La ciencia habla también: los libros no son un lujo

Por María J. Mateomariajesus_mateo
La 31ª Feria Internacional del Libro (LIBER) cerró este domingo sus puertas con optimismo, según algunos. El motivo de esta esperanza se encuentra en unas exportaciones que, además de ir en aumento y de representar un 30% del mercado total, alivian en cierta medida al sector, donde late la preocupación, por qué no decirlo, ante unas cifras de facturación del mercado interno que se escriben estos días en números rojos.

JasonEl sector del libro tuvo este año una actividad similar a la del año pasado, cuando se facturó por la venta de libros un 10,9% menos que en 2011. Una caída progresiva que se percibe especialmente en ámbitos como el del libro de bolsillo —cuyo descalabro fue superior al 24% en 2012— y que se explica rápidamente si uno piensa en los numerosos adversarios a los que debe hace frente el mercado: malas prácticas y descargas ilegales en un entorno aún resbaladizo para que el libro electrónico se convierta en el rey.

Con este panorama, reivindicar el valor de los creadores y de sus creaciones debe ser el punto de partida, creo yo. Defender su labor como principio —»defenderla del pasmo y las pesadillas de los neutrales»— aun a riesgo de llegar a ser pesados y de adquirir un tufo de sermón dominical. No podemos permanecer impasibles cuando la literatura queda relegada a planos secundarios, que decía mi compañera Paula: es necesario frenar la hemorragia de los libros.

Está claro que la época en la que los poetas tenían, a los ojos del público, aura de estrellas ya pasó. Y sin embargo, qué bueno sería que recuperaran aquel viejo estatus… porque qué necesario es el cuerpo a cuerpo en el que bien decía Roberto Bolaño que nos batimos cuando nos enfrentamos a un libro. Qué imprescindible ese duelo en el que en realidad luchamos con nosotros mismos, con nuestras sombras y nuestros anhelos, para purgar nuestros pecados, para que los libros finalmente nos bendigan, poco antes de salir de ellos, con un «podéis ir en paz».

Mentir bien la verdad, que decía Onetti. Mentirla para lograr salir de nuestra propia mente, ese cuadrilátero limitado —»Me cansa pensarme», afirmaba Miguel Delibes— en el que solo podemos ser lo que nuestros fantasmas creen que somos. Mentir la verdad para tomar distancia y ser capaces de discernirla, aunque sea a lo lejos y aunque ni siquiera nos salude ni nos mire a la cara cuando nos la encontramos por la mañana frente al espejo.

Leo estos días sobre un estudio que ha sido publicado en Science y que de nuevo viene a poner el dedo sobre las bondades de los libros. Un equipo de científicos del Nuevo Centro de Investigación Social de Nueva York ha demostrado que leer ficción contribuye al desarrollo de la empatía y de las habilidades sociales. Los investigadores han comprobado eso que ya podíamos intuir: cuando leemos ficción nos ponemos en la piel del otro y adquirimos nuevos puntos de vista.

Durante la investigación, los científicos leyeron a un grupo de voluntarios tres tipos de textos —que catalogaron como ficción literaria, ficción popular y no ficción— y los sometieron posteriormente a una serie de pruebas basadas en lo que se conoce como ‘Teoría de la mente’ y que reflejan el grado en que un individuo es capaz de percibir las emociones y pensamientos ocultos de los demás.

Así sometieron a los voluntarios a diversas pruebas, como la del ‘test de los ojos’, según la cual, los participantes deben adivinar la emoción que esconden unos individuos solo observando su mirada a través de unas fotografías. Una vez finalizados los ensayos, los científicos dedujeron que quienes había leído ‘alta literatura’, es decir, la que no trata solo de buenos y malos, eran más hábiles a la hora de penetrar en la mente de los personajes, por lo que, concluyeron, esta literatura mejora, además de la empatía, el rendimiento intelectual.

Una prueba más para seguir creyendo y defendiendo, como decía, a esas palabras que, aglutinadas y ficticias, nos hacen creer en la posibilidad de otras islas en las que aliviarnos del peso de la realidad. Otra evidencia de que los libros, como la cultura, están lejos de ser un lujo.

5 comentarios

  1. Dice ser Uno que curra en una editorial

    El beneficio industrial del libro educativo es inferior al 5%. Sale más rentable invertir en bonos del tesoro. Cada vez quedarán menos editoriales y habrá menos oferta educativa. Ahora seguid diciendo que es culpa de las editoriales… Lo que nosotros queremos es hacer un libro y venderlo durante 10 años, no que el político de turno cambie la ley y tengamos que rehacer el libro o no nos dejan venderlo la inspección educativa… Así que ya sabéis quién tiene la culpa. Ah! Y el intermediario que se lleva entre el 35-45% del PVP…

    07 octubre 2013 | 12:23

  2. Dice ser Carla

    No se de donde viene el coste del libro educativo, pero si sabemos a donde llega. Las editoriales tienen que hacer propuestas mas valientes y cambiar de modelo adaptándolo a las nuevas tecnologías.

    Carla
    http://www.lasbolaschinas.com

    07 octubre 2013 | 12:32

  3. Dice ser Gon

    Debería haber una diferencia mayor de precio entre la edición electrónica (o eBook) y la edición impresa de los libros… Ahorrariamos mucho, mucho papel y el mercado de libros repuntaría.

    http://vkm.is/soccercity

    07 octubre 2013 | 13:13

  4. Dice ser Uno que curra en una editorial

    Os respondo. El distibuidor gana entre 7 y 8 veces más que la editorial. Cuesta más imprimirlo (10% PVP) que lo que gana la editorial.
    El coste de digitalización es tan alto para no rentabilizarlo que muchas editoriales han quebrado por ello. Y, además, el coste sube un 17% porque el IVA pasa del 4 al 21…
    Como os digo, preparaos para ver desaparecer a las editoriales y preparaos para elegir entre dos opciones, las de siempre….

    En cuanto al libro electrónico, ¿quién va a pagar los dispositivos?

    Carla, prefiero tu negocio al mio… 🙂

    07 octubre 2013 | 13:25

  5. Dice ser ANTONIO LARROSA

    La furia del viento, mi mejor novela, 1’38 euros en Amazón .com y se vende a miles

    Clica sobre mi nombre

    07 octubre 2013 | 14:00

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