
Quienes pensaban que las sandías amarillas que descubrimos hace poco eran la versión más extraña de esta fruta están equivocados. Y es que en Japón todo es siempre un poco más raro.
Un paseo por un supermercado del país es toda una experiencia. La oferta de bebidas daría para un máster interminable –Fanta de melón o de yogur tropical es algo normal por allí- pero incluso en la frutería hay unas cuantas sorpresas.
La primera: los precios. Pese a esa imagen de la dieta japonesa como un modelo saludable a seguir, la verdad es que por allí la fruta es casi un alimento de lujo que no se suele incluir en los menús.
Tal vez eso explique cosas tan extrañas como plátanos envueltos en plástico uno a uno y con dibujos de Hello Kitty -Japón is different-, limones y limas empaquetados como artículos de lujo con bien de plástico o, en general, esa manía de envasarlo todo. Llama la atención que en un momento en el que en Europa y otras zonas se acrecienta la guerra contra envases y plástico, por allí no parecen darse por aludidos.
Pero volviendo a la fruta, en realidad este alimento tiene un sentido un tanto ceremonial en Japón. De hecho, es habitual regalar cestas de fruta como símbolo de agradecimiento o de status. Y no es de extrañar teniendo en cuenta el precio.
Pero, sin duda, lo que más sorprende es toparse con las famosas sandías cuadradas que hace aproximadamente un año saltaron a los titulares de medio mundo. Una cosa es saber que existen y reírse en la distancia de las rarezas niponas, y otra tenerlas delante y comprobar que el precio en un supermercado de cierto nivel en Tokyo es de 20.000 yenes.
Calculadora en mano, eso son casi 160 euros. Sí, por una sandía cuadrada. La historia de esta versión cúbica tiene diferentes versiones, aunque la mayoría apuntan a motivos de almacenamiento y transporte para explicar el invento. ¿El método? Simplemente colocar la sandía dentro de un molde con forma de cubo en sus últimas fases de crecimiento para que se adapte a esa forma.
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