Estamos descubriendo toda la vida que encierra una pequeña semilla

Hace un par de semanas compramos diferentes semillas con algo del dinero que Julia tiene ahorrado. Las que ella eligió: manzanilla, menta, fresas y pimientos, de esos que pican a rabiar. Quería una planta de flores, otra de frutas, otra de verduras y una «que fuera sólo verde».
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Así que nos fuimos con semillas, tiestitos de arranque y tierra a casa. Allí ya teníamos esperando un juego de botánica que le habían traído los reyes, un kit para hacer germinar semillas de diferentes maneras y experimentar haciéndolo. Estuvimos una mañana creando nuestros semilleros de distintas maneras: con el kit, en tiestos cubiertos de papel film agujereado, en un viejo tupper… y etiquetando lo que había en cada sitio.

Pues bien, apenas una semana después ya estaba asomando la manzanilla, la más rápida. Y pocos días más tarde los pimientos comenzaron a despuntar. Ayer mismo vimos los primeros brotes de las fresas.

Julia está entusiasmada viendo toda la vida que escondían esas pequeñas semillas. Lo insignificante puede ser poderoso e importante. Una gran enseñanza, y no es la única. Creo que para un niño es bueno ver de dónde salen las frutas y verduras que comemos, lo que cuesta lograrlo, la paciencia y dedicación que implica.

Ya me había ayudado en el pasado con las plantas que tenemos en la terraza: trasplantando, quitando hojas estropeadas, regando y reproduciendo. Y en otras ocasiones hemos tenido plantitas de fresas o tomates cherrys, cuyos frutos ha devorado feliz. Incluso en el cole tuvo el primer año algunas horas en la huerta, una actividad que le encantó y de la que volvió orgullosa a cada con acelga, cebolla y patatas bajo el brazo.

Algo que siempre he sentido y sentiré es no poder ofrecer a mis hijos la infancia que yo tuve en los praos asturianos, veranos llenos de varas de hierba, ganado que atender, patatas o manzanas que recoger…

Al menos nos quedarán estos pequeños sucedáneos.

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3 comentarios

  1. Dice ser jesus

    «Algo que siempre he sentido y sentiré es no poder ofrecer a mis hijos la infancia que yo tuve en los praos asturianos, veranos llenos de varas de hierba, ganado que atender, patatas o manzanas que recoger…»
    Intentalo, no pensaras que no se puede ¿no?

    17 febrero 2015 | 09:13

  2. Dice ser A. González

    No me gusta que se diga que es mejor que los niños se críen en los campos, «praos» y recogiendo manzanas dando por hecho que la infancia en la ciudad es horrible y no se pongan lo medios, si así se piensa, huyendo a por las patatas y la varas de hierba, aquí no se obliga a esta a nadie, es más, cuanto menos bultos más claridad.

    17 febrero 2015 | 11:04

  3. Dice ser SUSANA

    Yo, que también tuve una infancia en los praos asturianos, con vacas, huertos, yendo a la herva, alimentando gallinas y criando pavos y conejos… entiendo perfectamente lo que quieres decir. También tengo la pena de que mis hijos no tengan un pueblo, una casa de la abuela a la que ir cada verano y vivir «salvajes» como lo hice yo.
    Busco, como tú, sucedáneos cada vez que se prewsenta la ocasion, pero lo de los semilleros no lo había pensado. Me has dado una muy buena idea que pienso poner en práctica.
    Gracias.

    17 febrero 2015 | 13:47

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