La televisión y el machismo forman demasiadas veces pareja artística. Ojalá se pudiera decir en pasado y contarlo como algo ya superado, pero basta un rápido paseo con el mando a distancia para encontrase con ejemplos más o menos escandalosos.
A veces es machismo de manual, de ese de toda la vida, con chistes, risitas, palmadita en el culo si se presta y venga mujer para la cocina que hay trabajo. Durante un tiempo Bertín Osbone dio unas cuantas lecciones de este estilo en un programa en la televisión pública que provocaba casi tantos momentos de incredulidad como de vergüenza ajena. Todo, eso sí, con tono campechano. Porque Bertín, ante todo, es un señor y un cachondo, como ahora demuestra cada semana en Tele 5.
Pero más allá de estas muestras evidentes de machismo en versión casposa de hace unas décadas, está ese machismo de baja intensidad que pasa desapercibido pero se cuela por las rendijas. Algo así como “si yo en mi casa ayudo a mi mujer” y clásicos de ese tipo. Frases e ideas tan instaladas en la sociedad que son muchas veces indetectables. Son los llamados micromachismos.
Precisamente de eso acusaban recientemente a MasterChef en un interesante y recomendable artículo de opinión publicado en Tentaciones de El País. Cambios de look reservados para concursantes femeninas, mujeres que –medio en broma medio en serio- llaman a sus maridos para pedir permiso para seguir en el programa, chistes sobre las gorduras de ellas por comer más de la cuenta, baboseo de la cámara ante una de las candidatas… ¿Recurrentes chistes de guión o clamorosos ejemplos de micromachismo?
Lo cierto es que MasterChef no anda mal servido de topicazos televisivos de la vieja escuela. La presentadora florero -tal vez aquí se nos escape a nosotros mismos otro de esos machismos en miniatura- que nadie sabe muy bien qué papel tiene; el miembro del jurado jovenzuelo, apuesto e hiperactivo; el otro más majete y entrañable; la mujer dura que completa el trío; los aspirantes que lloran y convierten la cocina en su particular terapia para superar durísimas historias personales; la señora que abandona -ojo, primer abandono de la historia- porque no puede más…