A los niños les encanta jugar con cartones y Nintendo Labo lo lleva a un nuevo nivel

Era 2013 cuando os hablaba desde este mismo blog de lo que puede dar de sí una caja de cartón con un niño, para jugar en familia.

imageAyer mi santo estuvo un buen rato pegándose con un mueble (ganó, menos mal). Y el mueble venía en una caja bastante grande que nos proporcionó varias horas de juego.

Según vio la caja vacía a su disposición, a Julia se le iluminó la mirada y salió corriendo por sus pinturas. «¿Quieres que hagamos un robot?» pregunté, pero ella tenía las ideas claras. «No, hazme un rectángulo así y así mamá». Como podéis ver tenía en la cabeza crear una tele con mando a distancia y todo. Yo cambiaba de canal y pasaba de presentar las noticias a convertirse en un dibujo animado.

Las caretas también fueron idea suya.

Ya sé que es un tópico aquello de que para los niños la caja es mejor entretenimiento que lo que hay dentro, pero es que muchas veces los tópicos vienen asentados en muchas verdades.

Y también es cierto que con frecuencia nos complicamos demasiado la vida a la hora de jugar con ellos. Como con tantas otras cosas. Deberíamos aspirar a hacer fácil lo difícil y no al contrario.

No es la única vez que hemos jugado con cartones, decorándolos, convirtiéndolos en lo que la imaginación dictase, disfrutando luego del juego simbólico que propician.

Un paseo por el parque, recoger unas hojas secas. Llevarlas a casa e idear qué hacer con ellas mientras jugamos a que ha sido otoño dentro de la habitación. Encontrar una vieja caja de cartón, desmontarla, sacar las pinturas de dedos, romper en trocitos una esponja de baño, mancharse y crear.

El cartón es un material childfriendly, si me permitís tirar del inglés. Tanto que incluso hemos tenido un recomendable programa infantil llamado Panda y la cabaña de cartón. En su primer episodio enseñaban a hacer una caña de pescar.

Pues bien, este fin de semana sé a ciencia cierta que tocará de nuevo divertirnos con cartones. Pero en esta ocasión lo haremos de una manera especial, más tecnológica, gracias al ingenio y la valentía de Nintendo que ha apostado por lanzar Nintendo Labo, un producto que va más allá del clásico videojuego y que tiene un potencial que solo se vislumbra una vez has podido trastear con él. Porque la verdad es que el mayor handicap de este nuevo producto es hacerse entender bien, algo que se logra fácilmente en cuanto se prueba un poquito.

Sale a la venta en España este viernes en dos packs (pioneros de otros que irán llegando) con la Nintendo Switch. Un kit variado que es el que Julia ha ahorrado para comprar este viernes en el que se incluye un antenauta (un pequeño vehículo teledirigido con visión nocturna), una caña de pescar, una casita con una peculiar mascota con la que afrontar minijuegos, un manillar de motos con el que echar carreras y un piano.

Pensados para un montaje en familia (sus creadores tienen en mente sobre todo a familias con niños de entre 6 y 12 años), el antenauta es el más fácil, apenas lleva quince minutos. El resto oscila entre una y dos horas. Montarlos es divertido (el tutorial de la consola es de diez, ojalá vinieran así de explicados los muebles de IKEA), pero jugar con ellos lo es aun más tras acoplar en ellos mandos y consola.

Yo los pude probar y mi hija me preguntó cuál era mi favorito. Es difícil decirlo. Pese a que los juegos de conducción no suelen ser lo mío, este es muy divertido, al usar el manillar y la inclinación del cuerpo como en una moto de verdad. Permite además crear tu propio circuito escaneando  imágenes. La pesca, un tipo de juegos que triunfa en Japón y aquí no acaba de afianzarse, está también muy lograda y engancha. El bicho de la casita es muy simpático. Y el piano es sin duda el que tiene más potencial, eso único inconveniente que le veo es que conviene saber algo de música para sacarle todo el partido. ¿Cuántas horas de juego procurarán? Habrá que verlo…

A modo de crítica constructiva, es una pena que se monte en familia para luego jugar individualmente o por turnos (ahora pesco yo, ahora pescas tú). Estaría bien poder pescar juntos, en el mismo lago o competir echando una carrera por el circuito que nos hayamos inventado. Solo el antenauta viene para montarse por duplicado y así poder perseguirse, hacer una yincana o una lucha de sumo, siempre que tengamos mandos suficientes para ello.

El otro kit (Toy Con los llama Nintendo) permite convertirse tras bastantes horas de montaje en un robot con el que sentirse una mezcla de Godzilla y Optimus Prime. Realmente divertido. Puedes volar abriendo los brazos, convertirte en un vehículo que rueda si te agachas, moverte inclinándote, dar puñetazos… Pese a que sólo vislumbré una demo en la que destruir una ciudad y no el juego completo, la sensación al moverse frente a la pantalla es fantástica, el sonido del cartón chocando casa perfectamente con el juego, en el que podrían convivir dos robots, si es que nos juntamos con otro amigo con una Switch y este Toy Con. No pude probarlo en pareja pero me da la impresión de que va a ser necesario bastante espacio.

Pero es que además de montar los juguetes de cartón, dotarles de vida tecnológica y jugar con ellos, también permite crear (programar) nuestras propias funciones. Todo lo que se nos ocurra con cartones, cuerdas, gomas y cinta reflectante  se puede hacer. Os dejo el vídeo del canal oficial, en el que Nintendo va subiendo propuestas, que muestra la creación de una guitarra. Estoy segura de que pronto habrá una legión de tipos ingeniosos ideando qué hacer con este juguete. Nosotros también lo intentaremos, de hecho nos estamos planteando seriamente guardar las cajas limpias de pizza a domicilio para ‘hackearlas’ convenientemente.

Jugando con los Toy Con de Nintendo Labo se entiende lo que cuestan los mandos de Switch (“¡Cerca de ochenta euros solo por un mando! ¡Están locos!” es algo que he oído cerca). Tras verlos en acción comprendes el valor de la tecnología que encierran.

Pasa saber más os animo a leer un reportaje estupendo que ha escrito mi compañero Daniel González y que ha salido publicado también en la edición impresa. Os dejo además el vídeo que hizo junto a Guillermo Fernández, las fotos son de Jorge París:

¿Es resistente? Creo que es la primera pregunta que nos hacemos los padres, que no es precisamente barato el chisme y solo viene (salvo en el caso del antenauta) un único artefacto de cartón. Sí. Sorprendentemente la impresión que da, una vez superada la lógica prudencia inicial, es que aguanta lo que le echen, mientras lo que le echen no sea agua. En cualquier caso las piezas más delicadas, las que más sufren, vienen por duplicado. Y nada impide a priori reparar cualquier desperfecto con maña y cartones. En la web de Nintendo habrá plantillas y piezas de repuesto.

El almacenaje es otro cantar. Se conservan montados y, por tanto, abultan. Necesitan cierto espacio libre de riesgos para conservarlos. El juego trae consejos para guardarlos con bien.

Por último, una reflexión. Llama la atención para bien la falta de complejos de Nintendo a la hora de vincularse con los juguetes. Ha habido tradicionalmente una corriente entre muchas empresas y un amplio sector de los aficionados a los videojuegos por alejarse conscientemente del concepto de juguete. Es lógico porque ha habido demasiada persecución, prejuicios y malos entendidos por parte de aquellos a los que lo nuevo asusta e identificaban los videojuegos como algo para menores de edad, por mucho que mayoritariamente sean cosa de adultos.

Nunca ha sido el caso de Nintendo, que siempre ha tenido a bien recordar su origen como empresa que fabricaba cartas y juguetes. Los amiibos, de hecho, son juguetes. Y es señal de madurez en la industria y entre los ‘jugones’ sacudirse complejos de encima.

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