La pobreza energética no es solo un adjetivo, es real y tiene solución

Detrás de la pobreza hay muchos y diversos motivos. Sin embargo, no sucede lo mismo con la pobreza energética. Las diferencias van más allá de un adjetivo añadido a un sustantivo. No todos los que sufren pobreza energética encajan en la imagen que tenemos de pobreza y, a diferencia de la pobreza en general, las causas de ésta son muy concretas y de sobra conocidas.

¿Cuándo lees “pobreza energética” piensas en la gente mayor calentándose con una estufa o una manta? ¿Una familia quemando cualquier cosa para intentar calentar a sus hijos? Estos son los casos más extremos, pero las personas afectadas por la pobreza energética están en todas partes y en cualquier rincón.  La “Estrategia Nacional contra la pobreza energética” cifra entre 3,5 y 8 millones las personas que se encuentran en situación de pobreza energética en España, según el indicador empleado.

Son aquellas personas que estudian o trabajan en bibliotecas y cafeterías durante horas y horas porque su casa está demasiado fría porque no se pueden permitir pagar el suministro de calefacción. Las familias que hacen vida solo en la cocina, aprovechando el calor residual que se pierde, porque no pueden calentar todas las habitaciones. Los que tienen que ajustar y limitar su cesta habitual de la compra para poder pagar las facturas de los suministros básicos, o que reducen, o incluso renuncian, al uso de la calefacción o del aire acondicionado a pesar de necesitarlo, por el temor a no poder pagar el importe de la factura a final de mes. Es una realidad que azota por igual a vecinos, familiares y amigos.

Hay tres motivos principales para sufrir pobreza energética en un país como España: el alto precio que pagamos por la energía, la mala calidad de la edificación y las rentas bajas de un sector demasiado amplio de la población.

Si consideramos legislativamente el acceso a los suministros básicos para el estado de bienestar como un derecho, y garantizamos el acceso universal a la electricidad para toda la sociedad, un recurso sin el cual es imposible vivir con los estándares de calidad de hoy en día, nos aseguraremos, empezando a trabajar cuanto antes, de que no queda nadie atrás. Ya no habrá más personas afectadas por la pobreza energética. No es una utopía.

El bono social es la única medida creada por la administración pública para apoyar a la población más afectada por pobreza energética. Se trata de la aplicación de un descuento en la factura, sin considerar ninguna medida que palíe en lo más mínimo las condiciones de la familia afectada para reducir su demanda energética. No ofrece medidas para mejorar la eficiencia de su hogar, ni para optimizar el contrato de suministro.

Es el afectado el que debe solicitar dicho bono, y el porcentaje de descuento a aplicar depende de sus niveles de renta.

Fuente: CNMC, boletín indicadores eléctricos

Por contra, proponemos una tarifa social, que permitiría el acceso de un mayor número de afectados, gracias a la ampliación de los criterios de renta y a la concesión automática conseguida al cruzar datos entre las distintas administraciones.

Al eliminar el aspecto asistencialista del bono social, y la obligación de pedir ayuda explícitamente, un mayor número de personas accedería a esta tarifa, que les correspondería por derecho, en lugar de serles concedida.

Esto es importante, primero, porque así lograríamos cubrir las necesidades reales de un mayor número de personas y se visibiliza a aquellos que hasta ahora han sido invisibles ante la administración pública porque desconocen el bono, no son capaces de tramitarlo o no pueden justificar su nivel de renta.

El acceso a los suministros básicos es un derecho que nuestras administraciones públicas deben garantizar. La electricidad y el agua son servicios esenciales a los que ni podemos ni debemos renunciar. Conocer las causas nos demuestra que la solución para acabar con la pobreza energética también está a nuestro alcance. No nos faltan recursos, ni derechos, si no voluntad política para garantizarlos.

Por Ana Mora, comunicación de CECU, y Soledad Montero de Ecologistas y Px1NME 

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser da risa pedir a los avaros el cielo

    En el mundo de la avaricia cualquier derecho básico puede pisotearse sin remordimiento.

    16 febrero 2022 | 23:18

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