Hay muchas formas de detectar a uno de esos “cuñados” que saben de todo y, sobre todo, más que tú, pero una de ellas no falla: muchos aseguran que fueron al restaurante de un chef de cierto nivel -cuanto más conocido y mediático sea, mejor- y salieron con hambre. A partir de ahí la historia se puede adornar con una hamburguesa para rematar la raquítica cena de turno y comentarios sobre el precio desorbitado que pagaron por cuatro platillos minúsculos.
Cualquiera que haya pasado por alguno de los muchos restaurantes con una o varias estrellas sabrá de sobra que, si de algo suelen pecar los menús degustación de estos locales, es de una sucesión de platos bastante amplia que acaba con el comensal con problemas para llegar al postre.
Es, de hecho, una de las quejas habituales de muchos críticos gastronómicos que desde hace tiempo abogan por menús degustación más cortos. No hace falta probar 15 o 20 platos, aseguran. La mayoría de los cocineros no les hacen mucho caso.
De ahí que la historia de la fabada minúscula pero preciosa que estos días ha aparecido por las redes resulte especialmente absurda. Un plato de diseño con unas cuantas fabes y el compango (morcillo, tocino…) servido aparte y también presentado de forma exquisita.Todo con una pinta estupenda pero, por lo visto, escaso para el selecto paladar de las redes sociales.