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Otoño: poesía y hojas muertas sobre el asfalto

Por María J. Mateomariajesus_mateo
El plano recoge las hojas caídas, recién muertas, que encuentro a cada paso. Hojas deshidratadas, de tonos y formas dispares —pequeñas y graciosas, algunas; puntiagudas y estilizadas, otras— esparcidas sobre el asfalto. La cámara son mis ojos, registrando estos fósiles de ciudad, vestigios de una felicidad extinguida, de días leves y acabados.

DSC_0319_1Deben de ser restos de robles, alcornoques, álamos… aunque yo ignoro los datos. Juego a olvidarlos como hago contigo: finjo no recordar tu nombre, tus manos, tu existencia. Pero fracaso en cuestión de minutos y vuelvo a esa canción… «Since you went away, the days grow long».

Es el paisaje del otoño, el que alumbra este sol impío y ofrece a la vez sombras, ecos de tu despedida. Los que me traen a la memoria los versos de Antonio Lucas, de su libro Los desengaños, sobre el que estos días ha recaído el premio internacional de Poesía Loewe 2013.

Son versos que hablan de un silencio que se hace estridente: el que impone el desamor, la edad que va «hilvanando el espino», la soledad que es involuntaria. Y versos que traspasan las fronteras de la piel para denunciar, sin soflamas, la estafa que es vivir en un país en el que la pobreza describe una línea insultantemente creciente. 

146660Escuché a Antonio recitar sus propios versos la semana pasada, en el Festival Eñe, y rápidamente supe que iba a convertirse en uno de mis poetas de cabecera.

Flanqueado por Caballero Bonald y Soledad Puértolas, saludé junto a ellos la «luz alentadora y nueva» de este joven poeta sobre el mundo adverso que palpita en el texto y que, irremediablemente, «no nos gusta». Y acto seguido le oí decir lo que evidenciaban después sus poemas, que el libro es fruto de «una crisis sentimental y una crisis con el presente», al que rechaza y frente al que combate con la única arma que tenemos algunos: la palabra.

Palabra dura, eficaz e implacable. Palabra desencantada y rebelde. Palabra luminosa que bebe indiscutiblemente de un otoño que hay quienes queremos expulsar, precisamente, a fuerza de palabras.

Palabras en combate y desengaños que benditos sean si, después de todo, acaban convertidos en verso.