José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Detective de monstruos y fracasos

El primero se tiró de un quinto piso. Era un ingeniero. Decenas de compañeros fueron testigos. El segundo se dejó ahogar por las aguas enfangadas de un estanque. Lo encontraron días después de hacerlo echado en falta. El tercero, se colgó de un cinturón mientras su mujer y su hija estaban de viaje. El primero estaba tenso y su muerte fue sólo un pequeño acontecimiento; el segundo, era depresivo, y tal vez, dijeron, fue una casualidad que trabajara en el mismo edificio que el primero; el tercero, levantó la liebre. Y dejó una nota.Ya nadie podía engañarse. Todos eran compañeros y todos los demás se acordaron de un cuarto de hace un año y de otros más, frustrados.

En la fábrica central de Renault, Technocentre, una megafactorìa con más de 12.000 empleados, una ciudadela encadenada del futuro, el miedo existe. Un asesino anda suelto, un monstruo, una quimera, algo intangible que tienta con el vacío a los más débiles, a cualquiera. El Contrato 2009, me temo.

Podría ser el título de una película; podría ser una película. En La Caja Kovack, por ejemplo, la gente se suicida y nadie sabe por qué mientras se preocupan de si lo que les pasa es real o es ficción. Aquí, no hay duda: todo es real, mientras se fabrica el Twingo o el Laguna, todo es real ¿Cómo imaginar ese alien destructor? ¿Cómo dibujarlo? Los responsables empresariales, empeñados en conseguir unos resultados estratosféricos, mantener un nombre, seis nuevos modelos cada año, cientos de millones de beneficio, una imagen, empezaron negando el contacto entre éxito a toda costa y muerte: «no hay», dijeron, «una relación entre estos fallecimientos y nuestra política de recursos humanos. Siempre existe un factor personal en los suicidios y pese a todas nuestras precauciones, no podemos evitar que este tipo de dramas sucedan»; ahora, a la tercera, han decidido investigar esa conexión.

¿Por qué me ha interesado ésta historia? Porque podría ser una película, claro, y por una frase: Renault no tiene derecho al fracaso, pero sus trabajadores sí. Esa sería la pista para el olfato del detective, la fetidez de las macrocifras, la peste de las microvidas acabadas.

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En The Host hay un monstruo y cuatro fracasados; una base militar estadounidense que protege a los coreanos y, de paso, les llena de venenos; un río, el paisaje preferido por la clase obrera de Seúl para echar la tarde, que se convierte en un campo de batalla, y Joon-Ho Bong, un director de cine, más que peculiar. Llamó la atención con Memory of murder, mezclando el thriller más angustioso y la comedia más cercana, la impericia policial, la miseria de una dictadura, el retrato de costumbres. Aquí, juega otra vez con ese trasiego, con los hechos reales y con las vidas pequeñas y fracasadas, enfrentadas a las realidades monstruosas.

Me gusta lo poco o nada que la película tiene de Godzilla, Gamera, Ultraman y demás criaturas Kaiju; y lo mucho que hereda de Alien, a su manera, desde luego, sin la trascendencia aparente de la película de Ridley Scott; lo imprevisible, lo fuera de la norma monstruosa, lo que que se sale del camino en la coreografía de la acción, cómo da la vuelta a la tragedia con una piel de plátano, cómo cuenta cuatro historias a la vez, cómo salva la continuidad y es capaz de pasar de un punto de alta tensión al ridículo más inquietante. Me gustan los travellings por el río y el dormilón que aprende a ser padre a marchas forzadas, que aprende a comer sano y a olvidarse de la televisión; la hermana arquera olímpica y sus problemas con el tiempo y la precisión; el universitario radical, que ha empeñado su juventud por defender la democracia coreana y ahora no sabe a lo que puede dedicarse ni como acertar con los còcteles molotov; el patriarca y su quiosco playero, obsesionado en hacer las cosas como hay que hacerlas, como las hacían los ancestros, contar las patas de los calamares, por ejemplo. Y, sobre todo, cómo Joon-Ho Bong lo digiere todo a la vez, y lo utiliza con desparpajo para meterse con las autoridades, con el poder desmesurado de los científicos, con la burocracia médica y militar, con la torpeza infantil de sus protagonistas, de su propio país.

Vale, es una película de monstruos, tal vez con un final embarullado, cierto, pero la próxima película de Joon.Ho Bong, cuando la haga, también la iré a ver. A ver que me cuenta.

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2 comentarios

  1. Dice ser Soledad

    ¡Caramba!¡qué escalofrío nocturno!. Esas masas humanas empresariales dan miedo de verdad,son números de la maquinaria productiva, aunque teniendo en cuenta el ritmo de las bajas, se percatarían cuando les llegó la cuenta de resultados.Estamos cada día más deshumanizados.

    05 marzo 2007 | 3:01

  2. Dice ser MM

    El verdadero mounstro no anda por agua dulce ni asusta a personajes que lideran películas simuladores de Aliens.El verdadero ataca directamente a familias enteras, destrozando su futuro y englobando las listas del paro.Se asienta en despachos y oficinas que huelen a cuero y decadencia. Y se crece en estadísticas de beneficios sin importar la base de esa empresa, que son los propios trabajadores y trabajadoras.Mucha gente conoce ese tipo de mounstro. Que le pregunten a los del Sintel y a los que luchan contra él ahora en Cádiz.El bicho es poderoso, sólo con la unión que hace la fuerza, (esta frase hecha es más real que nunca) es capaz de sujetarle que no matarle…

    06 marzo 2007 | 13:02

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