José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Dieta de poesía

¿Por qué conformarse con lo obligatorio, confirmarse en lo obvio, enfadarse sólo con lo más fácil, por qué satisfacerse únicamente con los que mas se empeñan en vendernos?

¿Y por qué la insistencia en la prohibición va permitir encima a los más estupendos transformar el hecho, por ejemplo, de fumar o de zamparse una hamburguesa de kilo en un enorme acto de libertad (teórico, claro, luego se van a Ferrán. por poner) en lugar de ser tan sólo un recurso barato y calóricamente suicida…?

Con niños en casa la publicidad es un martirio, cierto. Pero no sólo por ellos. El negocio de la seducción, claro; y el trajín permanente para diferenciar los sueños fabricados de lo que puede dar de sí el calendario nuestro de cada día; y manejar las vacunas, claro, para no sacralizar el peligro (el colesterol u otras medicinas del deseo) y que a la postre se haga tortuosamente deseable: un delicado y complicado ejercicio en el alambre, un lío, por supuesto, un curro.

Bueno, pues después de toda la campaña sanitaria contra la publicidad y lo publicitado de las hamburguesas industriales -y de las cínicas contra campañas de los liberales más pobres y aristocráticos-, una buena, un quiebro. Ha llegado a casa un libro desde el colegio traído a mano por las niñas: lo firman el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y la Fundación Dieta Mediterránea y es un catálogo de recetas diferentes. Y baratas: una invitación a buscar otros caminos. Si no puedes esquivar a Disney, con perdón, o a McDonald, en su caso, dale la vuelta, arte de magia, y enseña a cocinar de otra manera.

Eso sí, hay que poner el libro sobre la mesa y estudiarlo, receta a receta, foto a foto: he aprendido y transcribo más o menos que, por ejemplo,

las berenjenas pueden ir en un cohete y las judías mejor viajan en barco,
las lasañas más sencillas van en tren,
las calabazas saben fabricar sonrisas
y los volcanes hacer hummus, a las avestruces les gusta inventarse un arroz,
a la pasta serpentear por el zoo, a las verduras aprender a dar la hora,
los boquerones se empeñan en levantar un tipi apache,
las vacas, en ser felices y
los chinos al parecer en ser enbrochetados,
las empanadillas mueven molinos y las orugas recorren en formación una tortilla,
los corderos consiguen ser ballenas, el bacalao volar en globo,
las estrellas son marinas marinadas,
los erizos se parecen tal cual a una mazana
y los tambores hacen que resuenen cien sabores.
Por supuesto, las doradas, son a la sal, que parece no dan para más.

En fin, este fin de semana tenemos examen.

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El poeta más desconocido del mundo se llama Peru Saizprez. Pero no se rinde. Ayer en una cosa neo-movidil tiró poemas en paracaídas, soldaditos cargados de metáforas que cayeron sobre el público. A su lado, convocados arrebato, César Alcolado, Ignacio Álvarez , Jaime Largo, Sayak Valencia, que también son poetas e inventorores, hicieron un guiño a la divinidad y dejaron de ser estatuas secas cuando los oyentes ejercieron de dioses. Y, de remate, amor en vivo, sexo desaforado poéticamente ilimitado desde los baños, poemas-jadeos de entrar y salir.

La poesía cambia de menú. Y hay que comer de todo.

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