José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Bajada de bandera de realidad

Tengo al mesa llena de papeles, de cintas de dvd y de una lista: todas lasa películas candidatas a los premios Goya. Tengo que votar. Soy académico, que le vamos a hacer. Este fin de semana se acaba el plazo. Y no doy abasto. He ido mucho, mucho al cine estos últimos meses, he buscado huecos como he podido y, aún así, me queda mucho por ver y mucho que decidir.

Pero mientras me decido, una nota. Este año he contado 37 documentales. Hace cinco, seis años, ni la tercera, ni la cuarta parte. Hay, desde luego, una explicación industrial y técnica; es más fácil, más barato financiar una película documental aunque luego sea dificilísimo exhibirla en condiciones. Pero al tiempo y sin duda mucho del cine más interesante del año hecho aquí ( y en el mundo) viene de la cámara del los documentales y los documentalistas.

Mirar no es ver. La mirada es activa. Es un esforzarse por aprehender la realidad aunque duela. El ojo está herido y la mirada extraviada, no por exceso de luz sino porque la noche es gélida. Miramos la realidad para inventar una política nocturna. Ya no hay otra política. La antigua estaba hecha de luces, de sujetos, de conciencia que elevar. Todo eso está muerto. Miramos la realidad aunque duela. Debe doler. En estos casos la eternidad ha sido siempre el consuelo: la eternidad del instante, la eternidad de las pequeñas cosas.

Es una cita del manifiesto Por una política nocturna del que se habla en uno de esos documentales, El taxista Ful. Hace falta mucho valor para hablar así en una película. Mucho más para inventar un documental de mentira y contar así la historia de un hombre que tomaba de la calle un taxi cada noche, de prestado según él, robándolo según el atestado policial, y lo devolvía al amanecer, dejando una parte de la recaudación por el desgaste. Era una leyenda urbana o un hecho real. Ahora es una película, casi secreta, pero más que interesante. Y hay otras, La leyenda del tiempo, Mas allá del espejo, La casa de mi abuela, Las alas de la vida, La niebla en las palmeras, películas arriesgadas, distintas, que indican un camino. Hay que buscarlas, eso sí. Pero luego descubrirlas proporciona doble placer.

Son todas, con matices, herederas de películas como En Construcción, Veinte años no es nada, El cielo gira y de la sombra de Víctor Erice y de Joaquín Jordá. Todas, con matices, desde luego, son películas que recrean la realidad -que no la inventan, si aceptamos que en la ficción tradicional ocurre semejante cosa- que la buscan y la ponen en escena, la agitan y la colocan lista para luego ser absorbida por la cámara. Algunas rozan el manierismo pese a manejar realidades abruptas y todas dejan ver la mano de sus directores de manera más explícitas que en las ficciones tradicionales: la naturalidad corregida, la nueva ficción que se enseña en la Universidad Pompeu Fabra.

Embotados tal vez por la avalancha de ficciones que nos llenan la vida y todas las pantallas (el cine, la televisión, el dvd, el ipood, los vídeo juegos, las agendas electrónicas, las salas de espera de los hospitales, los pasillos del metro, el teléfono móvil…) parece que se abre paso una grieta de otra realidad.

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Actualización. 11,00. Para qué que vale el dinero. El porcentaje de dinero para educación baja durante el mandato de Esperanza Aguirre en Madrid, la región con menor gasto educativo en función de su Producto Interior Bruto. Dos puntos porcentuales menos en cuatro años. Veintitrés páginas más allá: El cuarenta por ciento del presupuesto del Ayuntamiento de Medellìn, Colombia, se dedica a la educación y cultura. Medellín, la mas educada es la propuesta de su alcalde: la educación, motor de la transformación social. La ciudad no tiene perdón, ni rendición, decía hace años el escritor Fernando Vallejo. Hoy, otro escritor, Héctor Facioline, aporta otro dato: la ciudad no es idílica, pero el número de homicidios anuales ha bajado a 650.

De los periódicos.



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