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La historia de mis papeles

Mi situación de indocumentada se extendió más allá de lo debido y deseado. Como ya lo conté antes en este blog, un día de marzo perdí mis papeles por el robo de mi cartera. Me convertí automáticamente en una ‘sin papeles’ y no hubo manera de sacar otra tarjeta de identidad de extranjero porque estaba solicitando el cambio de situación migratoria; iba a pasar de portar un permiso de estancia por estudiante a tener un permiso de residencia y trabajo. El trámite no debía durar demasiado, al menos eso me habían dicho. Tenía todos los requisitos necesarios, sobre todo, el contrato de trabajo de la empresa que me había contratado durante mi estancia como estudiante.

Para cuando me robaron mi cartera con todos mis documentos ya habían pasado cinco meses desde que presenté la solicitud en el Ministerio de Trabajo, y todavía tuve que esperar cinco meses más por la resolución favorable. No me quejo solo voy a exponer mi vivencia para demostrar cómo los extranjeros vivimos en un vaivén.

Mi solicitud estuvo “en trámite” (según la información publicada en la web del Ministerio de Administraciones Públicas) hasta que un buen día mi expediente se archivó. Me informaron que me faltaba un papel que probara que no había sido becada y ese papel, que tenía que venir desde mi país de origen, con todos los sellos y rúbricas, tardó más de la cuenta y la Administración (entiéndase los funcionarios que la componen) no entendió razones.

Debo aclarar, en mi defensa, que ese tipo de certificados son sui géneris en mi país y mi madre tuvo que solicitar el papelito en el Ministerio de Educación como cosa rara; luego utilizó los servicios rápidos y costosos de DHL, pero la Administración, como ya he dicho, fue más veloz y archivó mi expediente.

Me quedé en el limbo y la abogada de la empresa donde trabajo interpuso un recurso de reposición y me dijo “paciencia, la Administración tiene tres meses para responder”. Pasadas unas semanas me hablaron del silencio negativo, otra cosa rara que significa que si la Administración del Estado no responde en el plazo de tres meses, significa que me deniegan el recurso. Ahí sí vino la desesperación y tuve que rendirme a los buenos oficios (entiéndase honorarios) de un abogado particular.

Este profesional dio ese empujón que, muchas veces, necesitan los trámites de extranjería y obtuve el sí de la Administración. Pero cuando pensé que todo había pasado, fui a la Brigada de Extranjería de Madrid, para pedir que me documentaran y lo que me ocurrió es realmente insólito. Primero me dieron una cita para febrero, es decir, que tenía que esperar seis meses más para obtener la tarjeta de identidad de extranjero, tomando en cuenta que la misma tiene una validez de un año y que luego hay que volver a cero y renovarla nuevamente. Pero nada de esto me importó mucho porque pensaba que la Policía me iba a extender ese mágico papel llamado autorización de regreso, que nos permite a los extranjeros que no tenemos la tarjeta de identificación salir de España y volver a entrar sin problemas.

Hice otra fila para pedir la famosa autorización de regreso y cuando estuve frente a la funcionaria de turno, ésta me dijo que mi expediente seguía archivado. Entré en crisis. Repetía mis diálogos, decía una y otra vez «de verdad, de verdad». No podía creer lo que me estaba diciendo. Yo necesitaba ese permiso para viajar, pero como le decía a la funcionaria que tengo un familiar enfermo de cáncer y que preciso verlo. ¿Con quién puedo hablar? ¿Qué hago? Nadie me dio respuestas. La funcionaria se apoyó en el respaldo de su silla, cruzó los brazos y ante mis repetitivas frases dijo “no sabes decir otra cosa, ya te he dicho que no te puedo dar el permiso”. Salí en crisis total y tomé un taxi para ver si los funcionarios del Ministerio de Trabajo, donde mi expediente estuvo represado diez meses, me explicaban el porqué yo tenía una resolución positiva en mi mano y, sin embargo, en la base de datos constaba mi expediente como archivado. Esta historia continuará…