De retraso en retraso hasta la derrota final. Esa ha sido la lamentable historia de Air Madrid, una compañía aérea de vuelos baratos que nació con la pretensión de convertirse en una Rayanair ibérica y que ha suspendido sus vuelos tras una interminable cadena de despropósitos empresariales que han acabado precipitando la intervención del Ministerio de Fomento (pdf). La compañía no ha superado el trago del últimátum que éste le lanzó para acabar con las interminables incidencias, retrasos y cancelaciones que han sufrido miles de clientes y que incluso habían originado problemas de orden público en el propio aeropuerto de Barajas.

Todo apunta a que Air Madrid ha echado el cierre sólo unas horas antes de que lo hiciera Fomento, pero como siempre los que acaban pagando el pato son los viajeros: 300.000 con reserva de billetes para estos días de Navidad se han quedado compuestos y sin vuelo. De ellos, 130.000 ya están en sus destinos y no saben cómo volverán. La compañía se quita de encima cualquier responsabilidad y culpa al Ministerio porque la «alarma social» que provocó su ultimátum le ha impedido seguir adelante con sus operaciones. Fomento, que se gastará cinco millones de euros en alquilar cinco o seis aviones para resolver los casos más urgentes, considera que la única culpable del desaguisado es Air Madrid y su incapacidad para resolver los múltiples problemas causados.

Lo cierto es que una mayor, y sobretodo más temprana, vigilancia de las autoridades a la vista de la clamorosa inoperancia de la compañía quizá habría evitado que fuera tanta la magnitud de la tragedia.