Entradas etiquetadas como ‘Descarbonización’

Renovables y ferrocarril: ¡Vivan los novios!

Por Santos Núñez de Campo – Gerente de Sostenibilidad en Renfe Operadora

Este amor viene de lejos. Finalizada la guerra Franco-prusiana, en 1879, el primer tren eléctrico moderno fue presentado por Werner von Siemens en Berlín en un circuito de 300 metros, más parecido al tren de la bruja que al Tren de Alta Velocidad.  

A lo largo del pasado siglo el ferrocarril eléctrico se asentó en las metrópolis del mundo en forma de funiculares, tranvías, metros y cercanías, así como en las duras rampas de los tendidos ferroviarios tradicionales gracias al acceso directo a recursos energéticos hidráulicos adosados al ferrocarril.

La crisis del petróleo de los ’70 sirvió para electrificar las principales rutas de viajeros y mercancías, preparando el salto disruptivo que significa la Alta Velocidad desde 1964  en Japón. Al día de hoy, estamos ante nuevas oportunidades para reforzar la electrificación de las cadenas logísticas de mercancías y  de las ofertas multimodales de viajeros.

Olvidamos, a veces, que los trenes eléctricos son vehículos eléctricos. Y si no existieran, habría que inventarlos: el ferrocarril es el modo de transporte de viajeros y de mercancías que presenta un menor impacto ambiental en su conjunto.

Es el modo que menos energía consume por unidad transportada, que presenta unos menores niveles de emisiones de CO2, que menos contribuye a la contaminación local en las áreas urbanas, y que genera un menor impacto acústico. La ocupación del terreno realizada por las infraestructuras ferroviarias es también, en términos relativos,  menor que el espacio ocupado por las carreteras.

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¿Una España de futuro? Una Ley ambiciosa de Cambio Climático y Transición Energética

Por Laura Martín Murillo – Directora de la Fundación Renovables

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Que el cambio climático es un reto que está transformando nuestras sociedades, economías y ecosistemas es algo evidente para el común de los mortales. Que está llamado a hacerlo mucho más es lo que nos dicen los científicos de todos los campos y lo que tiene asumido la ciudadanía en general, particularmente la española. Curiosamente, España es uno de los países con menos negacionistas del mundo: sólo un 2% de los españoles negaba la influencia humana en el calentamiento global en 2105, una de las menores tasas del mundo.

Pues bien, mientras la mayor parte de las economías de nuestro entorno se están dotando de herramientas para asumir el reto, de leyes y planes de acción sobre cambio climático y normativa sobre transición energética, que es probablemente el elemento central de la lucha contra el cambio climático, España se está quedando atrás.

En los últimos años ha experimentado un gran retroceso, tanto en realidades (nuestros gases de efecto invernadero aumentan y somos el país que más ha aumentado el uso de carbón, el combustible más contaminante, en 2015) como en planes de futuro.

Somos uno de los pocos países del entorno que no ha aprobado o empezado a discutir una ley de cambio climático que nos ayude a cumplir los objetivos de descarbonización que nos solicita la comunidad internacional y que nos ayude a poner a salvo nuestros sectores económicos, nuestros ecosistemas, nuestros cultivos ante la evidencia de temperaturas crecientes ya que somos uno de los países europeos en los que el cambio climático va a tener un impacto mayor.

No podemos aplazar más la tarea, porque además tener un plan ambicioso es vital para el desarrollo de una economía de futuro, una economía competitiva y un nuevo modelo productivo, que pueda hacerse un hueco por eficiencia, por innovación y que genere bienestar social.

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La UE nos da una sorpresa agradable: la ratificación conjunta del Acuerdo de París.

Por Laura Martín Murillo – Directora de la Fundación Renovables

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Cumbre del Clima (ARCHIVO)

El viernes la UE acordó la ratificación en grupo del Acuerdo de París y aunque esta decisión se venía impulsando en las últimas semanas, no ha dejado de ser una sorpresa agradable.

Me parece siempre que las lecturas sobre el acuerdo de París de cambio climático del año pasado se han movido en general entre la realidad y el deseo: la realidad de unos resultados poco ambiciosos y el deseo de que el acuerdo internacional impulse por fin en los gobiernos el compromiso de actuar sobre un desafío planetario que está modificando nuestro mundo a una velocidad impensable hace solo algunas décadas y cuyos impactos van a ser devastadores.

Aunque parezcan contradictorias, ambas lecturas son necesarias, la que nos recuerda que con lo que hay hoy encima de la mesa en compromisos por parte de los países no hay suficiente, ni de cerca, para salvarnos de un calentamiento peligroso y la que, poniendo un pie en el acuerdo de París, quiere dejar de mirar atrás y comenzar la marcha firme hacia la descarbonización de nuestras economías.

El proceso de ratificación

Para avanzar el acuerdo tiene que entrar en vigor cuanto antes y para eso tienen que estar ratificado por 55 paises que sumen el 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Hasta el viernes, 61 países habían firmado el acuerdo, pero representaban solo un 48% de las emisiones de efecto invernadero.

Lo cierto es que si lo comparamos con otros procesos, la ratificación de este acuerdo se está produciendo de una manera rápida en muchas regiones del mundo. Las razones son varias, una de las principales es el temor a que las elecciones en Estados Unidos lleven a Trump al poder. El que puede ser el peor presidente nunca imaginado cuenta entre sus numerosos defectos con ser negacionista climático. Si Trump gana, puede ser que le resultase más difícil bajarse de un acuerdo que ya está en vigor, por lo que los países están acelerando su consecución. Y hay también por supuesto otras razones: que por fin China se ha decidido a liderar, que los signos de la catástrofe que se nos avecina son más alarmantes cada día y que los compromisos no son lo suficientemente ambiciosos para que en los países se genere mucha oposición interna a la ratificación. En cualquier caso el proceso hasta el viernes iba como un rayo, pero sin Europa.

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