José Ángel Esteban. Señales de los rincones de la cultura. Y, por supuesto, hechos reales.

Zapatos

Cosas que pasan en los rincones. Era un dìa especial. Louis Sebastian Leonard abrió los dos paraguas, amplios, acogedores, y los asió con energía, una en cada mano. Los miró como se mira a los santos, tal vez si, tal vez, no. Luego cerró los ojos, vació su mente y se dejó caer en 1783 desde en un primer piso. Aterrizó con bien y pasó a la historia, fue el primer paracaidista. Alejo Carpentier, que nació ese día, cientoveintiún años después, podría haberle dedicado un párrafo torrencial con vecinos vestidos de terciopelo esperando el acontecimiento; y Eugène Ionesco, que llegó ocho años más tarde, una obrita con los que se quedaron arriba, en el alfeizar, viéndole caer. Fue un dìa especial, como lo fue, luego se supo, cuando en 1865 se vio impreso por vez primera Alicia en el país de las maravillas y su conejo blanco y sus naipes uniformados que entraron definitivamente en el tiempo; y lo fue diez años antes cuando una cámara fotográfica y científica atrapó también por vez primera la cola inmóvil de un cometa. Fue un día especial, desde luego, cuando Howard Carter abrió a la luz la tumba de Tutankamon y los relojes volvieron a contar. Era el año de 1922 y faltaban veintidós más para que naciera Roberto Fontanarrosa, condición imprescindible para poder escribir son dos mil cuentos.

Es un día especial. Habría cumplido setenta y cinco años: mi madre no acabó la escuela y cada noche, en un rincón, limpiaba los zapatos a sus seis hermanos, todos hombres, incluso los domingos. Luego vino todo lo demás hasta 1992. Llueve y me voy a lustrar los zapatos como si fuera fiesta.

1 comentario

  1. Dice ser ana-mares

    Así sea. Y que queden lustrosos.

    26 noviembre 2006 | 20:24

Los comentarios están cerrados.