Archivo de junio, 2016

Si has pegado o faltado al respeto a tu hijo, reconoce que perdiste los nervios y erraste, no lo justifiques

a00452725 1933A los niños no se les insulta. A los niños se les habla con cariño y respeto, incluso cuando tenemos que corregir un comportamiento. No se les insulta porque no se lo merecen, porque debemos lograr que crezcan queriéndose a sí mismos que es el andamio para acabar siendo adultos equilibrados y felices y porque si les estamos insultando les estamos transmitiendo que eso es un comportamiento aceptable cuando crezcan. Tal vez les encontremos en el futuro insultándonos a nosotros y no tendremos autoridad para decir que no lo hagan.

Y educar creyendo que no se debe pegar ni insultar a un niño no es incompatible con educar con autoridad. Aquí no estoy hablando de que los padres sean colegas de sus hijos, sino de que los traten como seres humanos merecedores de respeto.

Es sorprendente encontrar adultos sensibles, razonables, inteligentes, que justifican el tortazo a tiempo e ignoran insultos y desprecios cuando van dirigidos a menores. Las excusas son muchas: que no se les hace apenas daño físico, que no se puede razonar con ellos, que a ellos sus padres también les pegaron y no pasó nada, que hay que enseñarles…

Son las mismas excusas que hace una o dos generaciones se oían respecto a la violencia a la mujer. Dar una bofetada o un grito puntualmente a la parienta no era para tanto, algo habría hecho,  si no se te va a subir a la chepa, a su madre también la gritaba su padre en alguna ocasión y fueron un matrimonio estupendo…

Todo se resume en algo muy sencillo, muy de base: un ser humano jamás debería ejercer la violencia contra otro. Menos aún si es de su entorno familiar. Menos aún si se le quiere. Menos aún si está en una situación de inferioridad. Todo lo demás es maquillar la ética, justificar que nos faltan estrategias, paciencia y sensibilidad.

Ahora bien, no existe ser humano que no haya perdido los nervios en alguna ocasión, no conozco a ningún padre que no haya metido la pata. Que sí, que puede que tus gritos hayan estado fuera de lugar, puede que se te escapara la mano y le dieras un cachete en el culo en un momento de saturación, puede que castigases desproporcionadamente por no ser capaz de respirar profundamente y contar hasta diez antes…

No existen los padres perfectos que nunca gritan, nunca pegan, nunca castigan. No pasa nada. No hay que fustigarse por ello, hay tomar nota y aprender para no tropezar de nuevo en la misma piedra.

No pasa nada siempre y cuando no lo justifiquemos, siempre que seamos conscientes de que no responden a una estrategia educativa, siempre que no le quitemos importancia, siempre que seamos conscientes de que ese cachete y esos gritos han sido un error, que hemos perdido los estribos, que somos adultos y que debemos aprender a contenernos para la próxima.

Y somos capaces de contenernos. Claro que sí. Ahí están nuestras relaciones con nuestros jefes como prueba evidente de que sabemos tragar sapos y culebras sin gritar, pegar ni faltar al respeto.  Pero nuestros jefes están en nuestra cabeza en una posición de superioridad jerárquica, nos interesa contenernos. Nuestros hijos no están ahí arriba, no tienen autoridad para abroncarnos o complicarnos la vida en el trabajo o hacer que lo perdamos. Pero son nuestros hijos, lo que más queremos del mundo. ¿No deberíamos tener aún más paciencia y mimo con ellos?

Los padres nunca serán perfectos, pero ojalá llegue un día en el que no haya gritos, cachetes y faltas de respeto hacia los niños. Yo sí creo posible hogares así, igual que es posible que haya relaciones de pareja igualitarias y no hace mucho también era algo de ciencia ficción.

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* Fotos: GTRES

Ile de Ré, lugar de concentración para futbolistas y de disfrute para familias con niños

– ¿Sabes dónde está concentrada la selección para la Eurocopa? En la Ile de Ré. A ver si la van a poner de moda… –

Eso me dijo mi santo, evocando inevitablemente el día que pasamos hace dos veranos en aquel pequeño paraíso de mar, viñedos, ostras y ecos de buques balleneros. Ese fue el año en el que nos enamoramos del norte de Francia, desde Poitiers hasta Caen, de Burdeos a Nantes, de LeMans a LaRochelle, y entre medias sus pequeños pueblos, sus ciudades tranquilas y llenas de maravillas.

Un viaje que no dejo de recomendar a mi alrededor si lo que se busca es desconexión, cultura, naturaleza, sin agobios de gente, por poco dinero si se viaja en coche, se buscan buenos alquileres y se compra en sus mercados para cocinar luego los productos de la tierra. Este año volveremos. Será la primera vez que repitamos por tercera vez un destino. Nos queda mucho por conocer, explorar y disfrutar.

Así que no he podido resistirme a escribir hoy de esa pequeña isla, será que ya me pide el cuerpo vacaciones, por si a alguno os sirve de inspiración para viajar con niños. Va a ser un post con muchas fotos, lo advierto, aunque tres de ellas no son mías. Arena y niños, uno de ellos al que hay que llevar siempre de la mano para evitar fugas por su autismo, impide que me dedique a la fotografía tanto como me gustaría.

La Ile de Ré es uno de los lugares más turísticos  que hemos visitado junto con La Rochelle, aunque para nada estaba saturado de gente pese a que fuimos en época de máxima afluencia (en temporada alta puede llegar a tener 160.000 personas, cuando en baja son 16.000). A las fotos de las playas me remito.

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Está apenas a media hora (y 16 euros de peaje por cruzar en coche su espectacular puente) de La Rochelle.

Vista del puente une La Rochelle con la isla de Ré (EFE/Juanjo Martín).

Vista del puente une La Rochelle con la isla de Ré (EFE/Juanjo Martín).

La Ile de Ré es un sitio en el que disfrutar con los niños de sus playas enormes y tranquilas en las que no se pasa calor pero los valientes pueden bañarse, Julia lo hizo. Claro que tanto ella como su hermano osaron bañarse el año posterior en las playas del desembarco de Normandía.  ¿Quién dijo frío?

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¿Diríais que el parto es más una cuestión de esfuerzo que de dolor? ¿Lo contrario?

GTRES

GTRES

Mi matrona me contó que lo de “parirás con dolor” de la biblia es una mala traducción de “parirás con esfuerzo”, también nos insistía en la importancia de caminar, de no ganar demasiado peso, de estar en forma para afrontar mejor el trabajo del parto, que no se llama trabajo por nada.

Recordé todo esto cuando vi una noticia hace poco que decía que el esfuerzo muscular al que se somete una mujer en el parto es similar al de correr una maratón. No sé si tanto. Lo más que yo he corrido es la distancia de una media maratón y no me parece que tenga nada que ver el tipo de esfuerzo, cómo se afronta y dosifica, pero cansado es.

«Nos encontramos en muchas ocasiones con mujeres al límite de su resistencia física durante el parto»
, comentaba en esa noticia la matrona Natalia Costas, del Hospital QuirónSalud Sur en Alcorcón (Madrid), al tiempo que recomendaba también ejercicio moderado y adaptado durante el embarazo. Curiosa percepción esa de tomarse el embarazo como un entrenamiento para el parto, pero nada errónea.

Os digo la verdad, yo recuerdo dolor en el parto de Julia, pero sobre todo esfuerzo. Era una niña de cuatro kilos, con un percentil 90 de cabeza que es casi peor, la cosa comenzó a las por la mañana y terminó casi a las doce de la noche. Recuerdo que cuando la tenía ya en mis brazos me di cuenta de que tenía pequeños hematomas en la parte interior de las manos de agarrarme a las barras para empujar. Al día siguiente tenía agujetas. Tuve que empujar mucho, muy fuerte, hasta el límite de mis fuerzas, para evitar la cesárea con la que la matrona me amenazaba.

Pero esa es mi experiencia, con una niña grande, con un parto largo, con un umbral del dolor altísimo que me permite pasar por depilaciones y tatuajes sin enterarme y encontrarme golpes que no me dolieron. Sé que no es así para todo el mundo, así que pregunté en mi entorno y mis redes sociales la percepción de otras madres.

Los partos, el equivalente a las historias de la mili de las mujeres que hemos pasado por ello. Incluso mis abuelas se animaban a contar sus vivencias cuando salía el tema.

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¿Extrema susceptibilidad de una gente o extrema insensibilidad de otra?

Andan mis redes sociales, que están  llenas de personas que aman a otras con autismo,  algo revolucionadas con la columna Narcisismo, del escritor Javier Marías en el último semanal de El País. Probablemente también esté molesta y con más motivo mucha gente con una relación íntima y no deseada con el cáncer, que también han recibido lo suyo de manos del escritor, pero yo me voy a limitar a hablar de lo que conozco.

Cuenta  Javier Marías:

La Real Academia Española recibe protestas y presiones para que suprima la siguiente acepción de “autista” (como adjetivo y como sustantivo): “Dicho de una persona: Encerrada en su mundo, conscientemente alejada de la realidad”. Los quejosos no tienen en cuenta que, como he explicado mil veces –y no he sido el único–, la RAE carece de potestad para enmendarles la plana a los hablantes. Si a ellos se les antoja emplear “autista” en sentido figurado, para referirse a alguien ensimismado, impermeable al exterior y a sus semejantes, a la Academia no le queda sino recoger ese uso. Pertenece a la lengua porque así lo han decidido los hablantes.

(…)

Esta institución, en contra de lo que muchos quisieran, no prohíbe ni impone nada; tampoco juzga; a lo sumo advierte, mediante las marcas “Vulgar” o “Negativo”, que tal o cual vocablo pueden resultar malsonantes o denigratorios.

Olvida o quiere olvidar el señor Marías que la RAE no tiene recogidos todos los usos de todos los términos, también que ha tenido acepciones erróneas, basadas en teorías desfasadas, sabiendo que estaban mal y accesibles en Internet durante años y sin cambiarlas.

Algo que pocos saben: nuestro principal referente lingüistico online tarda un total de cuatro años en modificar incorrecciones porque en la versión online no se aplican actualizaciones parciales del diccionario. Sí, habéis oído bien. Aun sabiendo que una acepción es errónea tardan años en solventarlo. Esos plazos no se pueden justificar de ninguna manera y es algo que yo tengo muy en cuenta cada vez que realizo una consulta.

Eso pasó con la definición de autismo. Cinco años hubo que esperar hasta que cambió algo que haría que cualquier conocedor del autismo, y me refiero a los profesionales que los diagnostican y no a padres hipersensibles.

Tienen la velocidad de crucero de un brontosauro nadando en mermelada y eso lo van a a acabar pagando.

Esto es lo que (mal) decía hasta hace dos años el término autismo. Todo equivocado:

Obvia también el señor Marías, tal vez no la conociera, toda esa vieja historia de desencuentro entre asociaciones y particulares que defienden los derechos de las personas con discapacidad y la RAE.  Una ‘guerra’ que podría haber terminado si la acepción de 2014 hubiera sido otra, pero autismo mantenía el «repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma» y también en autista: «encerrada en su mundo, conscientemente alejada de la realidad».

Dejar de usar autismo como insulto, de manera negativa o despectiva, es una manera de intentar que las personas que lo tienen no se encuentren con prejuicios, ideas preconcebidas, falsedades, impresiones negativas que conducen al rechazo y la incomprensión. Está pasando a diario, la gente lo sufre y por eso se pide. Ni más ni menos.

El fallecido y recordado periodista José Luis Fernández Iglesias, en la guía de estilo sobre discapacidad para profesionales de los medios de comunicación que elaboró en el año 2006 por encargo del Real Patronato sobre Discapacidad, decía:

…el lenguaje no es neutral, ni se agota en las definiciones que se contienen en las páginas de un diccionario, por amplio y completo que sea. El uso y la intencionalidad que se le dé pueden modificar el significado de muchas palabras. Con el lenguaje se integra o margina. Es la traducción de nuestra forma de pensar y concebir las realidades que nos rodean. El lenguaje es una construcción social e histórica que influye en nuestra percepción de la realidad, condiciona nuestro pensamiento y determina nuestra visión del mundo.Todos los grupos sociales que han salido o están en proceso de salir de situaciones de desventaja social han tenido que empezar por modificar el lenguaje que les perjudicaba, como por ejemplo hizo la mujer hace unas décadas. Por eso es tan importante utilizarlo bien, usar en cada caso los términos adecuados.

¿Así que de qué estamos hablando? ¿De extrema susceptibilidad de la gente o extrema insensibilidad de otra?

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Yo no prestaría a mi hijo para salir abrazado o besado por un político

323190317_38c4bb3e28_bTrabajar en un periódico tiene sus cosas peculiares. Por ejemplo, en la típica visita para enseñar a tu bebé a tus compañeros es posible que te encuentres con que se está llevando a cabo un encuentro digital a alguna celebridad. Con Jaime pasó. Llegué con él a la redacción y, antes de que pudiera decir mú, mi bebé estaba en brazos de Amaia Montero, cuando aún formaba parte de La oreja de Van Gogh, y bajo el objetivo de mi compañero Jorge París. «Yo quiero uno así, solo me falta encontrar al padre», me dijo Amaia. Y poco más.

Un recuerdo, una anécdota, unas fotos que no salieron publicadas, Amaia Montero no lo cogió para hacerse ninguna foto, sino como un gesto de amabilidad.

Hoy os las muestro aquí precisamente por todo eso. Porque no hubo intención de utilizar al niño con fin ninguno, porque las fotos de Jorge fueron para mí, porque todo fue espontáneo y limpio.

 

¿Y si las circunstancias hubieran sido las mismas pero con Pablo Iglesias, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez o Albert Rivera? Todos ellos han pasado también por el periódico, bien podría habérmelos encontrado a ellos (o a los que eran como ellos hace nueve o seis años).

La película hubiera sido muy distinta. No me hubiera sentido cómoda y no hubiera hecho públicas las fotos.

¿Prejuicios hacia la clase política? Tal vez. Todos tenemos demasiado presentes las imágenes de políticos besando y abrazando niños con intenciones electorales, buscando que algo de la luz clara que irradian los niños se refleje en ellos para obtener más votos, para hacer más atractiva su imagen de cara a los resultados en las urnas.

Imágenes que a mí me chirrían, me incomodan.

niños

No me gusta que se utilice a los niños, menos aún con esos fines. Ni aunque encontrase un líder de partido con el que estuviese completamente de acuerdo y me pareciese una persona admirable, algo que no ha sucedido y dudo que pase, habría permitido que mis hijos salieran entre los brazos de un político.

Los niños no deben ser instrumentos electoralistas.

El viernes pasado me alegró encontrarme con un comunicado de la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) mostrando su desacuerdo con que aparezcan menores como entrevistadores y comentaristas políticos en el programa de Telecinco 26J. Quiero Gobernar, y ha considerado que es «una forma de exhibirlos», casi «como mascotas».

Así lo contábamos en la noticia de ese día:

Para la AUC, se usa a los niños «para complacencia de los adultos» y haciendo que se pronuncien sobre contenidos que «no tienen que ver con su edad», ni con «su comprensión del mundo», ni con «su universo de preocupaciones». En el caso del programa de Telecinco, un grupo de niños han entrevistado y conversado con los candidatos a las elecciones Pablo Iglesias (el pasado martes) y Albert Rivera (el pasado miércoles).

A su vez ha pedido que se entienda como protección al menor en el ámbito audiovisual «el respeto a su desarrollo evolutivo», y ha recordado que en casos como este no puede intervenir el Defensor del Menor porque no existe dicha figura a nivel estatal

No sé vosotros, pero yo estoy completamente de acuerdo.

Vale, no es motivo de trauma para esos niños, que incluso lo habrán pasado bien con la experiencia de pasar por televisión. Pero eso no justifica que sea correcto exponerles de esa manera.

* El comunicado completo de la AUC [PDF].

Los mejores juguetes de 2016 según los premios de la industria juguetera (y mi opinión al respecto)

La tarde del miércoles estuve en la entrega del equivalente a los Goya de los juguetes. ¿Cómo funcionan estos premios que distinguen los mejores juguetes del año 2016, únicos galardones de nuestro país que reconocen a esta categoría de productos? Pues participan las empresas que forman parte de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes, cada una propone los juguetes que considera mejores, con más posibilidades para ganar, en las diferentes categorías. Un jurado independiente compuesto por expertos en pedagogía, psicología, distribución, educación, diseño, medios de comunicación y asociaciones de usuarios, decide los ganadores salvo en un caso, en el que el juguete ganador lo designa una votación popular.

Respecto a los trece mejores juguetes de 2016, (once en diferentes categorías de juego, el mejor valorado por el público, que no entiendo y más abajo veréis mis razones, y el mejor juguete elegido por la distribución), os voy a destacar los que más llamaron mi atención, pero aquí tenéis el listado completo con opción a que vosotros votéis, a ver cuál de esos trece productos acaba siendo el que más votos cosecha entre los lectores de 20minutos.

Los pude ver y toquetear, y con algunos me quedé con las ganas de jugar, como con Simon Air de Hasbro, revisión del clásico Simon que tenían mis primas mayores y me encantaba, o Ido 3D vertical delux design studio de Giochi Preziosi. Tengo un amigo con un bolígrafo 3D así que a Julia le fascinó cuando lo vio, a falta de comprobar su durabilidad y resistencia, tiene una pinta fantástica.

Otro juguete que me llamó la atención pero reservo mi opinión definitiva a poder probarlo en casa con la infantería es Skitbot Animation Studio de Goliath Games, que viene equipado con cromas verdes y azules para que los niños creen sus escenas de acción desde una app gratuita. La idea mola.

En juguetes conectados ganó Zowi, del que ya os hablé (muy bien) en su día. Smart Anatomy de Diset, fue el mejor juguete electrónico de aprendizaje y también me gustaría probarlo para comprobar si han logrado hacer ameno y divertido el aprendizaje del cuerpo humano y sus sistemas y funciones.

Skip It de Bizak me trasladó a mi infancia. ¡Es mi vieja boti bota! Juguete de moda cuando tenía más o menos la edad de Julia. Me encantaba el 1, 2, 3 de Mayra Gómez Kemp y me encantaba avanzar por la calle saltando con Botilde en el tobillo pese a que mis padres me lo prohibieran por ser un peligro público. La tuve hasta que la destrocé y no me la repusieron.

Hubo otros premiados de cuyos méritos no dudo, pero que, como iba buscando originalidad, me impactaron poco. Por ejemplo el premio a mejor juguete para la primera infancia, que era un andador, o el vehículo de gran tamaño que no dudo que sea fantástico pero que (cuando llevan motor y se limitan a tener al niño sentado y ocupar espacio) nunca han sido santo de mi devoción.

Incomprensible para mí el ganador en la categoría al más votado por el público, a menos que toda Córdoba se lanzara como loca a votar junto a todos los fans de Antonio José (ganador La voz 2015), que apoya a la muñeca con una canción. Se trata de una muñeca llamada Patia inspirada en los patios cordobeses que viene con un sobre de semillas de geranios y que jamás he visto en ninguna juguetería ni de la que había oído hablar.

Pero más incomprensible todavía es la imagen que ilustra la trasera de la caja en un producto infantil. ¿En qué demonios estaban pensando? Lo único bueno de la foto es que así ni te fijas casi en que la muñequita va pintada como una puerta.

Como os decía antes, aquí los tenéis todos y podéis votar los que más os gusten.

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Disney se rinde a las carreras populares con #DisneyFunRun y la primera media maratón de Disneyland París

Disney Magic RunOs he hablado aquí con frecuencia de que soy una convencida de los beneficios del deporte, en niños y en mayores. Y, dentro del deporte, siento debilidad por correr.

Yo he tenido épocas en las que he corrido mucho más. Demasiado probablemente, y por eso acabe en un quirófano perdiendo un trocito de menisco. Ahora me muevo poco y me siento culpable por ello. Correr me oxigena la cabeza, me hace enfermar menos, me hace sentir bien en definitiva. Y lo paso muy bien en las carreras populares, vaya sola o con amigos.

Y como imagino que es inevitable que los hijos de padres que esquían prueben la nieve, los de los surfistas el mar y los de los futboleros el césped, pues Julia y Jaime también ha probado eso de las carreras.

Cada vez hay más carreras populares con su versión adaptada para niños o directamente pensando en ellos. Ya os hablé también en el pasado que me parecen un plan fantástico con ellos, con un ambiente sano y divertido. Julia y Jaime ya apenas con tres y cinco años participaron en la versión infantil de la carrera BBVA, me han animado en algunas carreras populares y han corrido conmigo todos los años la carrera por el autismo.

A Jaime le están enseñando a correr en su colegio. Julia este curso ha estado acudiendo a una escuela de atletismo. Y repetiremos el año que viene tras ver este verano los Juegos Olímpicos. Entendedme, por mucho que me guste a mí, jamás la obligaré a hacer algo con lo que no disfrute. Le gusta correr, saltar, jugar al aire libre.

Entenderéis por tanto que cuando Disney me propuso un reto vinculado a las carreras Disney Fun Run y a la primera media maratón y carrera popular que tendrá lugar en Disneyland París no sólo no me pude resistir, sino que lo acepté con entusiasmo.

La cosa es así: el próximo 5 de junio en el Club de Polo de Barcelona y el día 12 del mismo mes en el Hipódromo de la Zarzuela de Madrid tendrán lugar las carreras para toda la familia que organiza Disney. Unos eventos en los que, además de carreras con distintos niveles de dificultad y una caminata apta para todos, hay juegos para los niños, un mercadillo benéfico y personajes Disney.

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Los niños, los mejores cazadores de libros (también en la Feria del libro de Madrid)

casalibroLos niños son los mejores cazadores de libros que conozco, al menos eso es lo que he concluido observándome a mí y a mi alrededor. Si acudo a una librería o a la feria del libro, es probable que contenga mis compras repitiéndome “ya tienes una pila de pendientes gigante, en casa ya no te cabe más papel…”; pero si son tus hijos los que muestran interés por un cuento o un libro de primeros lectores. ¿Cómo no cogérselo? A menos que el objeto de deseo en cuestión te chirríe por temática o precio, las probabilidades son mucho más altas de que el niño en cuestión acabe con una sonrisa y nueva lectura.

Siempre me ha gustado visitar la Feria del libro de Madrid. Antes de tener hijos y después. El Retiro, pese a alguna ocasional caída de árboles, es un parque urbano muy hermoso y cualquier excusa es buena para visitarlo. La feria del libro tiene lugar además durante la breve y caprichosa primavera madrileña, en la que (al menos a mí que no tengo alergia) se me cae el techo encima. También allí los niños suelen triunfar.

De hecho, acudir sin prisas a la Feria del libro de la ciudad que sea es un plan con niños que siempre recomiendo, aunque la madrileña, como ya apunté aquí hace un par de años, podría mejorar bastante en su accesibilidad a los más pequeños.

El recorrido por todas las casetas es muy largo, los niños pequeños se cansan. Las casetas de cuentos y libros infantiles están esparcidas y tienen el mismo tamaño que el resto de casetas, así que son precisos bancos, sillas y alzadores, pero no todos tienen, no hay para todos los niños que se agolpan y no les facilita el tocar y elegir libros.

Sería preferible que estuviesen todas agrupadas, que el diseño de las casetas tuviera en cuenta su pequeño tamaño e incluso que hubiera una zona para los más chiquitos en la que pudieran tocar y leerlos en el suelo. Realmente casi cualquier librería lo tiene mejor pensado. En muchas abundan estas zonas infantiles, que acaban siendo rentables.

El año pasado fue especial. Durante dos días estuve firmando mi propia novela. Verme en el interior de la caseta es algo que jamás olvidaré, aunque esa es otra historieta que hoy y aquí no procede contar. Y un tercer día estuve presentando varios libros de la colección ¿Qué sabemos de? del CSIC y Catarata. Tras salir de la carpa aquel día me planteaba que asistir a la charla habría sido recomendable para muchos chicos, aunque tal vez con algunos años más que los míos.  Libros, aire libre y ciencia. Una conjunción fantástica.

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