Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

Archivo de julio, 2008

Cómo evitar conductas delictivas

«Siempre que un menor llega a un juzgado hay detrás un problema de fracaso escolar». Son palabras del juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, en un curso de verano sobre la violencia escolar y la conducta antisocial de los adolescentes. El juez explicó que un 82% de los menores andaluces que cumple con el perfil de delincuente sufre fracaso escolar.

Calatayud, conocido por sentencias ejemplares como la que condenaba a un chaval analfabeto que había cometido un delito a que aprendiese a leer o la que obligaba a un hacker a impartir clases de informática, se resiste a que los menores que pasan por su juzgado terminen en la cárcel e intenta darles siempre una segunda oportunidad.

Pero ayer no habló sólo de chavales. Habló sobre todo de las familias, de la importancia de la actitud de los padres para evitar que sus hijos desarrollen conductas delictivas. Dijo cosas como éstas:

«Se ha perdido el norte, puesto que hay que proteger a los chavales pero no todo vale».

«Hay que devolver la autoridad al padre, al maestro y también los políticos tienen que saber decir no, pues se está creando a unos niños muy light que no admiten la frustración».

«No podemos ver como normal que haya menores todos los fines de semana bebiendo alcohol en la vía pública».

«Los medios de comunicación también están creando una realidad y una juventud distorsionada. Los padres deben vigilar lo que sus hijos ven a través de la televisión porque ésta forma la opinión del 80% de la población».

¿Qué opinas? ¿estás de acuerdo con el juez?

De futbolista a médico o fisioterapeuta

-Y tú, ¿qué quieres ser de mayor? La pregunta iba dirigida a mi hijo pequeño.

-Ya soy mayor, pero aún no sé a qué me voy a dedicar, respondió él muy serio.

-Estoy harto de la dichosa preguntita. ¿No saben decir otra cosa? Cada año lo mismo…

Con el fin de curso llegan las notas y también la consabida pregunta de padres, profesores, vecinos, tíos, primos o parientes de cualquier grado. Cuando eran pequeños mis hijos solían decir que querían ser futbolistas. De hecho, uno de ellos lo ha seguido diciendo hasta hace poco.

Ahora que se ha hecho mayor, como él dice, creo que ya se ha convencido de que su futuro no va a estar en ningún gran club de fútbol. Así que, afortunadamente, se ha centrado en los estudios. Quiere estudiar una carrera de la rama sanitaria, pero todavía no tiene muy claro cuál será. En los últimos días no deja de decir que su elección podría ser medicina o fisioterapia.

Aún tiene tiempo para decidirse, le queda todo un curso por delante, además de la selectividad. Lo que ya tiene más que claro es que, si quiere hacer cualquiera de esas dos carreras, tiene que estudiar más que nunca para asegurarse una plaza. Las notas de corte del año pasado superaron en ambos casos el 7,5. Este año podrían ser todavía más altas, y probablemente subirán todavía un poco más el siguiente, que es cuando podría entrar él en la universidad.

Así que, si de mayor quiere ser médico o fisioterapeuta, le espera un año duro. Y unos cuantos más en la facultad.

¡Con la SGAE hemos topado!

Tengo miedo. El autor de un blog ha sido condenado a pagar 9.000 euros a la SGAE por los comentarios que dejaron sus lectores, ya que un tribunal de Madrid ha considerado que atentan contra el derecho al honor y la dignidad de la Sociedad General de Autores.

Julio Alonso, autor del blog Merodeando, ha sido condenado además a retirar los contenidos de su bitácora que resultaban ofensivos para dicha organización y a publicar la resolución judicial durante 15 días en su blog. Ya lo ha hecho, por supuesto. Ahora tendrá que rascarse el bolsillo.

Alonso habló en su blog de un Google Bomb contra la SGAE, una campaña en la que muchos internautas se ponen de acuerdo para hacer que un buscador ofrezca un resultado determinado cuando se le pregunta por una palabra. En este caso se ligó la palabra ‘ladrones’ a la web de la SGAE.

El juzgado ha resuelto que Alonso «aunque no es autor de las opiniones vertidas en su blog, sí es colaborador necesario en esta lesión del derecho al honor, como administrador de la página web». Toma ya, el autor de un texto «colaborador» y responsable de todo lo que puedan escribir todos aquellos que le lean, estén o no en su sano juicio, y simepre que sean comentarios malsonantes, burradas, insultos, ofensas o alusiones de mal gusto contra cualquier persona o entidad que pueda sentirse ofendida (que esto también es opinable).

Desde que me he enterado no dejo de pensar en la cantidad de comentarios racistas que me he encontrado hoy mismo en mi blog. ¿Debería borrarlos todos? en ese caso no se entenderían los de los lectores que les responden y creo que se hurtaría al lector una parte importante del debate generado. Por otra parte, ningún bloguero puede estar pendiente de los comentarios durante las 24 horas del día, y a aún asi, será acusado de censor en cuanto quite alguno.

Me he referido a mi propio blog, pero los insultos, bravuconadas y ofensas a distintos colectivos abundan por toda la blogosfera y se puede encontrar a diario un buen número de ellos en informaciones de éste y de otros periódicos -pese a los filtros de control para evitarlos-. ¿Y si cualquiera de las decenas de ONG y asociaciones en defensa de los inmigrantes se siente ofendida por alguno de esos comentarios racistas van a denunciarnos a todos? ¿tendrían el mismo éxito que la Sociedad General de Autores? Dios mio, ¡con la SGAE hemos topado!

«Le han pegado unos polis por ser negro»

Hace un rato han llamado al telefonillo. Era R., uno de los mejores amigos de mi hijo. No ha querido subir y mi hijo me ha dicho que tenía que bajar a verle: «Está hecho polvo, le han pegado unos polis por ser negro».

Según lo que me ha contado al volver, R. y otro amigo estaban haciendo un graffiti cuando llegaron unos policías que empezaron a insultarle y a pegarle. «Le pisaron la cabeza en la calle y tiene una rodilla hecha polvo y una herida en el labio», me ha explicado. La noche terminó en comisaría, con más policías y más golpes -todo según la versión que me ha dado mi hijo- pero casi todos los recibió R. El otro amigo se llevó un empujón o un puñetazo, no lo sabe muy bien.

Cuando me lo ha contado he empezado a hacer preguntas en voz alta, sin terminar de creerme lo que acababa de escuchar. «A ver, es muy fácil, van dos, uno negro y otro blanco, y sólo recibe el negro, ¿por qué es?», me ha soltado para aclarar mis dudas.

R. fue a un hospital después de lo ocurrido y tiene el parte médico que acredita sus lesiones, pero no ha presentado denuncia. Así que les he dicho que eso es lo primero que tiene que hacer. «De qué va a servir, son polis los que lo han hecho y se defienden entre ellos. Siempre es igual», ha intervenido mi otro hijo.

Al mostrar mi sorpresa por su respuesta y hacer nuevas preguntas me he encontrado con el relato de 4 o 5 casos de violencia policial contra chavales, amigos o conocidos suyos, unos menores y otros que ya no lo son. Me han dejado sin habla. ¿conoces más casos de este tipo? ¿hubo denuncia? ¿cómo se resolvió?

Su primer día de trabajo

Anoche me llevé una grata sorpresa: mi hijo pequeño me dijo que iba a empezar a trabajar. Su ex entrenador de fútbol, al que conoce desde que empezó a ir al cole, le ofreció ayer mismo una ocupación veraniega: echar una mano a los profesores con los niños de 4 y 5 años que acuden al colegio durante el mes de julio mientras sus padres trabajan. Y a él le encantó la idea.

Dicho y hecho: me lo contó anoche y esta misma mañana el gran dormilón se ha levantado a tiempo para comenzar su jornada laboral a las nueve. Va a ir todas las mañanas -excepto unos días que ya tenía previsto otro trabajo como ayudante de monitor en un campamento-.

A la hora de comer le he mandado un mensaje para saber cómo le había ido. «Piruleta! y ad+ me pgan, k lgo t llmo. bso», ha sido su respuesta.

Hace un rato, ya en casa, me ha dado más detalles. Se lo ha pasado genial con los niños. Ha jugado con ellos al fútbol, al baloncesto, han hecho carreras… Han dibujado, han cantado, han hablado de los jugadores de la selección y les ha contado chistes mientras comían algo a media mañana en una gran mesa en el patio. Vamos, que ha disfrutado casi tanto como ellos.

Y cuando ha vuelto a casa ha tenido tiempo de acercarse al súper -una tarea que no le entusiasma y que hoy ha hecho sin que nadie se lo pidiera-. Eso sí, la tarde la ha pasado tirado a la bartola en la piscina con sus amigos. Se lo había ganado.