Hugo Morán Fernández – Exdiputado
Vienen a coincidir en el tiempo las respectivas quiebras de dos gigantes globales de la energía, la solar Sun Edison y la carbonera Peabody. Los analistas económicos han salido prestos a colocar sus teorías respecto a las causas que estarían en el origen de estos y otros movimientos sísmicos que afectan a la estabilidad mundial del sistema energético. Quizás desde la perspectiva puramente financiera no haya grandes diferencias entre las caídas de estas multinacionales y ciertamente estaríamos ante un serio problema si no alcanzásemos a ver la enorme distancia que hay entre una y otra.
Creo que merece la pena sacar alguna conclusión que atienda al interés general, más allá de las oportunidades de inversión en el corto y el medio plazo, o a las consecuencias que se derivan en términos de empresas y empleos. Soy de los que opinan que para hablar hoy de energía con una cierta perspectiva, es más importante atender a los gráficos que se dibujan en las pantallas de cualquier hospital, o a los que se manejan en departamentos universitarios que siguen la evolución de las temperaturas o del nivel del mar, que a los que concitan las ávidas miradas de los inversores en las bolsas de Londres, Shanghái o Madrid.
Si tomamos en consideración los argumentos médicos o climáticos habremos de concluir, sin lugar a dudas, que la única decisión colectiva razonable que debemos adoptar en relación con nuestras necesidades energéticas pasa por abandonar lo antes posible esa dramática relación de dependencia que nos ha llevado a aceptar que, sin la contribución de las fuentes de energía que personifican el músculo industrial clásico no es posible el desarrollo; y es que son esas tecnologías las que están socavando el frágil equilibrio ecológico que sostiene la vida tal y como la conocemos.