
Uno llega a Alimentaria a lo de siempre: saludar a amigos y conocidos, buscar y probar algunas cosas raras, y hacer un par de chistes recurrentes sobre los que van dispuestos a llevarse la compra semanal hecha o a aprovechar la barra libre que tanto se estila a última hora.
Pero las cosas no salieron según lo planeado. Ha habido novedades, claro. Muchas, y algunas muy curiosas. Y por supuesto alcohol y muestras.
Pero quizás entrar por la puerta equivocada y toparse lo primero con una zona de stands en las que el producto estrella eran las legumbres de Estados Unidos y el pimentón de China hace que te cambie el humor y el guión. Para rematar, frente al stand de Navarra, otro de conservas (espárragos, pimientos…) también de China.
Que sí, que libre mercado, globalización, cifras macroeconómicas y todo eso. Pero recordar nada más llegar que esto va de negocio y no de comida es un poco frustrante.

En realidad nada nuevo, por mucho que la agenda de charlas y talleres organizados por algunos de los mejores cocineros del país en Alimentaria Experience intente dar cierto calado gastronómico a la cita.
Pero lo cierto es que no es fácil cuando estamos en el reino de las tendencias -muchas absurdas-y de esa quinta gama que lo mismo te vende un huevo con cáscara ya pochado que un bocadillo de calamares listo para descongelar y servir.
Por supuesto que hay mercado para todo, sólo que los grandes son aquí los reyes y los que marcan ritmos e innovaciones. ¿Que se lleva lo vegetal y el sin gluten? Pues le ponemos avena, quinoa y lo que surja a todo, aunque el resultado sean productos procesados igual de poco sanos que las versiones con lactosa o gluten. O peores en algunos casos.
Quinoa en el chorizo y en los snacks, leche vegetal en los batidos, etiquetas de ecológico y orgánico con sellos oficiales que, curiosamente, no se molestan en avisar de que “bio” y “orgánico” no significa absolutamente nada en la legislación española.
Y entre todo eso, los garbanzos de Estados Unidos, que son los que acabarán posiblemente en la cesta de la compra de muchos, por precio o simplemente porque nadie obliga a dar esa información. O a darla en un lugar y tamaño visible, se entiende.
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