José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Misterios sordos

Cosas que pasan en los rincones. Dejó de lado el atasco sinfónico que ya sólo podía intuir en los los rostros amartillados que resbalaban por delante de sus ojos. El diagnóstico había sido claro: un audífono podía devolverle el misterio del sonido que se esfumaba de su vida. Alcanzó el escaparate. Una gama eterna de acabados, diecisiete atractivos colores, tonos discretos o metálicos, le impedían decidirse. Leyó en un cartel con letras diseñadas para sordos que los audífonos estaban fabricados con inteligencia artificial, es decir principios que puede ayudar a construir sistemas y lograr los mejores resultados en entornos imprevisibles. Y ahí estaba él, pegado al cristal, ante una duda imprevista: necesitaba uno, desde luego, ¿pero cuál? Se deleitó con el Rojo Cabernet; le sedujo el Beige champagne; le impactó el Gris carbón; ante el Ajedrez, se quedó imantado; y se rió con el Marrón chocolate; con el Morado Intenso, reflexionó; y con el Negro Diamante, le brillaron los ojos; ante el Verde Camaleón, no supo que pensar y eso le atrajo; con el Plata de Alta Tecnología, vibró; le relajó el Azul Noche; y el Madreperla, le hizo cosquillas; imaginándose el Verde inglés se sintió elegante; con el Azul Samoa, viajero; ante el Violeta Pálido, se quiso amable y sereno; el Naranja Atardeder, le acarició con una brisa melancólica; con el Wallstreet, se tensó y recuperó energía; y ante el Vida Salvaje, el del rincón, el último, se quedó definitivamente paralizado, definitivamente indeciso. Entonces fue cuando voló por los aires embestido por una motorista policial. Los peatones se había apartado ante los bocinazos del agente empeñado en superar el atasco por la acera, pero el sordo todavía estaba eligiendo el mejor color para su oreja.

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