Hugo Morán – Exdiputado
En tanto que España debería abordar cuanto antes su proceso de transición energética, a riesgo de quedarse definitivamente descolgada de los ejes estratégicos de acción política que ocupan en estos momentos a los gobiernos de los países de nuestro entorno, precisaría para ello desembarazarse, a la mayor brevedad, de la transitoriedad política que paraliza al país desde hace semanas y que amenaza con prolongarse durante unos cuantos meses más.
Son razones económicas, sociales y ambientales las que urgen a una revisión profunda de nuestro modelo energético. Económicas, porque la estructura industrial ve amenazada su competitividad como consecuencia de unos precios que lastran el atractivo de los productos españoles y que acaban pagando los trabajadores en forma de una precarización laboral-salarial con la que las empresas intentan paliar vía nóminas sus facturas de energía. Sociales, porque en tiempos de crisis la pobreza energética ha venido a cebarse precisamente con las clases más vulnerables, añadiendo dramatismo allí donde ya había desesperanza. Y ambientales, porque el cambio climático comienza a hacer mella en la calidad de vida de los ciudadanos y esto no es sino el preludio de una espiral de cambio global.