El cuento del calcetín, el cuento del corazón un poco roto

vuelta-a-casaMe pasan un vídeo muy bonito. Sencillo. Sin alharacas. Con lo que más les gusta y mejor entienden los niños: un cuento. En el vídeo la actriz Ana Fernández (Los Protegidos) lee un cuento a una niña con problemas de corazón, una metáfora de lo que viven estos niños con cardiopatías y sus familias.

Mi madre tuvo que ser operada del corazón cuando Julia era poco más que un bebé, recuerdo lo duro que fue el proceso previo y la recuperación tras la operación. Me estremezco pensando en que un niño pequeño tenga que pasar por ello.

El vídeo lo ha hecho la Fundación Menudos Corazones , cuantas más visualizaciones, más donaciones de Telefónica obtendrán. Por eso piden ayuda para compartir el vídeo y por eso lo he traído hoy aquí. Para ayudar a todos esos pequeños con problemas de corazón. Cada año se dan en España 4.000 nuevos casos de cardiopatías congénitas. Os recomiendo que visitéis la web de la fundación para que veáis todo lo que hacen por esos niños. Tiene una tienda con regalitos, y ya sabéis que yo defiendo ese tipo de presentes para los niños en bodas o comuniones.

Aquí el cuento. No sé vosotros, pero yo se lo pienso contar a Julia esta noche con un calcetín en la mano, al estilo de Murdoch en el Equipo A:

Érase una vez una niña que tenía un calcetín roto… pero nadie lo sabía.

Ese calcetín no le molestaba al andar, ni le impedía saltar a la comba. Pero si corría mucho, el zapato le rozaba y podía hacerle una herida. Por eso había ciertos juegos a los que no quería jugar y sus compañeros no lo entendían, porque el agujero no se veía. Sólo la niña sabía que estaba ahí.

A veces se olvidaba de él. En realidad, sólo le molestaba al quitarse los zapatos, porque le entraba un poquito de frío. Y eso sí era un problema, porque con los pies fríos no se puede andar, ni saltar a la comba. Así que un día, los padres de la niña pensaron que sería mejor hacer un remiendo en el calcetín.
Así la niña estaría más tranquila. Y ellos también. Sin el agujero, ya no se notaba el frío. Pero la costura también le rozaba. Así que seguía sin jugar a ciertos juegos y sus amigos seguían sin saber por qué…

Al final, cansada de que se lo preguntaran tantas veces, decidió contarles la verdad: «No puedo correr como vosotros, porque tengo un poco roto… el corazón».

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