José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

No he podido jugar.

A la salida había niebla y la ciudad se presentaba como un pastel espeso.

Vimos Babel y tardamos largo en romper el silencio. Tal vez buscábamos como justificarnos para decir que el derrame pretencioso cargado de acentos y desgracias gratuitas no nos había gustado. A ninguno, y éramos cuatro de nuestras madres y padres. Dianas perfectas, supongo, pero el disparo marró.

Me había ocurrido y me mordí la lengua con 21 gramos que me pareció un culebrón desordenado. Me pareció también, aunque menos, Amores Perros, donde pese a todo había cierta armonía propia del relato en los imanes que se atraían. Pero la fórmula de los dados azarosos, domésticos y universales, se me resiste ahora definitivamente: una bala en Marruecos, una frontera en América, un fusil en Tokio engarzadas en el mismo destino. Y qué.

Tal vez tenga que pedir perdón entre algunas amistades, defenderme con uñas y dientes, pero aún admirando el diseño del invento, sometido en buena parte al poderío de sus imágenes, a la música envolvente, y a sus rostros – no los principales: no me emociona jamás Cate Blanchett, tan guapa y puesta ahí por el ayuntamiento; no encajo con Brad Pitt, sus arrugas y sus llamadas, tan reivindicadas, ya lo siento, ni me sirve el bigote dibujado de Garcìa Bernal; estoy más cerca, por ejemplo, de la adolescente japonesa y de su padre, impávido, del policía que les rodea, Koji Yakusho, Rinko Kikuchi: el tramo más coherente, que hubiera pedido una carrera propia), hay una acumulada, forzada – forzadísima– intención en el puzzle que me dispara completamente de la historia: ni un hueco para la voluntad, para la autonomía de los personajes, -ojo, de los personajes– paradoja en una historia dominada desde su origen por lo que quieren los autores y por qué su sacrosanta voluntad, esta sí, impone.

No es un problema ideológico, de buenos y peores, que tanto preocupa a algunos; siempre me enseñaron que la mano del autor debe esconderse, que su mirada tiene que confundirse con la nuestra para que podamos descubrirla. Aquí, me temo, las cartas están tan marcadas y tan sobre la mesa que no hay manera de jugar.

La niebla nos acogió pero todavía alcancé a oír: ¿triunfaría ahora Lucecita? Hubo que explicar la irreverencia.

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7 comentarios

  1. Dice ser kelson0

    pistas.quizá la relación entre padres e hijos

    30 noviembre -0001 | 0:00

  2. Dice ser kelson0

    Confusión

    12 enero 2007 | 11:29

  3. Dice ser azucena

    Iñarritu y su guionista, cuy nombre no recuerdo ahora, se pasan de «intensos».

    12 enero 2007 | 13:41

  4. Dice ser gretel

    Sí, igual pienso…No se bien el mensaje de está película… yo solo he visto a un atajo de irresponsables:Me he pasado la peli creyendo que el Brat Pitt había tenido una aventura, su mujer estaba enfadada por ello y se la lleva para arreglarlo a Marruecos; así que era fácil: TODO PASA POR EL CABRONAZO DE BRAT.Pero resulta que no había cuernos, así que se me ha ido ya el hilo…

    12 enero 2007 | 13:45

  5. Dice ser jaes

    Por supuesto, Kelson. Y, sobre todo, de la respuesta individual, propia, a lo que llega. Pero, vuelta a ver en la cabeza, y con detalle, y hablada estos días — eso también es una pista: si no se acaba tiene propiedades: esa cena solitaria, ese policía, ese papel, ese secreto, el único misterio– con espectadores y amigos que han sido capaces de dejarse llorar, sigo pensando que habla sobre todo de los autores hablando, encajando el molde.

    14 enero 2007 | 13:52

  6. Dice ser Laura

    Uffff, jaes! Qué enrevesado hablas! No me he enterado de nada.En fin, que a mi la peli me dejó indiferente.

    14 enero 2007 | 23:10

  7. Dice ser MM

    He visto Babel, y te puedo decir Jaes, que a mi particularmente me ha gustado.Cierto es que la historia de la japo está cogida por los pelos pero no deja de ser una historia sugerente, misteriosa y bien desarrollada.Creo que el significado está en su globalidad, en la variedad de este mundo, en la humanidad perdida y olvidada. El gesto del marroquí al rechazar el dinero de Prat Pitt..en el dolor que encierra las desgracias, con diferente color y nacionalidad..Es una buena obra, a pesar de su pretenciosidad., creo que la clave es el trasfondo que Iñárritu nos enseña. No soy ninguna crítica de cine, solo una mera espectadora, que se ha emocionado con miradas, gestos y en definitiva del cine de Alejandro González Iñárritu, que hizo ese 21 gramos, donde aún pienso en el alma, en esa historia sugerente y atrayente desde el primer plano, sin ser un culebrón “desordenado”…más cine de autor con Iñárritu hacen falta en el panorama cinematográfico actual.Un saludo,

    14 enero 2007 | 23:54

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