La noche en que mis padres fueron atracadores en Montana

Por María J. Mateomariajesus_mateo
Ya era de noche y estábamos sentados en los asientos traseros del Chevrolet Bel Air familiar que mi padre había aparcado junto a la puerta de aquel restaurante de carretera. Había estrellas en el cielo que se cubría sobre nosotros, sobre mi hermano y sobre mí, y sobre ese cubículo en el que me faltaba la respiración. Me sudaban las manos, y eso que no era la primera vez que vivía aquello.

fordIntentaba encontrar el oxígeno que no me alcanzaba cuando mi hermano puso en su boca justo lo que llevábamos tanto tiempo pensando y que no nos atrevíamos a decir: «¿Por qué no nos vamos? ¿Es que no estás cansada de esta mierda?».
Fue entonces cuando observé los ojos, ya viejos, de aquel adolescente que temblaba a mi lado. Y cuando reparé en la palidez de su piel, ya mustia, y pensé al fin en la posibilidad real de tomar el volante y de dejarlos tirados. De escapar de aquella miseria y abandonar para siempre nuestra condición de cómplices del nuevo atraco que iban a protagonizar mis padres. Esos seres, me dije, a los que maldecía y a los que en realidad nunca elegí.

Todo mi cuerpo ardía cuando desperté y comprendí lo ocurrido. Me había quedado dormida leyendo Canadá (Anagrama), la última novela del siempre magistral Richard Ford, y la escena que acababa de soñar bien podía intercalarse entre las descritas por el autor americano.

Su prosa, áspera, desnuda, soberbia… estaba calándome tanto, llegándome tan adentro, que había atrapado a mi subconsciente, donde sigo viajando estos días junto a Dell Parsons, el protagonista de esta historia en la que el creador de la Trilogía de Frank Bascombe vuelve a demostrar que es un autor esencial. Próximo firme candidato al Nobel, decía un amigo mío hace poco, y responsable de un paisaje por el que camino estos días, incluso en duermevela. Ford… culpable de una obsesión que, confío, siga siendo fuente de inspiración, despierta o no.

 

 

2 comentarios

  1. Cuando la lectura te traslada a otra vida o situaciones es que están disfrutándola. Para mí no hay mejor remedio para la pasividad o la monotonía que viajar a través de la lectura de alguna gran historia. Es el medicamento que simepre vence a la rutina que nos tiene acorralados con problemas, ahogos económicos, etc. Desde luego que leer no mata.
    http://interesproductivo.blogspot.com.es/2013/10/el-fracaso-no-mata.html

    16 octubre 2013 | 11:58

  2. Dice ser CowboyZZ

    Dudo mucho que le den el Nobel. No es mujer, tampoco feminista o de izquierdas o es una considerada minoria. Tampoco importa, grandes escritores nunca recibieron el nobel.

    El realismo sucio americano ha producido algunos de los mejores escritores. Bobbie Ann Mason, sobre todo sus cuentos, Raymond Carver, Tobias Wolff… nos descubren la America mas profunda. La que no no vive en Hollywood o los apartamentos lujosos de Manhattan. Conductores de autobús, curas, amas de casa, camioneros… todos tienen una historia que contar.

    Siempre me ha parecido curioso lo difícil que es para los escritores españoles escribir historias sobre la gente corriente. En cambio, en EEUU, el pais de Hollywood, ocurre justo lo contrario.

    20 octubre 2013 | 20:12

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