‘El circo de hielo’, encuentro y reencuentro con trapecistas, payasos, patinadores…

15318010_1848026192075480_6347737259301036171_nJulia tiene siete años y nunca había ido a un circo. Cosas que pasan. Hemos estados en eventos de todo tipo: teatros, musicales, parques temáticos, cines… Pero nunca en el circo. Los circos que hemos tenido a mano eran de los que se publicitaban con fieros tigres blancos, elefantes encabritados o cocodrilos de fauces enormes. Circos a los que me niego a ir por el sufrimiento animal que provocan y porque fomentan el ver a los animales como payasos.

Nunca había ido hasta el pasado viernes, que acudí con ella a ver el espectáculo de El circo de hielo y pudimos comprobar de primera mano la magia que encierra.

Fue el primer encuentro con el circo de Julia (si no contamos la película que Netflix tiene de El circo del sol) y mi reencuentro, porque la última vez que estuve en uno era una adolescente que acompañaba con mis padres a una niña más pequeña y salí horrorizada. Acudimos al circo de Teresa Rabal, al que recuerdo que fui y disfruté mucho cuando era una niña de la edad de mi hija, y debimos pillarlo en sus horas más bajas porque aquello fue un desastre absoluto, incluyendo a la señora Rabal jurando a gritos en arameo a uno de sus ayudantes.

De El circo de hielo lo de menos es la historia del escultor del hielo o el encantamiento del que nos hablan, no deja de ser una excusa para dar paso a patinadores, trapecistas, músicos, cantantes, forzudos y payasos.

Mi compañero Isra Álvarez contó la mar de bien en qué consiste el espectáculo en el artículo El Circo de Hielo: un mundo helado para una historia circense que os invito a leer si estáis interesados, con entrevista a Suso Silva, director artístico y Premio Nacional de Circo en 2003 y a la patinadora Telma Ruiz.

Yo me limitaré a recomendarlo porque para nosotras fueron más de dos horas de un espectáculo que merece la pena, porque no hay animales y porque intenta reinventarse. Nos dejamos las manos a aplaudir, cantamos, reímos y contuvimos el aliento.

Disfrutamos, sencillamente, de una tarde en el circo. Y nos dejó con ganas de más.

Julia sobre todo con los payasos que conducen la función, Tik y Tak. También con los trapecistas. Y no podía evitar taparse los ojos y mirar entre las rendijas de sus deditos mientras uno de los artistas trepaba hasta lo alto de la carpa acumulando sillas en equilibrio inestable. Alucinó con la mujer que volaba colgada de su pelo y con la bailarina que se contorsianaba y colgaba al vacío dentro de una bola de Navidad.

Eso sí número de los forzudos, uno de los últimos y que a mí me pareció muy bueno, ella llegó ya algo cansada. Dura mucho y a los niños de menos de cinco años tal vez se les haga muy largo.

circo

Ahí tenéis la pista vacía de artistas justo al acabar la función. No se permitía hacer fotos y es algo que se agradece, el baile de flashes y pantallas iluminadas del último Disney OnIce fue de locura.

Está hasta el 15 de enero, en el Escenario Puerta del Ángel de Madrid y las entradas cuestan a partir de 14 euros (merece la pena evitar las butacas más laterales y las filas más altas). Luego hará gira por otras ciudades.

Conviene ir con tiempo, dos horas antes de la función hay una pista de patinaje sobre hielo (con un coste de 5 euros por 30 minutos y permanece abierta una hora después), puestos de nubes con chocolate, palomitas y algodón de azúcar, un árbol de Navidad enorme que decorar, buzones para los Reyes Magos y Papá Noel y polaroids para tener un recuerdo instantáneo.

1 comentario

  1. Dice ser c

    Nunca has ido en Navidad al Price? Creo que también te gustaría.

    15 diciembre 2016 | 15:36

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