A estas alturas seguro que lo has visto en algún sitio. Lidl ha hecho una campaña de publicidad bastante potente (este artículo no es parte de ella, por si a estas alturas hay que aclarar que aquí no jugamos a estas cosas) durante los últimos días, así que posiblemente ya sepas que su roscón está hecho con mantequilla, huevos de gallinas libres y lleva la firma del chef Carlos Maldonado y el pastelero Nicolás Espigares.
Hasta hace nada, Maldonado era simplemente un ganador de MasterChef con restaurante propio, pero ahora es también un nuevo flamante Estrella Michelin. Así que, bien jugado Lidl.
Roscón con Estrella Michelin, cubierta de chocolate rosa Ruby y bien de nata, que se vende por menos de 6 euros. Todo eso está muy bien, ¿pero qué hacemos hablando de roscones a mediados de diciembre cuando ni siquiera hemos acabado con los panettones?
Aunque somos muy de respetar la estacionalidad del asunto y aquí el roscón se come el día 6 por la mañana, la verdad es que nos podía la curiosidad. Y la reciente estrella de Maldonado ha sido la excusa que nos faltaba para probarlo y salir de dudas.
¿Puede un roscón industrial de 6 euros estar rico? No estar rico como un Bollycao -que, a ver, malo no está- sino ofrecer esa aparente calidad artesana que promete la publicidad.
Primera en la frente al acercarnos a comprarlo: el roscón se vende congelado. No pasa nada, pero es un dato que no parece comentarse en la publicidad. Tiene su lógica porque si el relleno es nata o algo parecido necesita refrigeración y la caducidad se presupone corta. Pero esto del formato congelado es un dato a tener en cuenta.
Tampoco nos espantaremos porque es un secreto a voces que muchos de los roscones de supermercado se hacen en primavera, se congelan y, cuando llega el momento, se resucitan y a los lineales. Sí, como algunos jamones ibéricos de precios imposibles. Pero ese es otro tema.
Dos datos a tener en cuenta con el tema congelación: ocupa bastante y son estas malas fechas para tener espacio en el congelador. Y, muy importante, la caja no es hermética, la nata es una grasa que actúa como esponja de olores así que ojo con dejar el roscón al lado de las gambas congeladas porque puede acabar dándole un gusto exótico y poco deseado.
Las instrucciones indican que en dos horas en la nevera está listo para comer. Nosotros lo pasamos del congelador a la nevera por la noche y un rato antes de desayunar, fuera para que no estuviera tan frío.