José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Archivo de noviembre, 2006

Una maldita otitis

Cosas que pasan en los rincones. De su vida anterior se trajo un gusto especial por la música y un oído exquisito, absoluto, que detectaba lo mejor de cada sonido, la nota exacta. Así que no tardó mucho en encontrar trabajo. Su manta se llenó de música y su oído le sirvió para identificar los cantos de las sirenas mucho antes de que llegaran: si eran ambulancias de intervención o de traslado, coches oficiales con ilustres protegidos, bomberos de ida o de vuelta, médicos de visita, policías de ciudad, del estado, de la guardia civil, de los ejércitos. Cada una tenía su timbre, su tono, su cadencia que él clavaba en el pentagrama de su tímpano. Sus colegas tiraban de la manta y desaparecían cuando escuchaban el más mínimo rumor sin arriesgarse; él conocía el uniforme por el sonido que llegaba y sólo se levantaba cuando era seguro que los azules se acercaban. Aguantó más que nadie en las esquinas, en los rincones; y le fue bien mientras los otros no ganaban para sustos. Muchos horas en la calle, demasiadas, tantas que un domingo cogió frío: una infección pequeña que le desafinó el oído y le llevó directo al calabozo.

Los otros

Delante del trailer. ¿Cuentan mejor las dos partes de Clint Eastwood sobre Ivo Jima la lógica de la guerra? Banderas de nuestros padres, desde las trincheras americanas, y Letras desde Ivo Jima, desde el lado japonés, se acercan, parece, a la clave de toda la historia: el otro, es decir, el adversario y su derecho a la mirada. JpQuiñonero duda de que aquí seamos capaces, lo hayamos sido.

Encontrar una mirada nueva para la verdad. ¿Cómo?

Historiadores chinos y japones han creado una comisión conjunta para unificar la historiografía de las relaciones entre los dos países. Hitos clave, la invasión de Manchuria, la conquista de Nanking son para los manuales japoneses incidentes; para los textos chinos son masacres. Una verdad académica.

El reto es abandonar la mistificación y encontrarse en el punto de vista del otro. Víctimas, reparaciones, negociación, perdón: para ese empeño hay una condición imprescindible, primera: el reconocimiento del dolor en el otro. Dice un amigo experto que se mueve entre bandas carcelarias, entre delitos y culpables: «la venganza surge del desconocimiento de lo realmente ocurrido. Cuanto más instalados en la venganza, victimas y opinión, más dificultades existirán para que el infractor de pasos para pedir perdón. La victima tiene derecho a que el infractor escuche su experiencia de dolor y el infractor la obligación de escucharlo. Y al revés: no para validarlo, sino para comprenderlo«. Sólo a partir de ahí puede empezar la política, la ley. Y las películas.

(Paréntesis: Si a algún amigo guionista o director se le ocurriera llevar al despacho de un productor un título así, un título como banderas de nuestros padres…Se cierra el paréntesis)

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Derrotas excepcionales

Empiezo una novela y me encuentro con esta cita:

«Las derrotas han de salir a la luz, y no ocultarse, pues son las derrotas las que nos hacen personas. Aquel que no llega a entender sus derrotas no aprenderá nada para el futuro»

Es de Aksel Sandemose, un sueco, y precede a El cerebro de Kennedy, el último título de otro sueco, Henning Mankel, el hombre de la saga Wallander, que maneja todos los elementos del género criminal, pero con sutileza sueca: psicópatas, por ejemplo, aunque más melindrosos que exhibicionistas; conspiraciones políticas, desde luego, pero con más fondo que glamour; xenofobia reprimida y poder encastillado y secreto pero sin vocación de dominar el mundo y mucho, mucho tiempo para observar, calibrar, mal dormir y sentir el peso abrasivo de la soledad. En Mankell, en Wallander, hay más enfermedad que sangre, más miedo que disparos, más crisis de familia y de sociedad y de seguridad que cosmopolitismo de consumo; más bosques que interiores de lujo, más papeles que derroche científico forense. Muy poco, en suma, de las fórmulas que acostumbra a vender el ultimo thriller cinematográfico y televisivo y mucha paciencia de termita para entrar en las carcasas de un cierto modelo europeo que se desmorona. Y, sin embargo, tiene versión audiovisual, toda una serie que han programado los canales digitales y que se puede encontrar en dvd. El cerebro de Kennedy no tiene a Wallander pero tiene todos los aromas de su creador.

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Ahora ha decidido salir a la luz. Tenía 11 años y rastreaba cada día las calles de Kabul desde la cuatro de la madrugada para buscarse la vida. Vestido de hombrecito echó horas en zanjas, acarreó ladrillos en la construcción, limpió estiércol en una granja. Creció, se ganó la vida, ayudó a su familia a salir adelante. Durante diez años un pañuelo le tapaba el rostro para esconder las cicatrices que un obús le dejó de firma. Pero el pañuelo ocultaba, además, su verdadera naturaleza. Fue hombre para poder sobrevivir. Ahora, con 21 años, Nadia Ghulan, quiere quitarse el pañuelo y el resto de disfraz para mostrar su cara de mujer. Una nueva cara lejos de su cruz. Ha llegado a España para operarse, reconstruir su aspecto y su ser. «Se que cuando vuelva a mi país, como una mujer se me habrán acabado los derechos que he tenido pareciendo un hombre. pero yo soy una chica y quiere ropa de chica. No quiero seguir caminando como un chico, porque no lo soy». Así que no es Mulan, ni la monja Alférez, ni una dama enamorada, (ni, al revés, Tootsi o Con faldas y a lo loco) pero Shakespeare o Lope de Vega habrían hecho maravillas. El hombre que diseñó el arte nuevo de hacer comedias, por ejemplo, escribió 460 comedias y en 113, casi una de cuatro, había disfraz varonil para que las mujeres pudieran conseguir sus deseos. Claro que en esas obras, al final, el enredo erótico, el juego entre lo prohibido y lo admitido, el equívoco desvelado se premiaba con la risa ( «porque a veces lo que es contra lo justo/ por la misma razón deleita el gusto»). Nadia Ghulan se jugó la vida para tener derecho a ella, y su final feliz depende de una suscripción popular.

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En 1981 yo tocaba el bajo en un grupo de corte moderno, de la movida. Una tarde, después del ensayo, llegué a casa y encontré a un amigo que había llegado de visita a la gran ciudad. Habíamos pensado patear garitos, ver conciertos, una exposición, amanecer. Pero éll estaba pegado al transistor escuchando ráfagas de ametralladora. Ese día dejé de ser músico y volví a ser sólo periodista. Amanecimos frente al Hotel Palace con miedo a una derrota histórica.

Ahora, 25 años después, La Movida triunfa definitiva, institucional. Es historia. Poder. Hay quien dice: votos, o estirar la cuerda, mascar un chicle escupido, alcanfor. Un macroacontecimiento, dice el consejero, que no sabe donde está el número 14 de la calle de la Palma. Historia congelada. Presupuesto. Herencia.
Torpe, nunca me quedo donde hay que estar.

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En Segovia, en Sevilla, en Madrid, en Barcelona, los pequeños acontecimiento se hacen regla, pero siguen siendo la excepción. Después cuando llega cualquier día todo lo que ofrecen desaparece derrotado por lo que los hace excepcionales..

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Lógica

1.Hasta hace cinco años la patente de una medicamento, impuesta por la lógica y la práctica del mercado, era de 20 años. Nadie podía fabricar ni producir ni distribuir, por ejemplo, determinados medicamentos a otros precios que no fueran los que se garantizaban con la patente: recuperar la inversión y garantizar los beneficios, las acciones, la bolsa. Hace cinco años los miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC) llegaron a un acuerdo ministerial para permitir desarrollar genéricos superando esas reglas de propiedad industrial. Se trataba de garantizar, a precios asequibles, por ejemplo, retrovirales contra el SIDA o medicación masiva de enfermedades más discretas pero igualmente mortales en determinadas condiciones: regular la copia, matizar los beneficios y hasta cínicamente mantener la clientela. Hay que leerse un informe de Intermon (no es largo, treinta minutos, al completo) para preguntarse por lo poco que han cambiado realmente las cosas. Hecha la ley, lógicamente, hecha la trampa: para aplicar ese acuerdo general hay que firmar, además, acuerdos particulares, de gobierno a gobierno, que reproducen a la fuerza las condiciones que se trataron de superar hace cinco años.

2. Una hora después leo datos sobre la aparición de delicados descubrimientos farmacológicos: biopolímeros derivados de seres vivos aplicables a operaciones cerebrales, agentes antitumorales creados a partir de microbios, transportadores de principios activos que multiplican exponencialmente la eficacia de los medicamentos. Fantástico. Y un corolario: «el obstáculo principal para la industrialización es la fuerte inversion de investigación».
Y, en consecuencia, y por debajo, la rentabilidad.
Lo fantástico se quedará en fantasía para casi todo el mundo.

3. Hay lógicas aplastantes. La del beneficio, y su tamaño, una de ellas. Enfrente tiene que haber otra que no sea, necesaria y únicamente, la lógica de la piedad.

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Tienes razón, no parece lógico y da para ganarse pocas simpatías, pero me parece que es verdad, que Martin Scorsese, y yo me postro de hinojos si hay que, ha estado mucho mucho más brillante en sus grandes obras del pasado. Que Infiltrados, es una película de gente que habla, parada, estática, con un barullo notable en la puesta en escena y en los personajes de los alrededores, con una psiquiatra sin pies ni cabeza que diluye el meollo del asunto, con tres jefes y todo un departamento especial de la policía persiguiendo a unos mafiosos que se reúnen en un bar tosco, dos o tres cuando se despliegan todos en formación. Es verdad, tiene el comienzo -equivoco-, la música, por supuesto, una primera parte eléctrica, la sìncopa del montaje, un sólido Di Caprio y un fantástico, fantástico, este sí, Ray Winston -Mr French- el personaje más coherente y el actor más rotundo que necesita la centésima parte de palabras y de gestos de los que derrocha Nicholson en cualquiera de sus exhibiciones. Mira que creía que me habìa gustado. Pero, pocas vueltas he tenido que darle. Es verdad.

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Creer o no creer

«Soy un creyente. Un creyente», grita Javier Bardem cuando vuelve a Madrid afrancesado, fanatizado y cruel. La misma energía que le animaba quince años antes de hipócrita, fanatizado ejecutor del Santo Oficio. Y, mientras, Goya, mirando, dibujando, buscando la verdad en un país donde todo era mentira, la monarquía, la religión, las confesiones conseguidas por torturas. Sólo el dolor y las víctimas eran y parecen verdaderas. Milos Forman se pone en las fronteras de la historia, donde le gusta, para hablar de herejes, conversos y libertad a sangre y fuego. Puede verse cuando empieza el siglo XIX y, claro, cuando empieza el XXI. Religiones, civilizaciones, poder. No es una película redonda , desde luego, hay dos estilos y hasta dos maneras de narrar; pero queda ese halo de maldición sobre una forma de ser de España, ese terrible vivan las cadenas que se escucha y una escueta lección sobre la fabricación de grabados, de verdades.

De Jonathan Swift, calco una idea contra la necedad:

«Tenemos bastante religión para odiarnos, pero no tanta como para amarnos los unos a los otros».

Cuánto conviene para todos ser un descreído.

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Que los refugiados saharauis puedan morir de hambre en los campamentos, debería hacer morir de vergüenza o, al menos, enrojecer a los ocupantes de determinados despachos.

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Carreras de cine

Nunca me hubiera llamado la atención el senador James Webb, pese a sus botas y su mayoría democrata en la cámara alta estadounidense, si no fuera, además, guionista de cine. Sí señor, el hombre que ha ganado en Virginia, demócrata ahora y antes reaganiano,el veterano de Vietnam que no es precisamente un izquierdista (hay que imaginar como sería su contrincante, George Allen) que detesta los mecanismos de Bush en Irak, pero sin poner en duda el militarismo norteamericano, tiene carrera en el cine.

Las botas con la ha hecho campaña son la de su hijo, destinado en Irak, y su hijo en la fantasía también está en la película que ha escrito: se llama Whiskey River y cuenta el empeño de un padre que decide secuestrar a su hijo después de que éste, herido en Irak, sea llamado de nuevo al frente sin curarse de sus heridas. Webb fue secretario de Marina con Reagan y ya le había dado tiempo a escribir el argumento de otra película, Reglas de compromiso, otro drama militar y militarista, firmado por William Friedkin. Lo que le gustan los uniformes. La de ahora la dirige Rob Reiner, este sí conspicuo demócrata, agitador del mundo hollywoodense y, con el tiempo, político profesional según sus propios deseos. Y, además, excelente director de cine… hace años, cuando firmó, por ejemplo, La princesa prometida (Soy Iñigo Montoya, tu mataste a mi padre, prepárate para morir) Misery, Cuando Harry encontró a Sally o, vale, Algunos hombres buenos. Y, por supuesto, Stand By me, palabras mayores para una película pequeña, pero magnífica, una excelente historia de crecimiento y madurez imaginada por el mejor Stephen King.

Y aquí llegamos, porque todo esto viene de ver una foto de Corey Feldman, uno de los niños de aquella fantástica historia de hace 20 años, que ahora vuelve para protagonizar El Cumpleaños, o mejor The Birthay, según ha decidido su director, el debutante Eugenio Mira. Se ha estrenado casi en secreto — no, en secreto– en un par de cines, en Madrid y Barcelona, después de esperar dos años. The Birthay es, parece, una fantasìa de terror sobre los años ochenta y por eso nada mejor que aquel que fue goonie, estuvo con los gremlins y se paseó por los paisajes de King. Me ha dado poco tiempo para ir verla, entre el delirio sublime y el ridículo, según cuentan, pero me ha rebotado a recordar aquella casa en el bosque, aquel cadáver, la vía del tren. Corey Feldman ha vuelto después de haber tocado fondo, en una carrera hacia el vacío, niño prodigio, estrella infantil explotada por sus padres, adicto a la heroína, relleno de repartos, fijo de los reality shows y ahora un padre de familia que nunca debió quitarse las gafas.

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Imsomnio. Demasiado trabajo hirviendo en la cabeza. Demasiadas pruebas constantemente y, además, como dice JG, en el vacío, teniendo que demostrar cada día que el futuro es posible, que hay que inventariarlo. Delante de la televisión, de madrugada, me sacuden con fantasías de pesadilla: mundos uniformes, estandarizados, automatizados, trabajadores en serie, campos de petróleo convertidos en desiertos maquinizados, ideas que son robadas por estrellas decadentes: futuro retorcido y negro. Joder. Es Metrópolis y no contento con verlo, lo rastreo.

Delante de la televisión, de madrugada, me sacuden con un poema de Luis Felipe Comendador, del que no había oído.

La mediocridad inalcanzable

Porque la casa a veces tiene ese olor a nevera apagada
y la calle se tiende sin pisarla siquiera,
porque te pones siempre
los peores vestidos para comer conmigo en la cocina
y ha perdido el pudor la ropa íntima
convirtiendo su magia en esos trapos que utilizas
para limpiar el polvo de los muebles,
porque ya sólo vamos al cine como al jardín de infancia
y todo se resuelve en palomitas
y visitas constantes al servicio cargados con los niños,
porque el amor perdió ya su liturgia
y el azar,
porque hay ropa tendida y empezará a llover
si Dios no lo remedia,
porque se acaba el tiempo de los padres
y Magdalena anda desorientada
sin saber dónde puso la llave, el bolso, la pulsera…;
porque el pan se recoge siempre a la una en punto
y hay que hacer acopio semanal de congelados,
porque los hijos crecen,
porque París espera,
porque hay que trabajar…

… a veces me parece
que ni la mediocridad está a mi alcance.


























Crimen, sociedad ilimitada

Largas jornadas de documentación el fin de semana. Como dunas que crecen y crecen acumulo material sobre corrupción política, tráfico de armas, crimen organizado, servicios de inteligencia, espejos rotos, dobles miradas, autoridades y grandes y pequeños nombres: un abogado ilustre que reconstruye piedra a piedra un monasterio medieval para guardar en su cripta copia de todos los sumarios oscuros que le han permitido acumular poder; un asesino confeso que da conferencias sobre técnicas de relajación. Y una conclusión general para un país que se ha convertido en un escenario cinematográfico: se han roto los compartimentos estancos y hay o puede haber una corriente que abrace todas las manifestaciones delictivas a gran escala. Muñecas rusas, una organización que liga con otra, y con otra, colmenas que organizadas potencian la efectividad en una red perfecta, en expansión, sillas alrededor de una mesa: un universo paralelo al que habitamos el resto de los humanos, que se alimenta del nuestro y del que conocemos lo mismo que de los icebergs.

De la larga entrevista a Roberto Saviano, en El Pais, un anticipo de Gomorra, el libro del escritor italiano sobre la camorra napolitana que le ha valido una condena a muerte del poder en la sombra, guardo dos citas, que cruzan lo global y lo personal, para tener presentes:

Yo iba a los lugares, más que para ver las cosas, para que ellas me miraran. Y así entendí, como narrador, que los límites de esta materia no terminaban en el barrio o en la ciudad, como a menudo creen los especialistas. Me di cuenta de que la situación que estaba observando era universal. Los sistemas económicos criminales te permiten comprender en profundidad el mecanismo económico internacional.

La estructura criminal es mucho más importante que los individuos. Pero las personalidades sencillas tienen para mí (…) un valor literario enorme. Pienso en Augusto la Torre, el boss psicoanalista, que cuando habla cita a Lacan. En Giuseppe Misso, que escribió varios libros. En Luigi Volla, llamado El Califa, que adora la pintura de Botticelli. En Sandokan Schiavone, que poseía una biblioteca enorme de libros sobre Napoleón…

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Un hueco para acercarse a la exposición de Henri Michaux. Pintor, escritor, pensador, amigo de Borges, de Octavio Paz, de tantos, viajero real e imaginario, experimentador con la mescalina, el LSD y antes con los mecanismos de la obsesión y la repetición. Los dibujos, signos casi automáticos, difuminados, tintas, rasgados, se completan con cuadernos, agendas, cartas. Y unas pocas, escasas fotos, de un hombre con un cigarrillo y una corbata. No necesitaba disfrazarse de artista.

Para un lunes que empieza, una chispa de Michaux

PEREZA

Pereza: sueño sin fin que sueña la vida sin molestias,
paréntesis fluido.
Alrededor, proyectos, planes, inicios
Edificios caen, montan, remontan,
Pereza sueña
sobre su pozo que se profundiza

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Cerca de casa

– Pero, ¿qué hace durante todo el día?

-¿Qué cree que hago? Miro.

Cartier Bresson se ha dejado ver. Hoy es el último día.

Cosas que pasan en los rincones. Cerca de casa, en el rincón de un cajero automático, duerme cada noche un hombre bajo un cartón. Ese es todo el crédito que se le concede.

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Cosas que se hacen por dinero y cosas que no

1. En Arizona, mientras elegían senador y representantes, también los electores fueron convocados para aprobar una propuesta: sortear un millón de dólares entre los que votantes. Cada voto una papeleta y entre todas las papeletas un millón para la elegida. La idea quería combatir el mal de la democracia: el olvido, la displicencia, la ignorancia, la abstención. Obviamente, no fue aprobada. Los que votan se toman en serio, en conciencia, el rito y no necesitan el millón para votar. A los que no votan, les sobra el dinero, o su falta de empatía es más cara. Aunque no se haya aprobado ya sabemos el mítico valor del voto: un millón.

2. Para ganar una elecciones hay que salir mucho en los periódicos, en los carteles, en la televisión, en internet. Cuesta mucho conseguir cada voto. Hay que patearse los barrios, los portales, invadir los teléfonos móviles, controlar los medios, tener un partido, una red, una página web. Para todo eso hace falta dinero. Uno de los mejores métodos es tener razón y voluntad. Para eso no es imprescindible el dinero. Eden Pastora, el mítico comandante cero, el sandinista puro que llegó a Managua en la revolución de 1979, aventurero, personaje ya más que individuo, también se quiso presentar a las elecciones de la última semana. Lejos, por supuesto, del turbio, pragmático y camaleónico Daniel Ortega, y fuera de la renovación transparente del nuevo sandinismo, Pastora no tiene demasido dinero, ni mucha razón, pero mantiene una indomable voluntad. Su partido era él. Y su avioneta. Voló con ella por los campos y los pueblos y con un megáfono pedía el voto desde las alturas. Sacó un puñado, el 0,29 por ciento. No debía tener pilas.

3. Cosas que pasan en los rincones. La chica vio la película sentada en un rincón de la sala y encontró la frase para justificar su historia. La decía el gángster, el viejo socio, el compañero, a otro gangster, a otro socio, a otro compañero, justo antes del disparo final en cualquiera de sus formas. Así que ella antes de cumplir con su oficio la repitió en voz alta:
No es nada personal, sólo negocios.
Y se fue directa al sexo del que la pagaba. Era prostituta. Y era nueva. Al otro le costó más de la cuenta. No sabía que a los clientes no les gusta la verdad.

4. Me han dado un abrazo gratis. En el Paseo del Prado, en Madrid, un chico y una chica y un chico se acercaron y pidieron permiso para abrazarnos. Y nos dieron una pista: era sin ánimo de lucro siguiendo aquí una campaña comenzada lejos. Siguen queriendo cambiar el mundo.

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Aristocracias

Fui con ganas. De Stephen Frears, me fìo. Hablamos del tipo que ha firmado Cafe Irlandés o Las amistades Peligrosas, Los timadores, Alta Fidelidad, Mi hermosa lavandería, La Camioneta. Y más. He intentado aprender de su verosimilitud, de su turbiedad controlada; estudiar su amor a los personajes, es decir el empeño en permitirlos ser como son, colocarse en su sitio, cuidarlos, a los héroes y a los villanos, a los cínicos, a los ingenuos; instruirme con su apuesta por la realidad y el detalle y con su esfuerzo para no repetir fórmulas , con su capacidad de encontrar siempre un hueco para el humor: he podido saborear su olfato para las imágenes líricas en medio del barro y disfrutar de su talento para hacer cine personal y absolutamente traducible para todos los espectadores. De todo eso hay en The Queen, que no defrauda.

Hay pasteles exquisitos y barritas quemadas de pescado; alta política y miseria tacticista; exhibiciones públicas y misterios íntimos, muy privados; imágenes documentales, explícitas, y sutiles metáforas; hay derroche y contención de las emociones, palacios y oficinas, fincas desmesuradas y calles de a pie, arriba y abajo. Hay, sobre todo, el dibujo de un relevo, el de la vieja aristocracia del linaje por la nueva aristocracia de la fama, la batalla entre una reina de palacio y una princesa de papel couché, ganadora después de muerta.

Cuando Lady Diana Spencer muere en aquel túnel de Paris, cuando Tony Blair arrasa en sus primeras elecciones, todo podìa pasar en Gran Bretaña. Aquel verano de 1997 le sirve a Frears para hablar del poder y de como se mantiene, para dar una lección de supervivencia, para explicar como se fabrican, se explotan y se utilizan las emociones, para retratar como Blair encajó en el estabhlisment a la semana de triunfar y para acercarse al desconcierto — tan regio y tan humano– de quien ve que su mundo ha cambiado, que sus valores se han agotado, que hay que cambiarse de piel o cambiar de destino. Vale para aristócratas y plebeyos.

Esa imagen de la reina abriendo los ojos en sus habitaciones privadas, en su cama, en plena madrugada cuando llega la tormenta, esa rodilla en tierra de Blair delante de su monarca, esas palabras balbuceadas sobre las vacaciones…Helen Mirren puede ganar este año todos los premios que se sorteen y no será una cuestión de suerte. El guionista es Peter Morgan, absolutamente imprescindible para este éxito.

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Hace meses, en uno de los encuentros del presidente de Gobierno y del jefe del Partido Popular, las cámaras se detuvieron, como es habitual, en el sofá previo a la reunión oficial. Flashes. Los micrófonos estaban abiertos y ese día se pudo escuchar sin tapujos lo que se dice en esos momentos previos a las palabras mayores, terrorismo, emigración, economía, guerra, política siempre. A la espera de la realidad, Zapatero y Rajoy hablaron de intimidades, de sus padres y sus hijos, de pequeñas enfermedades y de deberes escolares. Luego se encerraron en el despacho y ya no hubo nada. Lo privado se había hecho público y lo público se guardo en privado.