Archivo de febrero, 2017

Hay que entender que Blancanieves, Cenicienta y Aurora son hijas de su tiempo

No fui una niña a la que le gustasen demasiado Blancanieves, Cenicienta o La bella durmiente. Mis películas favoritas Disney eran Tod y Toby y Los 101 dálmatas, aventuras con animales que también leía una y mil veces en los grandes tomos de lomo blanco de Películas que las mostraban en formato cómic. También Robin Hood, El libro de la selva o Los aristogatos.

Las princesas Disney que había siendo yo niña me interesaban poco, la única con la que recuerdo haber disfrutado era La bella durmiente, pero por su magnífica malvada y por las aventuras del príncipe, el auténtico protagonista, enfrentándose a ella.

Muchos años después de las tres princesas clásicas llegó una segunda hornada de princesas modernizadas con Aladdin, La sirenita y La bella y la bestia. Sí que las vi en su momento, pero Jasmine, Ariel y Bella me encontraron entrando en la adolescencia y más interesada en escuchar a Madonna.

No fue hasta muchos años después, tras ser madre, que me reencontré con las princesas Disney.
Con las clásicas, con las nuevas y con las novísimas representadas por Tianna, Rapunzel, Mérida, Elsa y Anna. En los últimos años he podido ver todas las cintas con mirada de adulta y comprender todas sus virtudes.

Cuando Julia era muy pequeña gustaba especialmente de ver a Blancanieves, ese cuento clásico que dice que no te fíes de los extraños a menos que sean currantes bajitos y barbudos o que lleguen bien vestidos a lomos de un caballo blanco (ejem) y que lo mejor que puedes hacer es ser bondadosa, cocinar y limpiar a fondo todo, aunque sea con el culo de las ardillas a modo de bayeta (ejem 2). «¡Qué horror!», me dijo en alguna ocasión alguna que otra madre que tenía prohibido que sus hijos vieran esas películas por los estereotipos que arrastra. Bueno… Cada cual educa a sus hijos como mejor cree, pero a mí no se me pasó nunca por la cabeza prohibir su visionado. Hay muchas maneras de compensarlo y es algo que se puede hacer ver a los niños. Porque mi hija haya visto y disfrutado con Blancanieves su objetivo en la vida no va a ser cocinar, fregar y encontrar un príncipe. Ella también es hija de su tiempo.

Blancanieves es una película que se estrenó hace ocho décadas, cuando en España estábamos enfangados en una Guerra Civil. Es un icono popular innegable, es historia del cine y una obra de arte cuya elaboración en su momento fue un trabajo monumental de muchos artistas, un punto de inflexión en el cine de animación y no se puede entender sin tener en cuenta el tiempo en el que se hizo. No podemos juzgarla con nuestros ojos de hoy día, igual que no podemos hacerlo con las protagonistas femeninas de Casablanca, Historias de Filadelfia o Lo que el viento se llevó. Bastante bien han envejecido todas ellas, princesita incluida, teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado desde su creación.
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Feliz día de la Mujer y la Niña en la Ciencia

cienciaHoy es un día a cuya reivindicación quiero sumarme, porque aún a día de hoy es importante trabajar en la necesidad de interesar a las niñas por la ciencia y en poner en valor a las científicas cuyo papel fue pionero y a las mujeres que siguen peleando hoy día contra prejuicios, zancadillas y techos de cristal.

Un día que se estableció hace apenas un par de años, así de necesario sigue siendo interesar a las niñas por la ciencia y defender a las mujeres que se han entregado a ella.

Mis compañeros del blog Ciencia para llevar, recordaban la pasada semana que solo una de cada cinco niñas de 15 años quieren dedicarse a profesiones técnicas y traían una agenta con  más de 200 actividades en 40 provincias españolas relacionadas con la reivindicación de un acceso y participación plena y equitativa en la ciencia para las mujeres y las niñas. Aquí lo tenéis si queréis consultarlo.

Esto contaban:

La reducida presencia de la mujer en la ciencia en nuestro país responde a diferentes razones sociales que se suman y retroalimentan. La poca visibilidad de las científicas, la falta de roles femeninos y la existencia de estereotipos producen sesgos involuntarios en la evaluación de los méritos de las mujeres y poco interés en las ciencias por parte de las jóvenes. La Iniciativa 11 de Febrero pretende involucrar tanto al profesorado como al alumnado mediante presentaciones, videos, biografías y otros materiales que están disponibles online. Esperamos que todos estos recursos y actividades ayuden a fomentar las vocaciones y eliminar estereotipos.

Y por eso yo también me sumo en este día con este post.

En septiembre de 2015, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró al 11 de febrero el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia y alertó de que, pese que las posibilidades de progreso científico y tecnológico son casi ilimitadas, las mujeres y las niñas están ausentes en estos campos, especialmente en lo que refiere a la creación y la toma de decisiones en los ámbitos que transforman nuestro mundo cotidiano.

Según el observatorio Mujeres en Ciencia de la UNESCO, aunque el 54% de los estudiantes de grado y el 49% de los de doctorado son mujeres, el porcentaje de investigadoras solo alcanza el 39%.

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¿Qué prefieres para tus hijos, inteligencia emocional o éxito académico?

Es una pregunta falaz, lo sé. No son excluyentes en absoluto. Y tampoco es algo sobre lo que tengamos opción de elegir gran parte de lo que atañe a nuestros hijos escapa de nuestro control y más vale hacerse a la idea pronto.

No obstante, si en un hipotético mundo paralelo aparecieran las hadas madrinas de La bella durmiente (que ya les vale haberle dado belleza y buena voz a Aurora, me pregunto cuál habría sido el tercer don si no hubiera aparecido Maléfica, ¿unos dientes blancos? ¿No tener canas ni arrugas hasta los sesenta? ¡Qué desperdicio de magia!) y me obligarán a elegir entre un elevado grado de inteligencia emocional o la capacidad intelectual para lograr el éxito académico, yo tengo claro lo que pediría.

Sin lugar a dudas, querría lo primero. Deseo que mis hijos sean felices y buenas personas por encima de cualquier otra cosa, y eso viene de la mano de la inteligencia emocional, que dicen que se hereda, aunque tal vez también se aprende si creces viéndola en tus adultos de referencia.

Desde luego creo que es algo que, independientemente de cómo vengamos de fábrica, se puede trabajar y mejorar. Desde la más tierna infancia y durante toda la vida, si somos conscientes de ello.
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La cirugía estética no es un juego de niños, pero tiene más de 200 aplicaciones infantiles

Ahora Julia tiene de más a destinar su tiempo de ocio electrónico a los videojuegos de Nintendo 3DS o de la Wii que a los que hay en dispositivos móviles, pero en el pasado ha jugado con muchas aplicaciones infantiles. Unas me han gustado más y otras menos, todas las he supervisado.

La experiencia me dice que la norma (con pocas excepciones) las mejores apps para niños son aquellas por las que tienes que pagar unos pocos euros pero luego están libres publicidad o micropagos dentro del juego. Y no solo por evitarte cuñas y juegos diseñados para invitar a dejarse el dinero, también porque su calidad en general suele ser mejor.

Entre las aplicaciones que más me han gustado creo que estaban las de Doctor Panda y Toca Boca (buscad las apps de esos desarrolladores y acertaréis seguro), pero si tuviera que destacar una en concreto sería Tiny Thief, una verdadera maravilla también para adultos.

Entre las que menos me gustan se encuentran algunas de esa miríada de aplicaciones para peinar, maquillar, pintar las uñas… acicalar en definitiva, al personaje que nos plante el juego de turno. Hay una horda ingente de aplicaciones así, normalmente gratuitas, con publicidad o pagos posteriores, y calidad ínfima.

No me gustan por muchos motivos, no solo por su mala factura o lo aburridas que son al poco, tampoco me agrada lo que transmiten. Vivimos en una sociedad cada vez más superficial, en la que lo externo parece primar sobre todo lo demás, y que aplicaciones así parecen cimentar. Pero esos programillas para móvil quedan en nada cuando me entero de que hay una hornada de aplicaciones que han dado un paso más allá y ponen a los niños pequeños a jugar con la cirugía estética.


Sí, así tal cual. Hay bastantes aplicaciones en las que los niños tienen que rellenar labios, quitar arrugas corregir tabiques… Es decir: normalizar la cirugía estética desde la más tierna infancia, plantar ideales de belleza que apuestan por conseguir esos estándares a cualquier precio, banalizar las intervenciones quirúrgicas, minar la aceptación desde a los tres años.

El horror.

Y lo que no concibo es que haya padres y tutores que permitan que sus hijos jueguen a este tipo de cosas. ¡Con la de cantidad de aplicaciones divertidas y educativas que hay disponibles!. ¿O es que les dejan descargarse libremente lo que quieran y ni siquiera lo revisan?

Me entero gracias a Álvaro Varona, que en Generación Apps (web obligada si tenéis niños tecnófilos y queréis estar bien informados de apps que sí merecen la pena) se ha hecho eco de la existencia de estas polémicas apps infantiles a cuenta de una campaña en contra de ellas que no puedo más que apoyar.

Os animo a leer el contenido entero que Álvaro publica, pero os dejo unas pocas líneas:

Usando los hashtags #CirugiaNoEsUnJuego y #SurgeryIsNotAGame, el grupo global ha creado una campaña en las redes sociales, Facebook, Twitter e Instagram que está generando indignación pública en contra de estas aplicaciones. La iniciativa exige a las tres grandes marcas que controlan las tiendas de aplicaciones, Apple, Amazon y Google que regulen con un mayor criterio este tipo de apps para niños.

Según datos de los organizadores de esta campaña habría, solo en Google Play, más de 200 aplicaciones de esta temática.Las ilustraciones de la parte superior de este texto pertenecen a la app “Simulador de Cirugía Plástica” que se puede encontrar actualmente en Google Play. En AppStore ya no aparece pero consultando la caché de Google podemos ver que el 6 de diciembre de 2016 tuvo una actualización.

Y aquí algunos otros ejemplos:

Hay que compartir y aprovechar los intereses de los niños, no podarlos

Jaime tiene muy pocos intereses. Es algo común en los niños con autismo y uno de nuestros caballos de batalla. Le interesa la comida, la música, tocar sus tambores, muy pocos juguetes y los álbumes de fotos. Eso dentro de casa. También disfruta en los columpios y nada le hace tan feliz como estar dentro del agua. Si algún 22 de diciembre tuviéramos suerte (difícil con la poca lotería que compramos) nos mudaríamos sin dudarlo a una casa con piscina para que fuera aún más feliz.

GTRES

Cuantos más intereses tenga un niño como mi hijo, mejor. Más elementos motivadores tendríamos para trabajar con él, para estimularle en la comunicación y en el juego. Los pocos que tiene, los exprimimos. Tanto en casa como los profesionales que le tratan en el colegio o en las terapias externas a las que acude (integración sensorial y piscina). De hecho, cada vez que ha cambiado de colegio, profesor o terapia, siempre hemos rellenado cuestionarios o dedicado gran parte del tiempo a hablar de sus intereses, de lo que le gusta.

Hay niños con autismo cuyo desarrollo está por delante del de mi hijo y también es algo a explotar por los profesionales inteligentes que los tratan. Si a ese niño le vuelven loco los dinosaurios, las matrículas de los coches, Pocoyo o los planetas, tanto que podría llamarse obsesión porque no quiere ni mirar otras cosas, la solución no es podar ese interés, sino utilizarlo. Buscar canciones, libros, actividades, juegos… relacionados con lo que sea que les motive.

Cuando tienes un hijo con un trastorno del desarrollo o/y con discapacidad me parece inevitable que eso influya en cómo educas a tus otros hijos, como ves la maternidad, como la sientes. Aunque de eso ya hablaremos más en profundidad y mas despacio otro día. También es inevitable que lo que aprendes para estimularlo lo apliques con ellos.
Al menos eso me ha pasado a mí.

Igual que Julia empleaba signos para pedir galleta o pan cuando era un bebé de menos de un año y signábamos con Jaime, que tenía entre dos y tres, sin parar, nos resulta natural fijarnos en sus intereses para aprovecharnos de ellos.

Y no hablo de castigar privándole de ello si no se porta como deseamos ni de premiarla con ellos. En absoluto.
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¿Te da miedo que tus hijos contacten con extraños por Internet?

A mí sí, lo reconozco. Me da miedo. No con Jaime, que su autismo puede que implique otros peligros pero desarma esos (ojalá no fuera así). Sí con Julia, con la que ya he hablado en el pasado aunque tiene apenas siete años de cómo moverse por Internet y que nunca hable con nadie que contacte con ella por Internet, por supuesto que no le cuente cosas personales, que no se crea lo que le dicen ni las imágenes que vea, igual que desconfiaría de un extraño que se le acercase por la calle pero con más motivo, porque con el escudo de Internet es más fácil mentir y engañar.

Probablemente esas intromisiones se traten de mi mayor temor, aunque no sea el único riesgo existente.

Somos muchos los que tenemos esos miedos, miedos que cobran protagonismo este martes, Día Internacional de Internet Seguro (una jornada promovida por la Comisión Europea para difundir un uso responsable de las nuevas tecnologías y la telefonía móvil). Miedos que no quieren decir vivir aterrorizado, sino ser conscientes del peligro y procurar ponerle remedio. Pero me sorprende encontrarme con que no somos mayoría.

Google ha realizado un estudio a 2.411 padres de 6 países europeos, incluido España, que pone de manifiesto que en nuestro país un 40% de los padres tiene miedo de que sus hijos se descarguen apps maliciosas o que el 33% de los mayores teme que sus hijos contacten con extraños.

¿El 33%? ¿Solo uno de cada tres? ¿No os parece poco? A mí sí.

GTRES

Sin ánimo de ser alarmista, porque soy una gran defensora de las nuevas tecnologías y de que todo instrumento puede ser muy útil o dañino dependiendo de simplemente de si sabes cómo usarlo con seguridad, me parece un número muy bajo.

Tal vez tenga que ver con la noticia que dábamos los medios precisamente este lunes sobre que un 72% de los internautas españoles nunca ha cambiado sus ajustes de privacidad. Viven felices y confiados en su particular inopia imagino.

Puede que también tenga relación con aquello de creer a nuestros hijos nativos digitales, una nueva raza de seres humanos extrañamente mutados para saberlo todo cuando se ven ante cualquier dispositivo tecnológico con conexión a Internet.
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‘El arenque rojo’, un cuento diferente, un libro que sugiere decenas de historias

El arenque rojo me llegó antes del verano recomendado por dos madres recientes que saben mucho de libros: Trastadas de mamá (bloguera-librera y cuentacuentos) y Elena Moreno, autora del cuento Y de regalo… ¡Superpoderes!.

Se sorprendieron de que no lo conociera. Es un libro que SM publicó en septiembre de 2012, pero no quisieron contarme sobre su historia o a qué se debían sus virtudes. «Es estupendo, ya lo verás», me dijeron sin más.

Y vaya si lo vi. Se trata de un libro gran formato que sorprende desde el primer momento. Las ilustraciones de Alicia Varela muestran un parque repleto de gente y animales. Hay niños, perros, adultos, pájaros… Y en cada una de sus páginas, si te fijas en uno de ellos, ves que van pasando cosas e imaginas su historia, lo que dicen, lo que sienten. Vas imaginando además las relaciones que tienen unos con otros.

La magia de El arenque rojo consiste en que no encierra una historia, son muchísimas y sujetas a lo que nuestra imaginación nos dicte. Es como La ventana indiscreta en versión infantil e impresa. Un cuento diferente y fascinante que permite trabajar la atención y que los niños se conviertan en narradores de historias, aunque aún no sepan leer.
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Quiero que los niños que necesitan un enfermero puedan ir a las excursiones con sus compañeros, ¿y tú?

GTRES

Ayer me llegó una petición de formas en Change, creada por Pedro Alzu, que me toca de cerca y que quería traer aquí.

Hay muchos niños, en toda España y no sólo en Madrid que es el ámbito de esta campaña, que acuden al colegio teniendo diferentes tipos de discapacidad, enfermedades crónicas, recuperándose de enfermedades graves… y necesitan que en su colegio haya un enfermero.

La realidad es que pocos centros lo tienen. Tengo cerca el caso de una niña con diabetes y bomba de insulina que solo tenía dos centros a elegir, uno público y otro privado, en una ciudad de 200.000 habitantes. Y ha tenido suerte. Hay ciudades, pueblos y provincias en las que la única solución es llevar al niño a un colegio muy lejos y olvidar si nos encaja el modelo educativo del centro porque la prioridad es su salud o que uno de los padres deje de trabajar para estar permanentemente atento o un abuelo o un tío capaz y dispuesto a asumir esa responsabilidad.

La mayoría de colegios, con pocas excepciones que se pueden justificar, deberían tener servicio de enfermería permanente. Tener un enfermero en el centro iba a beneficiar además a todos los alumnos.

Y, por supuesto, las excursiones deberían contar también con ese servicio. Incluso en los centros en los que hay enfermero, como suelen tener varios niños que necesitan de sus atenciones, ese enfermero es lógico que se tenga que quedar y no pueda salir en el autobús. Pero no es lógico que esos niños tengan que perderse las salidas con sus compañeros a menos que sus padres dejen de trabajar para acompañarlos.
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¿Los primos pueden ser mejores compañeros de juegos que los hermanos?

Hablar ayer de hermanos y perros me hizo recordar una conversación que he tenido a menudo con una amiga. Me cuenta que, cuando eres niño, los primos pueden ser mejores compañeros de juegos y confidencias que los propios hermanos.

Ella tiene varios primos que vivían muy cerca y a los que siente muy cercanos, sobre todo una prima de edad similar. También tiene una hermana con la que se lleva muy poco. «Mi prima y yo éramos inseparables. Los primos no son competencia, tus hermanos sí. Y no tienes que aguantarlos todo el tiempo».

No lo sé, la verdad. Miro a mi alrededor y veo que mi hija tiene la suerte de tener primas de sus mismos años con las que disfruta jugando y cuya compañía busca. Mi santo, de niño, también tuvo varios primos a mano. Y es curioso que yo le recuerde siendo un adolescente que estaba casi siempre en vacaciones en compañía de uno de sus primos y su hermano estuviera en la del otro.

Yo no tengo hermanos, pero tuve primas con las que también jugué mucho, a las que sigo apreciando mucho aunque las responsabilidades de la edad, la distancia y en algún caso las diferencias irreconciliables de nuestros mayores nos hayan separado.

Es posible que sí, que de pequeños los primos sean especiales porque son más que amigos y no llegan a generar conflictos fraternales. Aunque luego de adultos que aquello perdure depende de a dónde nos lleve la vida. Pero me inclino más por pensar en que todo depende. Hay demasiados factores en el aire.

Depende del carácter de cada niño, de las aficiones que compartan, del tiempo que puedan pasar juntos, de los años que los separen y del diferente momento de su vida en que se encuentre el niño.
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Los mejores amigos de los niños pueden ser sus perros, más que sus hermanos

Hay muchos estudios que recogen las diferentes razones por las que los niños se benefician de la compañía de animales, normalmente de perros. Mejora su autoestima, su sentido de la responsabilidad, proporcionan seguridad, un cariño incondicional, horas de juego e incluso de terapia.

Aunque el motivo para añadir un perro o cualquier otro animal a la familia no es la búsqueda de estos beneficios o atender al capricho de un niño emocionado con La patrulla canina o cualquier película de aventuras perrunas. Un animal es un compromiso y una responsabilidad por muchos años que un niño no puede asumir. Nosotros, sus padres, somos los que debemos estar dispuestos a afrontar los costes, molestias y retos que se nos plantearán. Y dar ejemplo haciéndolo. Nunca me cansare de decirlo.

Pero volvamos al estudio publicado en Journal of Applied Developmental Psychology del que quería hablar hoy aquí. Tras estudiar a 77 niños de doce años, los investigadores de la Universidad de Cambridge han llegado a la conclusión de que los perros son los mejores amigos de los niños, y no el resto de niños que les rodean. Ni siquiera los hermanos superan la relación que tienen con los canes.

“Uno de los hallazgos más chocantes de nuestro estudio es que los niños no muestran menos cercanía con sus mascotas que con sus hermanos, pese al hecho de que los animales no se pueden comunicar completamente ni entender lo que se les dice», comenta el autor del estudio Matt Cassels. «Sus principales ventajas frente a los hermanos es que no juzgan ni critican, no se muestran en desacuerdo y nunca comparten un secreto».

Pues a mí no me sorprende tanto. Tal vez porque tuve perro de niña y nunca hermanos. Tal vez porque sigo teniendo perro y conozco bien la relación que se establece con ellos. Tal vez porque he presenciado muchas peleas y rivalidades entre hermanos (intrascendentes cuando son niños, terribles cuando son adultos). No pasa siempre así, por supuesto. Hay hermanos que son los mejores amigos, de pequeños y de mayores. Y hay niños que no sienten ninguna afinidad con los animales y los perros les resbalan. Pero no, no me sorprende.

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