Las aguas de la adicción a los videojuegos están muy revueltas. Y que conste que no quiero tomarme a la ligera que alguien esté tan absorbido por algo como para que impida su desarrollo personal, familiar o profesional. En absoluto, pero creo que se está creando una alarma innecesariamente elevada.
Hace un par de días me desayuné esto en twitter a cuenta de Fortnite:
Videojuegos, pánico moral y medios de comunicación. El 1,5% de los adolescentes es adicto a los videojuegos. Ergo, el 98,5% no. Si comparamos, hay un 30% de adolescentes adictos al tabaco, que es objetivamente perjudicial. Pero el demonio se llama Fortnite. Antes fue el rock. pic.twitter.com/5o04IJ3y8i
— Sergi Mesonero 🎗 (@Sergi_M) 14 de mayo de 2018
El Periódico un día más criminalizando Fornite y los videojuegos a tope, y de paso no entendiendo Ready Player One… pic.twitter.com/UrBH9r7rNW
— Andrés Palomino (@andresPSN) 14 de mayo de 2018
Llueve sobre mojado. Fue noticia el pasado mes la apertura de un centro en Madrid para tratar la adicción a las nuevas tecnologías en general y a los videojuegos en particular.
La comunidad de Madrid ha puesto en marcha un servicio especializado de intervención en adicciones a las nuevas tecnologías, que ha presentado el consejero de Políticas sociales y Familia, Carlos Izquierdo. Este recurso de prevención e intervención atenderá a adolescentes entre 12 y 17 años con conductas de uso inadecuado, abuso o dependencia de las nuevas tecnologías.
Y a comienzos de año teníamos a la Organización Mundial de la Salud contando que incluirá el trastorno de la adicción a los videojuegos en su nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11). Algo no exento de polémica.
En marzo de este mismo año fue noticia la oposición pública de un grupo de expertos a considerar la adicción a los videojuegos.
36 expertos internacionales en salud mental y científicos sociales y académicos de centros de investigación y universitarios (incluyendo la Universidad de Oxford, la Universidad John Hopkins, la Universidad de Estocolmo o la Universidad de Sidney) han mostrado su frontal oposición a la idea de la OMS.
El estudio se titula “Una débil base científica en la consideración de los videojuegos como adicción: seamos cautos” (A Weak Scientific Basis for Gaming Disorder: Let us err on the side of caution). Considera que «existe mucha confusión –incluso entre los que defienden el diagnostico- sobre qué es exactamente la adicción a los videojuegos». Dicen los autores que «la calidad de base empírica existente es baja» y que «formalizar un tipo de conducta como desorden mental con la intención de profundizar en una investigación colisiona con su objetivo clínico». Además, «no se ha aplicado (aún) ningún estándar científico sólido».
Lo de la OMS llegó de nuevo con muchos textos en los medios que no se agarran a lo llamativo generando una alarma innecesaria , por ejemplo mediante comparaciones del todo equiparables (modo irónico on). Ojo aquí a El Mundo “Las personas que sufren una adicción están enganchadas, acaban haciendo girar su vida en torno a algo, ya sean los videojuegos, la cocaína, el alcohol o las tragaperras».
¿Cocaína? ¿Alcohol? Sé bien que puede haber adiciones sin sustancias. Yo soy de las que tengo que autorregularme porque tiendo a entregarme con excesiva pasión a aquello que descubro de nuevas y me entusiasma, me ha pasado en diferentes etapas de mi vida con los libros de fantasía épica y la ciencia ficción, lactancia y temas de crianza asociados, la acuariofilia, el manganime, montar a caballo, la etología y, sí, también los videojuegos.
En realidad lo que he visto que más críticas recibió recientemente en nuestro país fue un reportaje de TVE sobre la adicción a los videojuegos. Aquí, aquí, y aquí tenéis algunos ejemplos, aunque probablemente lo más sangrante fue el reproche de uno de los chavales que decidió valientemente dar la cara en el reportaje tras pasar por el Proyecto Hombre para ver luego manipulado todo lo que quiso transmitir.
Venga, va. Voy a hacer un hilo sobre mi experiencia en todo esto, por si alguien tiene curiosidad de saber mi opinión como el de alguien al quien le han manipulado su mensaje o al menos, es como me siento yo xD https://t.co/EJZV1mXkwu
— Taoscuro (@Taoscuro) 30 de marzo de 2018
Insisto en que no hay que tomárselo a la ligera. No digo que no pueda existir una adicción a los juegos. Pero para mí los videojuegos son más equiparables a otros entretenimientos como la lectura, el visionario de series o películas, la jardinería o pintar maquetas. Está genial vivir con pasión tus aficiones, pero manteniéndolas bajo control, no permitiendo que ellas te controlen a ti. Por supuesto no puede ser que robes tantas horas al sueño que acudas zombi al trabajo, que dejes de comprar y cocinar saludablemente, que día sí y día también comas porquerías porque tu hobby te absorbe, que no te relaciones apenas con otros, que dejes de salir a la calle a disfrutar de la primavera, que suspendas, que gastes tu dinero en ello en exceso y sin lógica detrás, que tu vida se quede pequeña.
Lo mismo en breve están hablando de adicción a las plataformas que emiten series y películas por streaming, no lo descarto. También es algo nuevo, por tanto algo que asusta.
Aunque los videojuegos ya no son nuevos, por mucho que películas y sobre todo libros les saquen ventaja; yo tengo 42 años y llevo jugando desde que a los 9 conseguí que me regalaran un MSX por mi comunión, pero siguen sonando a tal en muchos círculos. Preocupan, asustan, sobre todo a aquellos que menos los conocen. Siguen siendo mal comprendidos.
Como con los libros y películas, hay mierdas y hay maravillas, hay productos y hay obras de arte. Como en los libros, hay todo tipo de géneros y títulos para todas las edades y gustos. Al contrario que los libros, muchos permiten jugar socializando, en vivo y en directo y en la distancia. Los hay que incluso permiten pasar ratos agradables y productivos en familia. Hace poco os hablaba de Nintendo Labo, nos lo hemos pasado muy bien doblando cartones estas (y lo que nos queda). Y hace poco mismo empezamos a disfrutar en familia de Horizon. Uno juega y los otros miran y comentan, como disfrutando juntos una película interactiva, con palomitas y todo.
Una muestra de que es un pasatiempo veterano es que de esto de la adicción a los videojuegos lleva hablándose además mucho tiempo. Voy a retroceder una década, a junio de 2007.
Un grupo de médicos ha dado marcha atrás el domingo a una controvertida propuesta para designar la adicción a los videojuegos como un desorden mental comparable al alcoholismo, y añadieron que los psiquiatras deberían estudiar más el asunto. Los expertos en adicciones además se opusieron a la idea en un debate en la reunión anual de la Asociación Médica de EEUU y dijeron que eran necesarios más estudios para considerar que el uso excesivo de los videojuegos – un problema que afecta a alrededor del 10% – es una enfermedad mental.
«No hay nada que sugiera que es una compleja enfermedad psicológica comparable al alcoholismo u otros desórdenes por el consumo de sustancias, y no podemos ponerle el nombre de adicción«, dijo el doctor Stuart Gitlow, de la Sociedad Médica Estadounidense de Adicciones y la Escuela de Medicina Mt. Sinai en Nueva York.
Un comité de un grupo de psiquiatras relevantes había propuesto que la adicción a los videojuegos entrara en la lista de desórdenes mentales del Manual Estadístico y de Diagnósticos de Desórdenes Mentales de EEU, una guía utilizada por la Asociación Psiquiatra del país para diagnosticar enfermedades mentales.
En absoluto pretendo descartar la opinión de los expertos que sí lo consideran adicción, pero hay que ser cautos cuando hablemos de adicción a los videojuegos. Una prudencia necesaria en los que trabajan por nuestra salud mental y entre los periodistas.
De hecho yo me inclino a coincidir con aquellos profesionales de la psiquiatría y la psicología que lo que creen es que es un síntoma de que algo no va bien, de que en la dinámica familiar algo ha fallado, de que tal vez se ha dejado a las pantallas como niñeras, de que hay un problema subyacente de autoestima, control de impulsos o socialización, por poner algunos ejemplos, que son sobre los que deberíamos trabajar; que el vivir absorto en un juego es consecuencia y señal de alarma, pero que el problema original es otro.
Como explicaba @TaOscuro, el chico que asomó en el reportaje de TVE, en su hilo de Twitter: «a las pocas semanas de entrar en Proyecto Hombre, me dijeron que no estaba adicto a los videojuegos, que mi problema era gestión emocional y que eso hacía que me refugiase a los videojuegos. Me sorprendió que no estuvieran obsesionados como mi padre y quise probar. Durante medio año me ayudaron muchísimo, enseñándome a ver lo que era ser asertivo, no dejarme pisotear por todo el mundo para contentar a cualquiera (cosa que siempre hacía) y lograr el ser capaz de encararme y afrontar los problemas y a las personas. He mejorado mucho. También, al ser terapia grupal, veía a otros que eran adictos a videojuegos, a las apuestas y a los móviles y al final, todo se reducía a la misma raíz: problemas con los padres. El problema, en realidad, no lo tienen los videojuegos, si no que son los padres. Padres, que por cierto, también hacen terapia una vez a la semana e incluso más horas que nosotros, precisamente porque son los que tienen muchas más cosas que trabajar. El perfil casi siempre es el mismo: o por mimar al hijo/a o por despreocuparse de él/ella».