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Con los gatos en la maleta

Y los llamó Frida, por bigotuda y fea; Garfield, por gordo y vago; y Bagnato (léase Bañato), en homenaje a un presentador de TV en Argentina, que se apellida así. Son todos gatos y la mujer que les dio esos nombres se llama Carolina de Dobrzynski, una argentina que vive hace casi ocho años en Madrid y que cuando decidió emigrar de Argentina se trajo a sus mascotas con ella. Y así doña Frida, don Garfield y don Bagnato entraron por Barajas, con todos los permisos migratorios firmados por el mismísimo cónsul de España en Argentina. Mientras que su dueña, Carolina, llegaba sin ningún papel.

La veterinaria fue la que más contribuyó a la emigración de toda la familia gatuna, pues al ver que su dueña no conseguía un hogar para dejar a los tres gatos, le dijo que los gatos siempre van a estar mejor con su amo. Y así fue que todos hicieron las maletas.

Lo primero fue conseguir una jaula suficientemente grande para los tres y luego hacer las filas en el consulado español para conseguir ‘las visas gatunas’, que aparecen en esta fotografía, y que son unos sendos oficios, con todos los sellos de rigor, que facultan al propietario de cualquier mascota a llevarla en su viaje.

El corralito empujó a Carolina hacia la emigración, pues el trabajo en su área de especialización (representación de artistas) escaseaba en Argentina y un amigo la tentó con la idea de convertirse en la manager de una orquesta en España.

Los primeros días en Madrid no fueron fáciles, la amiga que la acogió no le permitió quedarse con los gatos y tuvo que pagar una guardería para ellos. Ese gasto no estaba previsto en su presupuesto, y tuvo que tirar de sus ahorros, hasta que pudo rentar un minúsculo estudio para ella y sus gatos. Eso sí, destinando casi todo su sueldo a ello.

Sus papeles de residencia tardaron dos años y después de eso su situación fue mejorando año tras año. Hoy se mueve en el mundo del marketing, vive en un barrio céntrico de Madrid y paga una hipoteca todavía alcanzable. Sus gatos celebraron hace poco su cumpleaños número doce y la siguen acompañando. Viven en su propio ático, la parte superior de la alacena de la cocina; donde tienen su cama y la foto de su padrino, el actor argentino Alejo Viola, que fue la persona que regaló los gatos a Carolina.

No se arrepiente de haberlos traído a España pagando 100 dólares por el viaje de cada uno. En muchas circunstancias fueron su cable a tierra, como ella bien señala. Ahora, se puede decir que Carolina hizo lo contrario de lo que hace la mayoría de inmigrantes, que traen lo justo y necesario en su equipaje. Aunque también cabe la pregunta de qué es lo justo y necesario para cada persona.