Zapatero quiere estar en la fiesta. Aunque España no ha sido invitada a la cumbre mundial anticrisis , convocada por George W. Bush, tras reunirse en su residencia de Camp David con Nicolás Sarkozy (presidente de turno de la Unión Europea) y José Manuel Durao Barroso (presidente de la Comisión Europea) el pasado fin de semana, él cree que tiene derecho a asistir.
Si estarán los ocho países que integran el grupo de los ocho países más ‘ricos’ del mundo (EEEUU, Japón, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Canadá y Rusia) reunidos en el G-8 y los cinco países con las economías más emergentes (China, Brasil, India, México y Suráfrica), el G-5.
Puede que a nuestro presidente le asista la razón en cuanto a la potencia económica española, situada ya entre las primeras del mundo (ver gráfico) y que la solidez del sistema financiero español pueda ser una referencia de la que tomar ejemplo a escala mundial. Incluso Sarkozy le ha reconocido su papel en la última cumbre europea de la que surgieron medidas que contribuyeron a calmar los mercados internacionales ante la crisis.
Pero el hecho es que, seamos realistas, España pinta más bien poco en la escena internacional, y aún menos en la económica. No estamos en ningún ‘G’. Entre otras cosas porque ha hecho poco o nada para conseguirlo. Y no ha ayudado nada esa obcecación ‘anti-Bush’ que ha estado presente en la política exterior española desde nuestra salida de Irak. Si además, como recordó Sarkozy, es el propio Bush quien decide quién va a la fiesta y quién no ¿Qué esperábamos?