José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

En la calle

Cosas que pasan en los rincones.

En una esquina de GV he visto a una elegante mujer ciega posando para una cámara fotográfica. Giraba la cara, recogía el cuello, manejaba un gesto acogedor en los labios. Desde un rincón, al otro lado de un escaparate, me pregunto como se verá la belleza en braille.

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En el instante de un chasquido he visto a un motorista saltar por los aires y a un conductor abrir la puerta del coche que se lo había llevado por delante. La calle se ha quedado muda después del trastazo. Los dos estaban ilesos: el motorista tabaleándose, asustado mientras se sacaba el casco; el otro, aterrado y chillón. Se han visto las caras y la sangre ha llegado con los puños para demostrar quién había sido el más culpable.

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En un segundo atroz y culpable he visto la cartera y he comprobado que había perdido los setenta euros del cajero: un descuido, supongo; tal vez, una maniobra. Al poco, he recibido un regalo; aunque el tacto lo delataba, el vistazo desvaído cuando se lo he recogido a un repartidor callejero me ha paralizado. Era el primero que veía. Y con cinco de inflación. A la vuelta de la esquina, un hombre viejo y sumiso me ha pedido para un café con leche. El no sabía que yo no tenía ni para café y que sólo podía regalarle la propuesta publicitaria de una empresa que reunificaría nuestras deudas. Me la he guardado.

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