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Trabajar en la playa de Madrid

Alex Paixáo trajo la playa hasta Madrid. Las olas de la mañana lo llevan a la Plaza Mayor y por la tarde lo empujan hasta la Puerta del Sol. En estos dos sitios del centro de Madrid, él hace surfing, ante la mirada atónita de los transeúntes. Los que se paran en su pedacito de playa brasileña a veces le sacan una fotografía, se ríen cuando parece que va a caer de la tabla de surf, y, cuando pasa el peligro, se acercan y le dejan unas monedas.

Así se gana la vida este brasileño, de 32 años, que es otro latinoamericano que este agosto trabaja de cara al sol. La idea de trabajar como estatua la tenía antes de emigrar, bueno en realidad estaba entre esto y ser bailarín. Pero al llegar a Europa, a Portugal concretamente, se empleó en la construcción.

Llegó a España al inicio del pasado invierno y aunque seguía empleado en el sector del ladrillo, empezó a montar la playa en Alcalá de Henares. Lo hacía únicamente los fines de semana. No ganaba mucho, unos 25 a 30 euros, más era el frío que soportaba.

Lo de ser una estatua surfista le surgió casi de carambola, un día que entró a una tienda deportiva y vio el traje de surf, entonces pensó que quedaría bien que un brasileño reprodujera la playa en Madrid.

Es un trabajo duro, las estatuas humanas tienen que controlar cada mínimo músculo de su cuerpo y petrificarse hasta que alguien arroje una moneda en su cesta. Sólo entonces se descongelan, hacen su gracia particular y aprovechan esos escasos minutos para colocarse en una mejor posición.

En verano se ven muchas estatuas humanas en todas las ciudades turísticas, sobre todo, en las ramblas de Barcelona. Alex probó suerte por allá, pero reconoce que hay mucha competencia, por eso volvió con su playa a Madrid. Aquí, en un día generoso, gana entre 40 y 50 euros.

Para el invierno, Alex está preparando un nuevo personaje que le ayude a soportar él descenso del termómetro. Se propone ser Shrek; ese ogro que es la antítesis del príncipe azul de los cuentos de hadas. Si eso ocurre, la próxima crónica que leeremos de él empezará así: érase una vez un brasileño que se disfrazaba de ogro para ganarse la vida en invierno.