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Tarjeta de resistencia, más que de residencia

Para los que no saben, los extranjeros cada uno o dos años tenemos que demostrar que tenemos trabajo para renovar nuestro permiso de residencia y trabajo. La famosa renovación de los papeles significa reunir un sinnúmero de requisitos y presentarlos dentro de los plazos estipulados. Luego hay que esperar la respuesta de la administración, que tarda entre tres y cuatro meses y cuando nos dan el sí, tenemos que pagar las tasas (que van de los 150 euros a los 400 euros si es un permiso de residencia inicial) y pedir cita para poner las huellas, y aquí hay que volver a armarse de paciencia y esperar cuarenta días más hasta que la Policía emita la tarjeta de residencia, que bien podría llamarse de resistencia.

Las citas que la Policía está dando en estos días son para finales de mayo y todo esto es un desgaste para los extranjeros porque tranquilamente desde que se presenta la solicitud de renovación hasta que efectivamente se obtiene la nueva tarjeta de residencia puede pasar un año.

La gestión de la administración ha ido a peor, hasta hace un año todas las notificaciones llegaban al domicilio del solicitante. Hoy las cartas se pierden en el camino y la persona interesada tiene que ir de oficina en oficina preguntando el estado de su trámite. Los portales que se habilitan para informar al extranjero no sirven de mucho y siempre hay que dar con la oficina indicada para recoger las tasas que tenemos que pagar.

Un día aquí y otro allí. Una fila hoy y otra mañana. Esa es la tónica de las renovaciones. Un amigo vivió este via crucis esta misma semana y mientras esperaba en las filas escuchó historias similares y una sola conclusión: «nos toca aguantar». La última fila la hizo en la Brigada de Extranjería ubicada en la Avenida de los Poblados, en Madrid, justo donde está el Centro de Internamiento de Extranjería. Las cinco horas de fila le dio para pensar sobre la coincidencia de que la oficina de atención a los extranjeros esté en el mismo recinto donde se encierra a los sin papeles. Su reflexión fue que: «es una forma subliminal de decir: usted no se queje que peor la pasan los que no tienen papeles». ¿Qué piensas?