Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de Málaga
Hace mucho tiempo, siendo un estudiante de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, quedé maravillado al conocer que un trozo de silicio debidamente tratado y puesto al sol era capaz de generar energía eléctrica. Corría el año 1985 y comenzaba el desarrollo de la energía solar fotovoltaica en España. Tanto me impresionó este descubrimiento, que decidí formarme primero y dedicar después mi tiempo y mi esfuerzo como investigador a trabajar en este campo.
Durante todo este tiempo de desarrollo científico y tecnológico, una y otra vez chocábamos con el mismo problema, con la misma cuestión, ¿pero esta energía es rentable? Y nos esforzábamos por conseguir aplicaciones donde esta tecnología demostrara sus posibilidades como fuente energética alcanzando costes competitivos, en un sistema energético que no incluye en sus cálculos de costes los beneficios medioambientales de las tecnologías renovables. “Es la energía del futuro” se decía en todos los foros, a lo que se añadía un tanto maliciosamente, “pero por el momento no son rentables”.
Sin embargo, este esfuerzo social y colectivo de mucha gente en todo el mundo ha conseguido que en la actualidad tengamos una tecnología madura, capaz de generar energía a precios más bajos que las energías convencionales. De ahí el crecimiento imparable de esta tecnología en todo el mundo.
Durante todo este tiempo fue creciendo un tejido productivo alrededor de esta tecnología cuyos principales componentes se fabricaban en España. Incluso llegamos a tener un tiempo de gloria, cuando parecía que la apuesta por esta tecnología no tendría vuelta atrás.