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Mentiras que devuelven verdades: hermoso papel nunca tendrás rival, incluso si pierdes

Por Paula Arenas Martín-Abrilpaula_arenas

Imposible estar más de acuerdo con mi compañera de blog, Mariaje, y su amor al ‘papel’, a esos libros que son parte de lo que somos y que tanto nos hacen sufrir cuando no los encontramos en el lugar que los dejamos.

A mí no ha habido rey mago que por adelantado me haya traído un ¿cómo se llama? (vuelta a la entrada anterior, a la de Mariaje, que ha abierto esta vía)…, y me pregunto porqué. Tal vez mi colega tenga a bien contarlo en su próxima entrada o en un comentario, o al menos a mí, aunque sea bajito (de momento conservo bien el oído).

Cuando la leía pensaba la de veces que he estado sentada frente a la biblioteca de mi padre, buscando títulos, sacando libros que abría y cerraba y volvía a colocar… Todas esas otras veces que íbamos a la Cuesta de Moyano y me decía que me regalaba el libro que yo quisiera, y la emoción de la búsqueda. También los muchos paseos a librerías de viejo, con mi padre como siempre, y la expectación ante tantas torres de libros… Casi era una aventura.

Puede que ocupen mucho espacio, puede que sean caros (aunque siempre hay maneras de encontrarlos baratos), puede que haya libros dignos de quedarse en un lugar lejos de nuestras casas, pero ¿y qué ocurre si nos quedamos sin dedicatorias, sin esas páginas dobladas que señalan lo que nos gustó, sin esos versos subrayados, sin esa imagen que trae la portada de un libro que nos regaló alguien a quien quisimos hace mucho tiempo y de quien sólo nos queda ese libro?

Lo siento, pero continúo quedándome en el lugar de siempre aunque tenga que prescindir de espacio y apilar libros en torres o cargar con ellos por la calle. Son objetos, sí, pero son objetos con tanto valor como la música que pone banda sonora a nuestras vidas. O más.  Para algunos: bastante más.

¿Quién no se ha pasado horas buscando un libro al que tenía cariño y se ha quedado triste o enfadado al no encontrarlo? Hay objetos…, y objetos. Una profesora de literatura me dijo una vez: «no digas libros, son obras«. Y tenía razón. Lamento haber tenido que emplear el término ‘libro’ en esta ocasión (y que no haya foto para esta entrada: así es más coherente la reivindicación. No necesitamos tanta distracción… ¿o sí?)