“Viejo es el viento…y sopla"

London, tenemos un problema

Colas en la estación de Stratford

Se acabó la natación y llega el atletismo. Cambia un ciclo en los Juegos Olímpicos de Londres, que por el momento discurren de maravilla para el deporte británico y de pena para el nuestro. En cuanto a la organización, pues en general la sensación es satisfactoria pero hay un pequeño problema al que no encuentran solución.

Lo de pequeño, por decir algo. No obstante, era de esperar. Asentado en la zona este de Londres, en un barrio tirando a marginal, las conexiones del Parque Olímpico con el centro de la ciudad obligan a tomar transporte público.

¿Qué sucede? Con el inicio de las pruebas del atletismo, unas 80.000 personas abandonan en masa las gradas para tirar al hogar. ¿Cómo pueden hacerlo? Por coche no, pues durante meses les han dicho que se olviden del transporte particular. En taxi menos, serían unos 40 euros. Las opciones son metro y Javeline. El tren ‘jabalina’ sale de la estación de Stratford Internacional y conecta con el centro de Londres en 7 minutos.

En los dos primeros días de competición atlética, el embudo que se ha producido en la estación ha sido impresionante. Colas de un kilómetro para coger los trenes. Y lo sé porque yo tuve que hacer una, aunque al final desistí en el empeño y regresé al centro de prensa para coger un autobús. Al menos, la gente se lo toma con calma pues no escuché un solo reproche. Todo sea por sus Juegos.

 

Comienzan los otros Juegos: fiestas, alcohol…

El Comité Olímpico Internacional ya se huele la que se avecina y ha intentado ejercer de padre responsable con sus deportistas. «Por favor, beban con moderación y sensatez», les ha venido a decir.

En una semana de competición, los episodios etílicos ya sobrepasan los dedos de las dos manos. El último caso fue la imagen del ídolo británico Bradley Wiggins atado a una botella de vodka. Otros deportistas ya han avisado de sus intenciones: un remero australiano fue detenido tras romper un escaparate, y el chico iba bastante fino; otro deportista serbio fue expulsado de la Villa por llegar varios días a deshora, y uno de los tótems de la ‘happy-life’, Ryan Lochte, ha confesado su excitación ante los próximos días: «Llego soltero y estoy en Londres…».

El COI volvió a confirmarme ayer que el consumo de alcohol está prohibido en la Villa, «donde los atletas son sometidos a rigurosos controles para comprobar que no introducen ninguna botella dentro». Pero vamos, si el equipo femenino de fútbol de EEUU coló en Pekín a media docena de tipos -actores famosos incluidos- para montar una fiesta de alcohol, sexo y lo que se terciase, no sé yo si tendrán alguna dificultad en meter aquí alguna botella. O si no, un tetra-brick de Don Simón, que no pita. Y aquello era China, esto es Gran Bretaña, donde se bebe más cerveza que agua.

El asunto es que la Villa ha mutado de repente y ahora está poblada de gente con mucho tiempo libre. Muchas disciplinas se están acabando y sus deportistas andan con ganas de disfrutar del espíritu olímpico en todo el sentido de la palabra. Ahora sí que lo importante es participar. Ya lo comenté en otros capítulos del blog: se han distribuido 150.000 condones dentro del recinto y amenazan con agotarse. Una cosa está clara, Durex se va a forrar.

Phelps, Kobe y Bolt, las piezas más codiciadas de la Villa Olímpica

Encerrada entre altísimas vallas bien custodiadas por seguridad (al rodearla más parece una prisión), miles de atletas conviven en la Villa Olímpica, y muchos de ellos se aburren como ostras. Es el peaje de la competición, que te exige máximo esfuerzo y máximo descanso, sin actividades intermedias que no sean ver una película en el sofá o leer un libro.

El centro de la Villa es la cafetería, y allí es donde hay follón diario porque hay varias piezas muy cotizadas: Phelps, Kobe y Bolt. Es aparecer uno de ellos y llegar la revolución. Los dos norteamericanos intentan probar bocado entre foto y foto. Y cuando digo intentan es porque muchas veces no lo consiguen: «Kobe Bryant es muy simpático. Estuvo media hora comiendo y se hizo unas 50 fotos con deportistas. No puso una sola mala cara», me contaban hace unos días nuestras jugadoras de voley-playa Elsa y Liliana (que, por cierto, siguen de uñas con determinados medios y fotos). Poneos en la situación e imaginaos que intentáis comer y cada 20 segundos os están pidiendo una foto.

Quizás Kobe, en su primer año en una Villa Olímpica (en Pekín estuvieron alojados en un lujoso hotel apartado del barullo), no esperaba tal avalancha, pero Bolt sí, y toma precauciones. Siempre aparece en la cafetería rodeado de unos 10 compañeros que ejercen de guardaespaldas anti-moscones.

Y poco más se puede hacer por la zona, intentar rascar alguna entrada en la tienda de tiquets que hay en la zona internacional, a la que sí podemos entrar los periodistas, navegar por los mundos de Internet o ir más allá y entrar al gigantesco centro comercial que han construido expresamente para los Juegos. Se llama Westfield y a duras penas se puede avanzar por sus pasillos. No es multitud, es marabunta.

Las normas en la Villa también son estrictas: está prohibido entrar con alcohol, no se puede acceder a partir de determinadas horas de la madrugada y todos los deportistas son allí tratados en la máxima igualdad, sean quién sean.

¿Y cuándo terminen los Juegos? El propósito londinense es convertir la Villa en una enorme urbanización para ciudadanos con menos poder adquisitivo, aunque parece que la mitad del lugar ya ha sido adquirido por la familia real saudí para explotarlo como a ellos les convenga y a los precios que les plazca.

No hay que olvidar una cosa: aquello de ‘lo importante es participar’ está muy bien y suena bonito, pero el lema se los Juegos se ha modernizado: ‘Lo importante es ganar…dinero’.

«¿Turismo sexual? Ehhh…¿qué es eso?»

Hoy pasará por el aro Oiana Blanco. Nuestra judoca española compitió hace unos días en la categoría de -48 kilos. El sorteo no fue dulce y en su primer combate se midió a la número uno mundial, la japonesa Tomoko Fukumi. Aguantó los cinco minutos pero terminó cayendo en el tiempo extra. Un papel más que digno para esta simpatiquísima donostiarra de 29 años.

El COE y la Federación de Baloncesto siguen su pelea

Después de cada victoria de la selección española de baloncesto en los Juegos de Londres, ha llegado la crítica del seleccionador, Sergio Scariolo, por el asunto de las acreditaciones. ¿Qué sucede? El cuerpo técnico del equipo está formado por siete personas y solo hay seis pases disponibles. La situación deja fuera al preparador físico, Nacho Coque, un crack. Scariolo fue ayer más lejos al avisar de que «las medallas pueden depender de solucionar este problema, es muy serio».

La respuesta del COE a las críticas es contundente. «En la Junta de Federaciones del día 20 de junio se decidió el reparto de acreditaciones. Al baloncesto, como otros deportes de equipo, se le dieron seis y no se puede hacer nada al respecto», señalan fuentes oficiales del Comité.

Tras el formulismo y las críticas veladas se esconde el verdadero problema del asunto: la enconada guerra que mantienen desde hace años los presidentes de ambas instituciones: Alejandro Blanco (COE) y José Luis Sáez (FEB). La historia, me cuentan, se remonta a tiempos muy pasados, a peticiones de cargos no satisfechas, promesas no cumplidas y asuntos diplomáticos varios.

Sáez no se ha cortado un pelo en criticar a Blanco. Calificó su idea de Juegos Europeos como «una mamarrachada» y le definió como «un absoluto desastre» en una entrevista del 5 de octubre de 2009 en el diario Marca. El presidente del COE respondió al día siguiente: «Su problema es personal«.

Lo que se preguntan en el COE es por qué la Federación se queja ahora del tema de las acreditaciones si conocía el número que recibiría desde el 20 de junio, por qué no pidió antes una séptima (en Pekín tuvieron siete, pero porque cogieron una del equipo femenino), por qué ningún miembro de la Federación estuvo en la junta de aquel día, por qué se tiene que airear el problema en una rueda de prensa ante docenas de periodistas y, por último, quién guía las críticas de Scariolo. El italiano sabe o intuye lo que sucede: «No sé si esto es un problema político o qué, pero necesitamos que se solucione».

Pablo Abián pasa por el aro

La tercera entrega de esta minisección es para Pablo Abián, jugador de bádminton español que consiguió la primera victoria olímpica de nuestro país en la historia de este deporte. Tuvo menos suerte en el segundo partido y quedó eliminado, pero ya nadie podrá quitarle el triunfo.

«¿La culpa de la crisis? Los políticos que no ayudan, la gente que no trabaja…»

Tras Marta Mangué, estrella de nuestro balonmano, hoy ‘pasa por el aro’ Víctor Sada, jugador de la selección española de baloncesto. Os garantizo que alguna respuesta os sorprenderá.

Marta Mangué, pasando por el aro

Empiezo hoy una nueva sección dentro de ‘Bloggin from London‘. Su título, ‘Pasando por el aro’. Minientrevistas a nuestros deportistas olímpicos que nos ayuden a conocerlos un poco más. Son trece preguntas, algunas obvias, otras curiosas y alguna más impertinente, pero sin pasarse. La coincidencia de casi todos es total en una de las cuestiones, ya adivinaréis cual. Las preguntas son estas:

1. Nombre.
2. Profesión.
3. ¿Lo más duro de su profesión?
4. Si gana una medalla…
5. ¿Película preferida?
6. ¿Comida preferida?
7. ¿Libro preferido?
8. ¿Político preferido?
9. ¿Quién tiene la culpa de la crisis?
10. ¿Qué le pediría a Rajoy?
11. 94.000 euros por una medalla de oro a los españoles es…
12. ¿Su última borrachera?
13. Si tiene ocasión ¿participaría en el turismo sexual que dicen existe en la Villa Olímpica?

Pido disculpas anticipadas, pues en algunas entrevistas cambié el orden de las preguntas, pero creo que no alterará el producto. Ahh, y perdóneseme la vibración: sujetar cuaderno con preguntas, boli y cámara no es sencillo.

La primera que pasa por el aro es Marta Mangué, jugadora de la selección española de balonmano. Su respuesta más curiosa llegará al final…

Lágrimas de Ana

Ana Carrascosa abandona el tatami desconsolada

El madrugón ha sido importante para acercarse al Excel Arena, enorme complejo, donde tienen lugar varios deportes olímpicos: boxeo, halterofilia, judo…Este último era la razón de mi visita.

Siempre nos ha ido bien en este deporte y el equipo en Londres auguraba más de una medalla. En el momento que estoy escribiendo el blog, Sugoi Uriarte ya ha ganado el segundo combate. Tras el primero pasó por zona mixta como una exhalación, dejando muy claro su deseo de no hablar con nadie. Sus opciones de subir al podio son importantes.

Después llegó el turno de Ana Carrascosa. Partía como cabeza de serie y conocía de memoria a su rival, la luxemburguesa Marie Muller. Pero los Juegos Olímpicos tienen estas cosas, dos waza-ari han terminado con la aventura de Ana en apenas 2 minutos.

Cinco minutos después ha llegado a la zona mixta y ha intentado hablar. «Es uno de los peores días de mi vida«, le ha dado tiempo a decir antes de romper a llorar desconsolada y entrar al vestuario, donde ya la esperaba su familia.

Su entrenadora, Yolanda Soler, estaba casi peor que ella: «Tenéis que perdonarla pero está fatal. Ha entrado en el combate poco tensa y así ha pasado luego. Le faltó tensión, tensión», repite Yolanda. «Venía con toda la ilusión tras lo de Pekín, pero no ha podido ser». En tierras chinas, hace cuatro años, Ana combatía por la medalla de bronce cuando se le salió el hombro y tuvo que abandonar.

Los ingleses, encantados de haberse conocido

La llama olímpica, en el centro del estadio

No por menos esperado se criticará menos. El problema es sencillo, de espacio: las calles de Londres son lo que son y si se dobla la circulación diaria tanto coche no cabe y comienzan los problemas. Para colmo, el tráfico en el centro de la capital se ha cortado por el ciclismo…pues para que queríamos más.

Muchos miembros de la llamada ‘familia olímpica’ han comenzado a acordarse de los familiares de los organizadores olímpicos entre atasco y atasco: dos horas y media para una ruta de media o menos, tan solo 10 kilómetros. Ayer fue mucho peor, al menos para los medios de comunicación. La ceremonia de apertura concluyó a la una y media de la madrugada, hora inglesa. Afortunado fue el compañero que llegó a su hotel antes de las cuatro. La espera en la cola del autobús fue de dos horas, más menos.

Comienzan a adivinarse algunas costuras en la organización de los Juegos: detalles como el transporte, algo caótico, y detalles como el Centro de Prensa. A media tarde ya es desaconsejable entrar a los baños. Por el olor, no me entendáis mal.

Quizás el problema no es ese. Se tiende siempre a comparar con lo más cercano y Pekín 2008 fue superior a casi todo. También su ceremonia, la mejor de cuantas se han visto nunca. La de ayer fue buena, bonita y barata (bueno, 34 millones de euros, poco más del precio de Coentrao).

Tras las dos horas y mucho, me asaltaron dos dudas: ¿Qué harán con el pebetero de la llama olímpica cuando haya atletismo y toque, por ejemplo, lanzar jabalina? Y la otra, ¿hacía falta que los ingleses nos demostraran una y otra vez que viven un escalón por encima del resto de los mortales?. Están encantados de haberse conocido.