y quise probar. Durante medio año me ayudaron muchísimo, enseñándome a ver lo que era ser asertivo, no dejarme pisotear por todo el mundo para contentar a cualquiera (cosa que siempre hacía) y lograr el ser capaz de encararme y afrontar los problemas y a las personas. He mejorado mucho. También, al ser terapia grupal, veía a otros que eran adictos a videojuegos, a las apuestas y a los móviles y al final, todo se reducía a la misma raíz: problemas con los padres. El problema, en realidad, no lo tienen los videojuegos, si no que son los padres. Padres, que por cierto, también hacen terapia una vez a la semana e incluso más horas que nosotros, precisamente porque son los que tienen muchas más cosas que trabajar. El perfil casi siempre es el mismo: o por mimar al hijo/a o por despreocuparse de él/ella».

«¿Cuándo vais a formar una familia?» preguntan, cuando dos ya son una familia

Hoy es el Día de la Familia, un día instaurado por la ONU que se vera representado en portada de todos los medios. En 20minutos, entre otros contenidos, tenemos un reportaje sobre una familia más que numerosa firmado por mi compañera Araceli Güede. Doce hijos han tenido Jesús y Raquel, uno de ellos con discapacidad intelectual. Doce hijos que ahora tienen entre 26 y 8 años y que no siempre ha sido fácil sacar adelante.

Doce hijos con sus padres son una familia. Pero yo quería recordar hoy aquí que también dos personas pueden serlo y, de hecho, lo son. Una pareja que no ha querido o no ha podido tener hijos es también una familia.

Para mí es muy obvio, pero me he encontrado a demasiada gente que transmite que una pareja sin hijos no se puede considerar tal cosa. «¿Cuándo vais a formar una familia?», preguntan desde la inconsciencia de no saber si lo desean y no llega, sin respetar el hecho de que siendo dos ya son familia.

Es algo que asoma incluso a la definición de familia de la RAE. Tiene diez acepciones. En todas se habla de grupo, de conjunto, La primera es «grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas». La tercera pone, literalmente: «hijos o descendencia. Está casado, pero no tiene familia«.

Dos personas que se quieren, que comparten vida juntos, por supuesto que son familia. ¿Cómo negarles algo así? Son familias preciosas e imperfectas, únicas, como cualquier otra.

Tener hijos no es obligatorio, de hecho, mejor nos iría en muchos sentidos si sólo se embarcasen en la aventura de la paternidad y la maternidad aquellos que realmente lo han razonado y lo desean.

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Y por si no queda suficientemente claro, por pareja me refiero tanto a una formada por un hombre y una mujer como a aquellas en las que comparten vida dos hombres o dos mujeres.

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Algo extensible a cuando hablo de familias con hijos.

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La Politécnica organiza una fiesta hacker para niños este fin de semana #X1RedMásSegura

Será este próximo fin de semana, el 19 de mayo, y el evento, que no es la primera vez que se organiza, se llama ‘X1RedMásSegura 2018’. Y será en la facultad de telecomunicaciones de la Politécnica de Madrid.

La idea es acercar la programación, la robótica, la seguridad informática… a los niños, amenizado todo con manualidades, rap y charlas de hackers y expertos en ciber seguridad. ¿Quieres ser un ‘hacker kid’? preguntan sus organizadores. Seguro que muchos menores en nuestros hogares responderían que sí a esa pregunta. Mi hija, que tras querer ser cocinera y astronauta ahora quiere crear videojuegos de mayor, seguro que sería una.

(GTRES)

Me parece un plan tan interesante si andáis con niños por la capital, que no puedo resistirme a recomendarlo desde aquí. Que nuestros hijos se interesen por la tecnología, un instrumento maravilloso en muchos sentidos, me parece más que importante. Es imprescindible saber manejarse en este nuevo mundo digital, tanto como ser conscientes de sus riesgos y sabiendo cómo enfrentarlos.

Esta jornada puede ayudar a ello, también a desmontar mitos sobre lo que es un hacker, una figura sobre la que hay demasiados prejuicios y falsas creencias.

Para ayudar a los más pequeños a proteger su ciber mundo y enseñarles a pensar de forma diferente, X1RedMásSegura ha organizado un congreso hacker’ ¡para niños! Durante todo el sábado habrá talleres de robótica educativa, programación, retos hacker para niños, cómo hacer y descifrar mensajes secretos, rap y manualidades ‘hacker’.

“Se trata de mostrar a los menores, de forma divertida trucos sobre Internet y las tecnologías que usan en su día a día para hacerlo de forma segura”, destacan desde la organización de esta iniciativa altruista.

En paralelo, para los padres que lleven a los niños también habrá charlas de hackers y expertos en ciberseguridad que desvelarán todo tipo de curiosidades sobre Internet, dispositivos conectados, ciber amenazas –y como protegerse de ellas-… “Pero, sobre todo, será un foro perfecto para preguntar todas las dudas que se tienen para vivir de forma cibersegura en la empresa y en la familia”, recuerdan.

Como en otras ediciones, también se entregarán los premios del concurso de infografías sobre ciberseguridad, para jóvenes de 10 a los 18 años –ya se han presentado más de un centenar que se podrán ver durante las jornadas-.

También se dará el premio ‘Rompiendo la brecha’ a personas, empresas o instituciones que trabajan por la ciberseguridad de todos y que este año será para un galardonado muy especial.

X1RedMásSegura es una iniciativa altruista en favor de un cibermundo mejor, pero tampoco olvida nuestra vida real. Por eso en la edición de 2018 pondrá una mesa en el hall de entrada para que todo el que quiera aportar su granito de arena a cambiar el mundo lo haga ayudando a la Fundación ‘Mensajeros de la Paz’.

El objetivo es recoger cuantos más alimentos sea posible para las familias que más los necesitan. Eso sí, es importante que se trate de comida no perecedera (pasta, legumbres, aceite, etc.)

X1RedMásSegura es un congreso altruista sin ánimo de lucro. Por ello la entrada es gratuita hasta completar aforo. Por eso, te recomendamos reservarla cuanto antes a través de la web  de esta iniciativa (www.x1redmassegura.com), así como no faltar el día de las jornadas, ya que por tener tu entrada y no asistir pueden quedarse fuera personas que sí desearían haber ido y no lo hacen por falta de aforo –en las últimas ediciones siempre se han agotado las entradas-.

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‘Sherlock Gnomes’, o cómo aprender a distinguir qué es lo más importante con gnomos a la carrera

Gnomeo y Julieta nos gustó, la vimos bastantes veces en casa hace ya algunos años, con los niños más pequeños. Esa revisión del clásico de Shakespeare con gnomos de jardín y la música de Elton John, es una película infantil que no es ninguna obra maestra pero sí más que correcta, que siempre nos entretuvo. En todos los hogares con niños hay películas así, que por el motivo que sea calan y que ponemos con frecuencia.

Era obligado por tanto acudir en familia a ver Sherlock Gnomes, la segunda parte de aquella aventura que se estrena este viernes. En esta ocasión mostrando en versión adorno de jardín al investigador ideado por Sir Arthur Conan Doyle, su ayudante el doctor Watson y al archienemigo de ambos, Moriarty.

Con la hermosa Londres presente como un personaje más, nos muestra a Gnomeo y Julieta iniciando una vida en común en un nuevo jardín, asumiendo responsabilidades como nuevos líderes de las dos familias de gnomos, ahora bien avenidas y viendo como su relación se resiente en el proceso.

No veréis a Julieta de esta guisa en la película, al menos por fuera.

El personaje de Julieta se torna el más interesante en este sentido. Es una chica dura, independiente, que huye de ñoñerías, que se sabe capaz y posa firme y que se vuelca en su labor adecentando el jardín y liderando a los gnomos, relegando su relación de pareja porque cree que eso puede esperar, que el otro siempre estará ahí, que su obligación es lo primero.

La moraleja de la película dirigida por John Stevenson radica ahí, en descubrir que todo eso es importante pero que no podemos arrinconar en un segundo plano a aquellos que amamos, que lo primero son los nuestros, que no debemos confundir nuestras prioridades. Un aprendizaje que se hará extensible a Sherlock Gnomes.

Sherlock y Watson aparecen cuando los gnomos del jardín de Gnomeo y Julieta son secuestrados (por cierto, ¿qué pasó con el flamenco?), igual que los de varios jardines colindantes. La película es un correr frenético de gnomos de un lado a otro, saltando por encima de las leyes de la física y la probabilidad, para intentar salvar a sus amigos.

El ritmo es bueno, te lleva de la mano entre bromas, carreras, pequeñas reflexiones y los psicodélicos procesos mentales del detective. Todo sazonado con las canciones de Elton John de nuevo.

Al igual que la película previa, es una cinta de animación infantil más que correcta. No la veremos en la carrera de los Oscars ni acaparando alabanzas de la crítica, ni mucho menos, pero supone un buen entretenimiento en familia.

En la versión original tenemos las voces de Johnny Depp como Sherlock Gnomes, Emily Blunt como Julieta y James McAvoy como Gnomeo, además de otros nombres ilustres como Maggie Smith o Michael Caine.

‘De mayor quiero ser… Feliz’, la mejor respuesta posible a la pregunta “¿qué quieres ser de mayor?” #ConoceEducaProtege

Hoy empiezo con un vídeo.

¿Lo habéis visto? Por si acaso no es así, os cuento: preguntan a los niños qué quieren ser de mayores, una cuestión a la que no hay infante que se escape antes o después. Muchas respuestas podrían interpretarse como influidas por roles de género. Algo que se confirma cuando les preguntan a continuación “¿y si fueras chico/a (lo contrario a lo que son) qué te gustaría ser?”. Y a la mayoría no se les ocurre que la respuesta no habría que cambiarla, así que la que quería ser estilista pasa a contestar con dudas que futbolista.

La pregunta clave del vídeo está inspirada en un estudio de 2012 publicado por la Federación de Mujeres Progresistas y la Asociación para la Defensa de la Mujer ‘La Rueda’, titulado Goleando sin balón, virtualmente muñecas, en el cual, tras entrevistar a 150 niños y niñas de diversas edades, descubrieron que el 50% de ellos cambiaba de profesión si se imaginaba cambiando de sexo.

Los niños y las niñas muestran estereotipos de género desde pequeños a la hora de elegir profesiones para su futuro. Estos estereotipos tienden a consolidarse en la adolescencia. Educarlos en igualdad es el primer paso para combatir la violencia de género entre adolescentes y jóvenes.

El vídeo pertenece a la campaña Conoce, Educa, Protege, de sensibilización en Derechos de la Infancia de la Liga Española de la Educación y la Cultura Popular, producida con TekilaMovies y financiada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Y lo más importante no es la campaña, sino el dosier pedagógico para ayudar al profesorado a educar en igualdad que lo acompaña, con recomendaciones y recursos para incorporar la perspectiva de género en el aula.

Un dosier que tenéis aquí disponible en PDF y que no está de más que también conozcamos padres y tutores.

“La herramienta clave para combatir la violencia machista es la prevención, y en ese ámbito la educación juega un papel esencial”, afirma Victorino Mayoral, presidente de la Liga de la Educación y la Cultura Popular. Esta educación, insiste, “no puede incluirse solo puntualmente, en ciertas actividades u horarios en la escuela, sino que debe impregnar todas las áreas de la acción educativa.”

“En la escuela, esta prevención pasa necesariamente por educar en la corresponsabilidad, facilitar una visión igualitaria y global de la historia, y transmitir una visión de mujeres y hombres libre de estereotipos” puntualiza Ana Rodríguez Penín, secretaria de Igualdad de la Liga de la Educación.

Para la secretaria de Infancia y Familia de la Liga de la Educación, Rosa Martínez: “El profesorado no puede olvidar la importancia del llamado currículo oculto. Este puede manifestarse en la propia ambientación de las aulas, las ilustraciones de libros de texto, las actividades de aprendizaje, las referencias o personajes relevantes que se estudian en clase, o la misma configuración de juego en los patios, muchas veces, por ejemplo, ocupados por partidos de fútbol que relegan a los márgenes otras actividades”.

 

 

 

Recordaba esta campaña, esas preguntas, “¿qué quieres ser de mayor?” “¿Y si fueras chico?” “¿Y si fueras chica?”, porque casi simultáneamente ha llegado a las librerías un cuento que responde de la mejor manera posible en su título: De mayor quiero ser… Feliz.

 Se trata de un compendio de seis cuentos que tiene como objetivo enseñar a los niños a ser más felices, a reconocer lo que es realmente importante. Un libro que autoeditó su autora, Anna Morató, y cuyo éxito ha llamado ahora la atención de una gran editorial.

Aquí un inciso. Echad un vistazo sin prejuicios a los libros autoeditados, a aquellos nacidos del crowdfunding, porque cada es más pasa que los títulos más interesantes, originales y con más calidad y cariño puestos en su elaboración llegan por esas vías y no por las de la edición convencional.

Volvamos al libro, apto a partir de cuatro años. Cada una de las historias trabaja sobre una emoción concreta. Son los siguientes:

La mochila invisible es un cuento sobre el lenguaje positivo que ayuda a valorar el poder mágico que tienen las palabras.
Zapatitos mágicos hace hincapié en la empatía para lograr que los niños entiendan que hay que tratar a los demás como te gustaría que te tratasen a ti.
Rayos de sol nos invita a confiar en nosotros mismos, una actitud vital para ser felices.
El hada de la suerte es una historia sobre el agradecimiento y la importancia de aprender a valorar lo que tenemos.
Como la trucha al trucho se centra en la autoestima positiva, para quererse más a uno mismo.
La bola roja trata el tema de la frustración y cómo gestionarla en nuestro camino hacia la felicidad.

Ojalá esa fuera la respuesta que escuchásemos en nuestros niños, aunque fuera de forma soterrada mientras se enumeran profesiones.

Y ojalá esas profesiones que se les ocurren decir no estén jamás influenciadas por lo que se supone que hombres y mujeres pueden o no pueden hacer.

Unos ojalás que están en nuestra mano facilitar, hablando con nuestros niños con claridad, animando proyectos como el de Conoce, Educa, Protege que quieren aulas más igualitarias.

Dentro del trastorno del espectro autista, abundan todo tipo de sonrisas

Suele pasar que se asocia a las personas con autismo con semblantes tristes o inexpresivos, con rostros carentes de sonrisas o en los que apenas asoman.

No se me escapan los motivos, que son varios, pero que sobre todo se apoyan en la creencia errónea de lo que es el autismo; en los esbozos que se han hecho en películas y series de televisión de las personas con TEA; también en el tratamiento que, desde los medios de comunicación, hemos dado a las noticias relacionadas con el autismo.

No solo es que metamos imágenes de recurso de personas (sobre todo niños) que lo mismo nos valen para ilustrar la depresión, la ansiedad o el acoso escolar (de hecho es frecuente que la misma imagen del mismo banco de imágenes aparezca ilustrando todo eso en el mismo y en distintos medios).

Además es que si elaboramos un reportaje sobre una familia en concreto, como suele ir vinculado a reivindicaciones, luchas o carencias, no nos pega la sonrisa y elegimos las fotos en las que abundan los ceños fruncidos. El tono en el que se escriben esos temas van en consonancia con esos semblantes adustos.

Mis colegas de oficio no lo hacen ni mucho menos mala intención, de hecho estoy convencida de que lo hacen con la mejor del mundo, con toda la sensibilidad y el mejor periodismo social en mente, pero lo mismo va siendo año de ir cambiando ese proceder, al menos de vez en cuando.

Solo se escapan aquellos contenidos sobre savants, esas personas con TEA que tienen un oído perfecto e interpretan música maravillosamente o tal memoria fotográfica que pueden reproducir a carboncillo cualquier paisaje que han visto brevemente. Prodigios que también se dan entre las personas sin autismo y que son tan excepcionales que no representan en absoluto al colectivo, otra fuente de mitos y malentendidos a pie de calle de lo que es realmente este trastorno.

Una mayoría de personas con autismo sonríen mucho. Y muchos disponen de sonrisa social, incluso estando severamente afectados. También las hay que lo hacen poco, pero no necesariamente por el autismo. La etiqueta diagnóstica no debe eclipsar a la persona. El autismo no lo explica todo de las personas, que tienen su personalidad, sus gustos, sus recelos y sus querencias, independientemente de estar dentro del espectro autista.

Nuestros hijos no son un drama. Son niños, adolescentes, adultos. Somos familias potencialmente tan felices como cualquier otra en la que no haya autismo por muchos retos que nos encontremos. Y dentro del trastorno del espectro autista, abundan todo tipo de sonrisas.
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‘Bounce Patrol’ y ‘Canticuenticos’, un grupo musical para niños en inglés y otro en español

La relación de muchos padres recientes con grupos de música infantiles como Cantajuego o Pica Pica es de amor-odio.

Odio porque pasan de poder escuchar su música favorita en casa o el coche a oír a todas horas al tallarín, que mueve por aquí y se mueve por allá, o a cantar internamente “manzana, piña, pera, plátano” cuando escuchan “melocotón”.

Y no mola.

Pero sí que mola tener a los niños cantando felices, bailando las coreografías y entretenidos en el coche. También mola que esas canciones les estimulan positivamente, dicho por todos los terapeutas que han tratado a mi hijo desde que le diagnosticaron autismo con dos años.

Amor y odio, lo que os decía.

En la mayor parte de los hogares esta etapa dura unos poquitos años. Tal vez hasta los seis años. A veces algo más, sobre todo si llegan hermanos pequeños detrás deseando bailar la cuchara y el cucharón. Y ojo, que la música que llegue despues según se adentren en la preadolescencia lo mismo nos hace añorar la de los coloridos grupos infantiles, pero esa es otra cuestión.

En nuestro caso las canciones para niños llevan doce años asentadas en casa. Los chicos de Cantajuego son ya como de la familia, hemos visto como entraban y salían distintos miembros del grupo, su evolución, el acuerdo con Disney la etapa de Plaza Encanto y de la Aldea Sostenible.

Jaime, con su autismo, sigue queriendo esa música. Y me da la impresión de que la querrá toda la vida, así que a este paso les veremos cantar por su jubilación.

Tantos años y tanto gusto por la música como tiene mi hijo nos ha llevado a conocer también otros grupos infantiles. De algunos ya os he hablado en el pasado: Dubbi Kids, Juan D y Beatriz, Billy Boom Band o Zascanduri… También os recomendé dos grupos que están bien para que lo que escuchen, canten y bailen sea en inglés y así vayan adentrándose en este idioma: Mother Goose Club y Super Simple Songs.

Hoy quiero recomendar otros dos grupos, uno en español y otro en inglés, por si os sirve para ampliar el repertorio que suena en casa. Ambos con una calidad por encima de la media. Y lo afirmo tras haber oído incluso canciones infantiles procedentes de Israel, Corea o Rusia. Los caminos de YouTube son inescrutables (y suelen conducir al reggaeton en cuanto te descuidas, algo digno de estudio), pero también a algunos hallazgos interesantes.

El primero es Canticuenticos, que me parece de lo mejorcito que se puede oír en castellano, si te gustan esos ritmos claro. Una formación argentina que lleva una década poniendo un mimo estupendo en sus canciones, que son siempre propias, y que cuida también su riqueza cultural. Nosotros hemos aprendido incluso los nombres de algunos animales en guaraní.
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5 de mayo, día del niño en Japón (y cómo puede un niño comenzar a aprender japonés desde cero)

Mi hija de nueve años me preguntó no hace mucho por qué no hay un día del niño. Argumentaba que hay día de la madre (y de las abuelas) y día del padre (y los abuelos), también nos ha visto celebrar desde que nació el día del autismo vistiéndonos de azul y participando en distintos eventos. ¿Y el del niño? Una respuesta fácil sería decir que Navidad o el Día de Reyes se podría considerar el día del niño, o que lo son todos los días del año (que es un regate para confirmar que no existe), a mí me dio por explicarle sencillamente que no lo hay, pero que en muchas otras culturas como la japonesa sí.

Niños jugando al fútbol con el monte Fuji al fondo. (EFE)

Estuvimos investigando juntas un poquito sobre en qué consiste el Kodomo no hi, aprovechando el interés que tiene mi hija (y yo también) por todo lo que viene de ese país gracias a la lectura de mangas y el visionado de ánimes. Descubrimos que no es tan antiguo como muchas otras costumbres japonesas, se instauró oficialmente en los años cuarenta; que tradicionalmente (y aún hoy se sigue notando) estaba dedicado a los niños varones porque las niñas tienen su propio día el 3 de marzo (Hinamatsuri), pero que se tiende a ampliarlo ya a todos los niños e incluso a toda la familia; que se comen mochis, que son unos dulces hechos con harina de arroz que a mí me gustan mucho y a mi hija poco; y, lo que más le gustó, que se celebra colocando una suerte de híbrido entre cometas y banderas que representan carpas de vibrantes colores (koinobori) en ventanas y terrazas.



¿Por qué carpas?
Porque en Japón existe la creencia de que las carpas que con tesón y sin rendirse remontan la cascada pueden lograr convertirse en un dragón. «¿Cómo magikarp, que evoluciona a gyarados?», relacionó ella inmediatamente acudiendo a los también japoneses pokemons. Pues sí igualito.

Y es al mismo tiempo una bonita metáfora de la necesidad de esforzarse, muy arraigada en la filosofía de aquel país (y muy positiva si no se lleva al extremo, como todo),  y el natural deseo de que los niños crezcan sanos, fuertes y felices.
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«Una regla muy importante: los adultos no pueden jugar con tus partes íntimas, sólo si te tienen que curar o no sabes limpiarte»

No sé si conocéis a Aspasi, la Asociación para la Sanación y Prevención de los Abusos Sexuales en la Infancia, los medios de comunicación acudimos a ella con frecuencia buscando opinión experta. Entre otras muchas cosas, elaboran talleres de prevención para niños de entre 3 y 9 años y de entre 10 y 17, y justo este mes salen a la venta sus primeros dos cuentos, dos libros que emplean la experiencia de su impulsora, la psicóloga clínica Margarita García Marqués, para facilitar a los padres y tutores herramientas con las que abordar este tema con los niños.

Necesitamos instrumentos porque no siempre es fácil plantear a niños pequeños que existe algo como el abuso infantil, porque tememos empañar su maravillosa inocencia, pero como guardianes que somos de su bienestar estamos obligados a intentar dotarlos de conocimiento y estrategias.

Los cuentos son ¿De qué color son tus secretos? y Tu cuerpo es tu tesoro, el título de mi post está extraído de uno de los consejos que ofrecen en el segundo de los cuentos. Así explican desde Aspasi el motivo por el que los han creado:

Pretenden dar a los niños los conceptos básicos que deben conocer para identificar una situación de abuso, poner límites, contar cualquier cosa que les suceda y pedir ayuda».

Ambos están hechos desde la experiencia, la sensibilidad y el respeto a la infancia y su libertad, conociendo en profundidad las necesidades y carencias de este problema. Sabemos que los menores pueden vivir libres de miedos y sintiéndose capaces de reaccionar y buscar soluciones, siempre que les informemos con un lenguaje cuidado, adaptado a su edad y que les de fuerza.

Como apoyo familiar, los dos contienen una guía para madres y padres con consejos para la familia y dar respuesta a las preguntas y dudas que se puedan generar en los peques.

¿De qué color son tus secretos?, publicado por la editorial Sentir, estará a la venta en librerías este mismo sábado. Hay una presentación en Madrid, en la Casa del Libro de Fuencarral, el día 25 de mayo a las 12.

¿Tienes secretos? ¿Sabes de qué color son? Aprende con Alma cómo te hace sentir cada secreto, qué puedes hacer con ellos y con quién has de compartirlos.

El secreto y el silencio son los mayores aliados de los abusadores y la mayoría los utilizan para conseguir que los niños guarden silencio. Este cuento está creado para que los niños compartan los secretos que les hacen sentir mal y ofrecerles un espacio de confianza donde poder expresarlos.

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¿A qué se debe el éxito de ‘Campeones’, la película de Fesser?

Nos cogió a una mayoría por sorpresa. A mí, que acudí a un poco concurrido pase de prensa y escribí la crítica en este periódico, la primera. Ya superado el sobresalto (que no el contento), me puse a pensar en los motivos del éxito de Campeones.

Más allá de si no había demasiada oferta en cartelera con la que competir, que podría ser, o de la calidad intrínseca de la cinta, creo que se debe a que es una película necesaria, que da el protagonismo con humor y un saludable realismo a las personas con discapacidad intelectual.

Y hacía falta, como el comer.

El último censo oficial del INE estima que hay 3,84 millones de personas con discapacidad intelectual en España. Uno de ellos es hijo mío. Personas que tienen familiares y amigos que les quieren y ya no se esconden ni les esconden, y también millones de profesionales que les dan servicio. Muchos millones que se han visto infrarrepresentados o, lo que es peor, mal representados en el cine. «Ya era hora de que hicieran algo así», ha sido el pensamiento soterrado en muchos de los que han pagado la entrada.

Me consta además que se ha convertido en una película familiar; padres con niños han ido al cine para reír y crear conciencia haciendo la vista gorda a que hay muchos tacos, algo de sal gruesa y reflexiones adultas (ojo a los comentarios a la pregunta que lancé en Twitter). También que hay colegios que han acudido al cine con clases enteras.

Ya es siglo de que nos tengan más en cuenta. En todos los sentidos, no solo en un plano cultural.