José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Leer después de muerto

La eternidad existe. Y los personajes de Flann O.Brien , en su novela El Tercer Policìa, la encuentran, la manejan con válvulas y cables, y la disfrutan. Yo también: esas horas entre paréntesis, suspendidas, en las que el tiempo no pasa, no se da y que, ya sólo de vez en cuando, se pueden disfrutar con un libro, me las han regalado las 298 páginas y las vueltas y revueltas de esta novela absurda y mortalmente divertida, escrita con inquietante belleza. Un hombre que hereda una taberna comete un asesinato para garantizarse ingresos económicos y se pasa el resto de su existencia buscando el tesoro que escondía el muerto. Y, de camino, con dos policías extravagantes que persiguen bicicletas y elaboran objetos del tamaño de un átomo, encuentra la eternidad, una mafia de cojos y el espíritu de su asesinado, todo mientras espera que se levante el patíbulo donde han de colgarle. Y setenta cosas más, pespunteadas por disgresiones sobre un científico del que es experto, capaz de teorizar sobre el humo que crea la noche, la electricidad reducida a cordeles, la energía del agua y la forma de la tierra que, inequívocamente, parece una salchicha. Tal cual.

El tercer policía, escrito en los años sesenta, lo ha recuperado Nórdica, una de esas pequeñas editoriales que se mueven lejos de los grupos empresariales, a las que cada vez hay que mirar más. Me lo recomendó una librera – suerte que tengo– sin fijarse en la faja en la que se recordaba que el libro había sido un sido un éxito reciente y fulgurante en EEUU después de que apareciera nombrado en la serie Perdidos. Bueno.

O´Brian es sólo un seudónimo de los que usó Brian O´Nolan, funcionario irlandés, periodista satírico y novelista casi secreto, que vivió entre 1911 y 1966. Sus libros eran adorados por Beckett, Joyce y Borges. No me extraña. Para estos días entre paréntesis.

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