Archivo de febrero, 2019

Las lecciones climáticas de nuestros jóvenes

Si los titulares de las noticias o las conversaciones en las redes sociales fueran un reflejo de la realidad, uno podría pensar que lo que más preocupa a nuestra sociedad estos días son las elecciones que vienen, o el juicio del procés, o si me apuras, la crisis de Venezuela.

Pero lo cierto es que hay otras noticias, que tienen más difícil acaparar titulares, que nos deberían preocupar mucho más. Por ejemplo, que estemos viviendo una primavera en pleno mes de febrero. Algo que si fuera un hecho aislado no tendría mayor importancia, y es incluso agradable, pero que sucede en el marco de una tendencia de ascenso global de las temperaturas sobre la que la ciencia nos está llamando insistentemente la atención. De hecho, los cuatro últimos años han sido los más calurosos desde que tenemos registros, corroborando los datos científicos que muestran el cambio climático ya está aquí.

Pero esto no ha hecho más que empezar, y el mismo cambio climático que provocamos puede a su vez provocar más cambio climático, entrando en una espiral imparable. Así lo ilustra una simulación hecha con superordenadores que indica que uno esos efectos de retroalimentación se puede producir cuando, a partir de cierto nivel de calentamiento, se dejen de formar nubes, lo que a su vez dejaría entrar más radiación solar y aceleraría el calentamiento. El punto de no retorno se podría alcanzar este mismo siglo.

Afortunadamente (?), se supone que nuestros políticos y gobiernos tienen toda la información que necesitan para evitar que el problema se nos vaya de las manos. El Gobierno español acaba de presentar un amplio paquete de medidas, que han llamado Marco Estratégico de Energía y Clima, que incluye tres elementos muy importantes: un plan (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) que marca los objetivos que tendrá que alcanzar nuestro país para reducir las emisiones causantes del cambio climático; una ley (proposición de Ley de Cambio Climático y Transición Energética) que establece el marco normativo para saber cómo aplicar el plan; y una Estrategia de Transición Justa, fundamental para asegurar la cohesión social y que ningún colectivo ni comarca quede relegado por la imprescindible transición, que permita construir alternativas sostenibles para quienes se vean afectados por el cierre del carbón, la energía nuclear o la electrificación de la industria automovilística.

Lamentablemente, la ley ha llegado tan tarde que se queda fuera de ninguna posibilidad de ser debatida en esta legislatura, por lo que habrá que esperar a que pasen las elecciones para que se retome, esperemos que como prioridad número uno.

El Plan, sin embargo, no se puede detener por el proceso electoral, ya que su presentación es una obligación europea. Ese plan recoge objetivos y medidas que pueden transformar profundamente nuestro sistema energético, que es lo que más contribuye al cambio climático. Que España se proponga alcanzar un sistema eléctrico 100% renovable es un triunfo de quienes en un principio demostramos que esto es posible y necesario, aunque necesitamos que se haga extensible a toda la energía, no solo la electricidad, como señalamos desde Greenpeace. Una vez se apruebe este paquete de medidas, España dejará de ser el único país de Europa occidental sin fechas de abandono del carbón.

La transformación de todo el sistema energético debe adelantarse acorde con alcanzar emisiones netas cero en 2040 y no se debe retrasar el cierre de las viejas centrales de carbón y nucleares más allá de 2025.

En cuanto a las emisiones, el Plan fija un 20% de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 respecto a 1990. Pero, ¿es esto suficiente? Desde el gobierno se dice que es lo máximo que podemos hacer, porque España ha estado durante décadas aumentando sus emisiones y ahora es muy difícil hacer que bajen más rápido. Pero tanto Greenpeace como la Fundación Renovables coinciden en señalar que se trata de un objetivo claramente insuficiente. El gran debate ambiental actualmente en la Unión Europea es cuánto elevar el objetivo de reducción de emisiones para 2030 para hacer posible cumplir con el Acuerdo de París. El objetivo actual de la Unión Europea es del 40%. La Comisión Europea se plantea pasar al 45%. El Parlamento Europeo pide elevar el objetivo al menos al 55%. De manera que no puede ser que España pretenda quedarse solo en un 20%, que no es ni la mitad de lo que pide el Parlamento Europeo.

No solo es solo cuestión de cifras y porcentajes, el hecho es que, para contribuir en la medida necesaria y proporcional a nuestra responsabilidad de evitar un cambio climático que supere el peligroso umbral de 1,5 ºC de calentamiento, la transformación de todo el sistema energético debe adelantarse acorde con alcanzar emisiones netas cero en 2040 y no se debe retrasar el cierre de las viejas centrales de carbón y nucleares más allá de 2025.

Los científicos advierten de la brecha que separa los compromisos actuales de todos los países y lo que se necesita hacer para evitar un cambio climático desastroso. Al ritmo actual de emisiones, se espera que el calentamiento global supere los 1,5°C entre 2030 y 2052. El Informe sobre la Brecha de Emisiones 2018 del PNUMA revela que las naciones deben aumentar sus ambiciones climáticas en 5 veces para alcanzar la meta de 1,5°C.

El Informe sobre la Brecha de Emisiones 2018 del PNUMA revela que las naciones deben aumentar sus ambiciones climáticas en 5 veces para alcanzar la meta de 1,5°C.

Pero quienes son más conscientes de esa brecha no son los políticos, son nuestros propios hijos e hijas. Hartos de la falta de respuesta por parte gobiernos, políticos y empresas, estudiantes de todo el mundo están saliendo a la calle en un movimiento espontáneo que está promoviendo marchas y huelgas escolares. Muchas de esas acciones suceden los viernes, y lo están haciendo con el paraguas común de #FridaysforFuture. Extendiéndose como una balsa de aceite, las movilizaciones ya están llegando a nuestro país.

Estas personas son las que han aprendido lo del cambio climático en su escuela o instituto, y no pueden entender, ni aceptar, que no se esté haciendo nada para evitarlo. El movimiento no para de crecer y su próxima movilización será el 15 de marzo, en que han convocado la primera huelga mundial de jóvenes por el clima. Saldrán a enarbolar la única bandera que es de todos y que necesita que la defendamos, la bandera del planeta. Aprendamos la lección nos están dando.

José Luis García – Responsable del Programa de Cambio Climático de Greenpeace España

¿Hay igualdad de género en el sector renovable?

La Agencia Internacional de la Energía (IRENA) acaba de publicar un informe sobre la perspectiva de género en el sector renovable (Renewable Energy: A gender Perspective). Los resultados analizados se basan en una encuesta que han respondido 1500 personas relacionadas con el sector, procedentes de 144 países distintos. Uno de los resultados que destaca el informe es que en el sector renovable existe desigualdad de género, pero esta es inferior a la de otros sectores. Mientras que el 32% de los empleos en renovables son cubiertos por mujeres, esta cifra apenas alcanza el 22% si incluimos todo el sector energético. Sin embargo, tal y como ocurre en otros ámbitos, en el sector renovable la participación de las mujeres en trabajos relacionados con la ciencia, la tecnología, la ingeniería o las matemáticas (STEM) es muy inferior a su presencia en trabajos administrativos. Así pues, la respuesta a la pregunta que da título a este artículo es que queda mucho por hacer para llegar a la igualdad real en el sector.

Resulta interesante analizar las respuestas desagregadas. Mientras que el 75% de las mujeres encuestadas perciben la existencia de barreras de género, solo el 40% de los hombres las ven. Ante la pregunta de si existe diferencia en la retribución salarial de hombres y mujeres en las mismas posiciones, el 29% de las mujeres cree que no existe mientras que esta cifra representa el 60% si los encuestados son hombres. Parece que es más fácil que la presencia de barreras pase desapercibida a quien no tiene que saltarlas. Estos resultados coinciden con lo que muchas experimentamos cuando estos temas se debaten en el ambiente laboral: casi irremediablemente suele participar en la conversación alguien que nunca había pensado sobre el asunto, no cree que exista una diferencia de género notable o simplemente no lo considerara un problema importante.

En España, 2018 ha sido un año clave para el feminismo también en el sector energético. En febrero, se celebró el I Encuentro de Mujeres sobre Género y Energía, con el que comenzamos a poner en práctica una de las herramientas de transformación que se mencionan en el informe de IRENA, la creación de redes de apoyo. En septiembre, se publicó el manifiesto En Energía, No sin mujeres cuyo objetivo es promover la presencia pública de mujeres en el sector energético. Los firmantes del mismo se comprometen a no participar en ningún evento, de más de dos ponentes, donde no se haya contado con, al menos, una mujer en calidad de experta.

El informe de IRENA incluye también un pequeño diccionario en el que se definen términos como techo de cristal, empoderar o sororidad. Es posible que alguien piense que estos términos ya deberían ser conocidos por todos, pero creo que una de las grandes tareas del movimiento feminista para los próximos años es permear en todos los sectores de la sociedad, mantener una lluvia fina que incluye debatir con perspectiva de género, repetir las estadísticas que muestran la desigualdad actual y continuar señalando las barreras que existen para que todos las veamos. El informe de IRENA contribuye a ello y resulta particularmente importante en un sector con un enorme potencial de creación de empleo en los próximos años.  Hagamos que las mujeres también pueden acceder a estos empleos.

Por Marta Victoria – Observatorio Crítico de la Energía marta victoria

Dar voz a las renovables en Asturias

El pasado 30 de Enero el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud organizó en Langreo el Seminario “La Potencialidad del Empleo y Alternativas de Desarrollo Económico en Energías Renovables en Asturias”, con el apoyo de la Fundación Europea del Clima (European Climate Foundation) y la colaboración de Comisiones Obreras de Asturias y la Agencia de la Energía del Nalón.

El objetivo fundamental de este evento era poner la atención sobre el potencial de crecimiento de las energías renovables como nicho de empleo y creación de empresas en el marco de la transición energética en Asturias.

El evento sirvió para reunir y conectar a representantes del ámbito empresarial, institucional y sindical de Asturias y poner en valor la relevancia del tejido empresarial existente, su actividad internacional y su contribución al I+D+i y al empleo.

Por poner un ejemplo, sólo las actividades relacionadas con la tecnología eólica offshore y la energía de la biomasa aportan más de 2.000 empleos, según las estimaciones proporcionadas por Indalecio González, Responsable de Energías Renovables de la Fundación Asturiana de la Energía (FAEN).

Entre los ponentes institucionales, destacó la presencia de Isaac Pola, Consejero de Empleo del Principado de Asturias, quien recalcó que “se debe abordar la transición energética adaptándose a las singularidades, con un enfoque de equilibrio entre los aspectos ambientales, económicos y energéticos, sin precipitación y de forma pactada para que se perciba como una oportunidad y no como una amenaza”.

Dada la actual situación social y económica con el cierre de la minería y de las centrales térmicas de carbón, resulta muy importante señalar que “no tiene por qué haber territorios ni trabajadores perdedores aunque haya sectores que cierren” como señaló la directora General de Minería y Energía del Principado de Asturias, Belarmina Díaz.

Desde el ámbito sindical Mariano Sanz y Gerardo Argüelles, secretarios de Medio Ambiente de CCOO y CCOO Asturias, destacaron que es imprescindible el diálogo social para tratar la reindustrialización de los territorios afectados. También señalaron que las organizaciones sindicales deben tener la habilidad de situarse en un proceso de cambio global estructural por la transición energética y ecológica junto a la digitalización y otros retos para el modelo productivo.

El cambio de modelo energético también es un vector de cambio para la modernización del sector industrial asturiano, la mejora de la calidad ambiental y la generación de empleo en la región.

“La proactividad permitirá que el despliegue masivo de las renovables desarrolle una industria propia que cree oportunidades en el territorio”, tal y como apuntó Joan Groizard, director de Energías Renovables del IDAE.

El actual marco normativo de la Unión Europea de Energía y Clima a 2030 y 2050, presentado por el vicepresidente de la Fundación Renovables, Sergio de Otto, marca una trayectoria clara hacia la transición energética y puede representar importantes oportunidades para consolidar y expandir la capacidad productiva de la industria renovable asturiana. Al mismo tiempo el cambio de modelo energético también es un vector de cambio para la modernización del sector industrial asturiano, la mejora de la calidad ambiental y la generación de empleo en la región.

La participación de empresas como TSK o investigadores en energías marinas de la Universidad de Oviedo,  dieron cuenta del liderazgo de los actores asturianos en el panorama mundial de renovables.

Alguno de los mensajes más repetidos por parte de los representantes empresariales fue la urgencia de abordar la formación en energías renovables ante la necesidad detectada de trabajadores cualificados. En palabras de Pedro Nuño, representante de UNEF y de la empresa Electricidad Llano S.L. “invertir en conocimiento y educación condicionará el futuro en Asturias”.

Durante el seminario se desarrollaron grupos de discusión temáticos para explorar el potencial de crecimiento y las medidas de acompañamiento necesarias para expandir las renovables en el ámbito urbano, industrial y rural.

En opinión de ISTAS entre las oportunidades de desarrollo local en renovables más interesantes se encontrarían la de lanzar un plan de repotenciación de eólica terrestre, promover las redes cerradas y el autoconsumo fotovoltaico (o en hibridación) especialmente en los consumidores industriales, promover el uso de biomasa en la industria agroalimentaria y fomentar las redes de calor urbanas y el uso de biomasa térmica en el ámbito rural. En energías marinas los expertos e investigadores apuntan nuevas oportunidades de negocio en el desarrollo y comercialización de estructuras flotantes de eólica offshore y de microturbinas hidrocinéticas de alta eficiencia que puede contribuir al concepto de redes inteligentes y aplicaciones de autoconsumo.

Las conclusiones de este seminario nutrirán un informe que está desarrollando ISTAS y se publicará en mayo.

Se puede consultar el programa completo aquí.

emisionesPor Begoña María Tomé – Gil – Responsable de Energía y Cambio Climático de ISTAS

A vueltas entre los necesarios avances regulatorios para la transición energética y la incertidumbre que genera la falta de un consenso político

En estos momentos de incertidumbre política ante el anuncio de convocar las terceras elecciones generales en poco más de tres años, nos encontramos, en el ámbito energético, en uno de los momentos de mayor interés e ilusionantes de las últimas décadas.

Para esta misma semana se ha anunciado la presentación del Plan de Energía y Clima y también está en fase avanzada de tramitación el Real Decreto de autoconsumo, elemento esencial para garantizar el cambio del modelo energético y la participación activa de los ciudadanos; el acierto en su desarrollo será la base para dar la entrada a nuevas operativas en el mercado. Adicionalmente también estaba previsto tramitar la Ley de Cambio Climático y Transición Energética y  la  Estrategia Nacional de Transición Justa que no podrán ver la luz en lo que queda de legislatura.

Coincidiendo con toda esta actividad  acabamos de conocer  que en 2018 las fuentes renovables alcanzaron a cubrir el 40% de la producción eléctrica peninsular, cifra que contrasta fuertemente con lo que sucede en los sistemas no peninsulares donde la cobertura eléctrica con renovables oscila entre el 5% y  10% para Baleares y Canarias respectivamente, y no por falta de recursos precisamente, a pesar de tener los costes de generación más altos a nivel nacional, lo que requiere de un  análisis  más detallado en un próximo artículo.

Hay que reconocer que la actividad del Ministerio de Transición Ecológica en estos últimos meses contrasta con la parálisis sufrida por el anterior Ejecutivo y su continua implantación de obstáculos en el avance hacia un nuevo modelo energético y económico

Volviendo a la demanda peninsular, la potencia  fotovoltaica  instalada prácticamente se ha duplicado respecto al año anterior, representando las instalaciones de autoconsumo energético el 90% de la nueva potencia instalada (236MW), a estos datos suministrados por la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) sin duda han contribuido además de la eliminación del impuesto al sol, la reducción de costes de producción en un 80% en los últimos 10 años.

Esta tendencia pone de manifiesto la necesidad de disponer lo antes posible del decreto de autoconsumo para clarificar, ordenar e incorporar los importantes avances que contempla tanto en tramitación de solicitudes, como en el  desarrollo del autoconsumo colectivo o la facturación neta que permitirá a los autoconsumidores compensar la energía vertida a la red contra la energía consumida de la misma en términos económicos en períodos mensuales. En conjunto, aunque tiene elementos de mejora, no deja de ser una propuesta muy positiva, necesaria y urgente de implantar.

Y es en este contexto en el que lejos de pretender establecer una dicotomía entre la derecha y la izquierda en lo que a política de energías renovables se refiere (no hay que olvidar que la regulación que consolidó el despegue de las  renovables en nuestro país -RD 2818/1998- fue promulgado por un gobierno del Partido Popular); sin embargo, si hay que reconocer que la actividad del Ministerio de Transición Ecológica en estos últimos meses contrasta con la parálisis sufrida por el anterior Ejecutivo y su continua implantación de obstáculos en el avance hacia un nuevo modelo energético y económico.

Por eso, es especialmente relevante hacer, una vez más, un llamamiento a la responsabilidad política para que se asuma el necesario consenso para seguir avanzando en esta transición energética que ya cada vez afecta más a los consumidores y a la sociedad en su conjunto.

Por Concha Cánovas – Experta en Energías Renovables

Somos la civilización de la electricidad ¿Por qué nos cuesta tanto entender su potencial transformador? (parte 1)

El invento de la electricidad masiva y en red, hace apenas 140 años, ha marcado la evolución de nuestra civilización. Desde su invención hemos transformado radicalmente las ciudades. ¿Alguien se imagina como sería la ciudad de Nueva York si los ascensores eléctricos no hubieran irrumpido en nuestra sociedad? Sí, esa tecnología ha hecho posible que se desarrollen ciudades compactas en las que el transporte masivo y eléctrico, el metro, permiten la movilidad de miles de personas sin que sus calles queden literalmente bloqueadas y asfixiadas por los coches térmicos.

Edison construyó las primeras centrales de generación eléctrica en Pearl Street en Manhattan (Nueva York) y en Holborn (Londres) en 1881. Al año siguiente empezaba el negocio de venta de electricidad y en menos de un año los industriales más innovadores instalaron los primeros motores eléctricos que sustituirían a las máquinas de vapor que quemaban carbón en el centro de las ciudades, asfixiando con sus humos de combustión a sus poblaciones crecientes de ciudadanos que se desplazaban desde el campo en busca de trabajo.

Pero, 10 años después menos del 5% de las industrias habían implementado la electricidad en sus procesos de fabricación y seguían instaladas en la era del vapor. La mayoría cuando renovaban equipos lo hacían de nuevo con motores de vapor.

El tema es que esos industriales innovadores no apreciaron ninguna mejora en la competitividad de su industria. La electricidad parecía tener poca relación en la mejora de la productividad. Y es que, esos pocos “early adopters” que implementaron algún motor eléctrico a la vez que empezaban a comprar energía “limpia y moderna” desde alguna central eléctrica próxima, continuaban manteniendo la estructura de fábrica industrial centralizada alrededor del eje de transmisión de la máquina de vapor, una máquina permanentemente en funcionamiento y sobre la que se planteaba todo el proceso manufacturero.

El problema es que la tecnología había cambiado pero la forma de pensar no. Los motores eléctricos hacían exactamente los mismos procesos que los de vapor, por tanto, eran perfectamente sustituibles, pero hacían muchas otras cosas que esos industriales eran incapaces de entender y, por tanto, de aprovechar.

Instalados en nuestra cultura industrial del siglo XIX, nos costó 30 años entender que no necesitábamos una gran máquina que girase para hacer llegar la energía, solo necesitábamos cables.

Las fábricas ganaron espacio y los procesos fabriles dejaron atrás la logística del eje de transmisión para abrirse camino en la línea de producción. Henry Ford lo entendió a la perfección, de algo le debían servir los años de trabajo en la compañía de Thomas Edison, y allí empezó su aventura cuando lanzó la primera línea de montaje para su fábrica de Highland Park en Detroit. Consiguió reducir el tiempo de montaje del Ford T de 12 horas a tan solo 93 minutos; o sea, que multiplicó por 10 la producción en un día. No pasó mucho tiempo para que consiguiera fabricar 1.000 coches al día. En el año 1903 la V avenida de Nueva York estaba congestionada por carruajes de caballos. En 1913 la congestión era de vehículos térmicos. Cuentan que la mayor parte de preguntas que la gente hacia a Henry Ford estaban relacionadas con la alimentación de esos caballos tan potentes que él comercializaba. De hecho, no se estaban refiriendo a las gasolineras puesto que no sabían ni que existían.

Definimos un modelo de mercado al que cualquier tecnología que aparezca tendrá que someterse, porque esa es nuestra cultura, la que parece que todo es para siempre, olvidándonos de que la única constante humana es que todo cambia.

Pero, volvamos a la electricidad. Siempre ha tenido un tendón de Aquiles. La electricidad es una mercancía peculiar. El sistema eléctrico debe estar en permanente equilibrio, es decir,  que cuando se produce también se tiene que consumir. Un “just in time” que debe funcionar a la perfección. Bajo ese principio físico se ha construido todo un sistema de centrales de generación térmica que, según determinados avisos del gestor del sistema van ajustando su producción a lo que los consumidores necesitamos en cada momento. Además, no estamos dispuestos a que esos ascensores de los que hablábamos al principio del artículo nos dejen suspendidos en el aire si no hay electricidad para todos en momentos de elevada demanda. Ello nos ha obligado a disponer de un sistema redundante en el que algunas centrales funcionan muy pocas horas al año. Y claro, sus costes deben ser cubiertos y es aquí cuando entramos en esas extrañas fórmulas de precios variables y con pagos de capacidad a grandes oligopolios que nadie entiende con lo que, su opacidad puede ser de nivel inimaginable si los organismos reguladores están capturados y los políticos se preocupan poco por saber y entender sobre el tema. El exministro Soria reconoció que el redactado de los decretos y leyes venía “hecho” por las mismas empresas eléctricas.

Pues bien, este es el mundo de la electricidad que tiene su origen en los combustibles fósiles que, si alguna cosa buena tiene, es que las tecnologías y recursos energéticos a quemar son flexibles. Es decir, con un sistema de gestión ideado en el siglo XX se da respuesta a ese “just in time”, aunque sea una repuesta bastante cara y oscura. Tema aparte merece la energía nuclear, muy poco flexible, y que por tanto está en el sistema siempre de base. Y con todo ello, definimos un modelo de mercado al que cualquier tecnología que aparezca tendrá que someterse, porque esa es nuestra cultura, la que parece que todo es para siempre, olvidándonos de que la única constante humana es que todo cambia.

Esas nuevas tecnologías, a las que voy a referirme como el primer gran cambio del siglo XXI, ya están en el mercado y a partir de 2020 en España la energía eólica va a superar “para siempre” a la energía nuclear, que hoy presenta un mayor volumen de energía en el sistema eléctrico español, y eso que para esa fecha no vamos a cerrar ninguna central nuclear, a no ser, claro, que tengamos algún accidente catastrófico por el camino. Y la solar acelera a nivel mundial y España está en el foco de atención de sus inversores. Para 2030 está previsto que la energía solar y la eólica en España supongan más del 50% de la energía eléctrica que consumimos. Pues bien, eso tiene algo de malo. La energía solar y la eólica son variables e intermitentes con lo que esa bondad de flexibilidad que se atribuía a los combustibles fósiles se volatiliza literalmente y me parece que a pocos les va a gustar quedarse colgados en el ascensor. Los gurús del siglo XX dicen que la solución va a ser el gas natural. No desesperemos, a lo mejor es que tampoco lo hemos entendido todavía.

La civilización de la electricidad se acelera. Hoy apenas supone el 25% de la energía que consumimos, pero la descarbonización de la economía hace imprescindible su incremento a porcentajes cercanos al 70%.

El segundo gran cambio del siglo XXI también está entre nosotros, pero como ya viene siendo costumbre, tampoco lo entendemos. El vehículo eléctrico.

Una tecnología nueva (si pensamos en los que utilizan batería ion litio), con poca oferta en el mercado, pero creciendo y con menos del 1% de la renovación del parque en España. Una tecnología más cara “casi” con las mismas prestaciones que su equivalente térmico, pero con una energía más limpia. La mayor parte de consumidores y políticos no le ve una mejora competitiva. El precio más elevado de adquisición y la posible destrucción de empleo en refinerías y plantas de automoción hace que pocos se esfuercen en pensar cómo introducirlo (a lo mejor se esfuerzan por todo lo contrario). La mayoría piensan que la solución es una buena red de recarga rápida en calles y carreteras equivalente a las gasolineras. Algunos fabricantes europeos, líderes en motor diésel, hablan de que hay que implementar una red de carga super rápida de potencia superior a 400 KW para cargar en menos de 5 minutos en la carretera. Sin ella, el coche eléctrico no tiene futuro.

Es fácil establecer un paralelismo de las primeras etapas de implementación del motor eléctrico versus la línea de transmisión de vapor; el coche eléctrico versus el coche térmico o las energías renovables intermitentes y los combustibles fósiles flexibles. La tecnología ha cambiado pero la forma de pensar, NO.

Lo voy a dejar aquí para que nos rompamos la cabeza pensando que más pueden hacer esos coches eléctricos y esas energías renovables. En el siguiente blog os voy a contar cual es mi visión. Doy por supuesto que lo de la mejora de la calidad del aire, la reducción de los costes sanitarios y dejar de incrementar los Gases de Efecto Invernadero ya lo tenemos internalizado con lo que no voy a ir por ahí, aunque tengamoslo claro, la salud es el motor del cambio (siempre lo ha sido) y la supervivencia de la especie humana, ni os lo cuento.

Por cierto, estaría bien que en momentos de cambio (¡¡¡y lo estamos!!!) las políticas industriales apostasen por abrir la mente a eso que aún no entendemos y que va a suponer la diferencia entre los que van a ganar la siguiente revolución industrial y los que sencillamente van a quedarse en la era de los combustibles fósiles y el uranio una generación más como mínimo. Eso sí, una generación contenta de ser conectada y digital pero posiblemente sin empleo.

Por Assumpta Farran – patrona de la Fundación Renovables y ex directora del Institut Català d’Energia

Acelerar el cierre nuclear

A raíz del anuncio realizado por el Gobierno de que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima que llevará a Bruselas pospone la fecha de cierre de las centrales nucleares de forma progresiva hasta 2035, Greenpeace y la Fundación Renovables hemos elaborado un documento que analiza la situación actual y que hemos querido compartir con alrededor de una veintena de expertos y agentes sociales en un coloquio que celebramos ayer en Madrid para compensar la ausencia de debate social en un tema tan relevante para la sociedad y las generaciones venideras como éste.

La salida de la energía nuclear del sistema eléctrico español entre 2025 y 2035 supone alargar la vida de estas instalaciones más allá de los 40 años. La propuesta de la Fundación Renovables es el cierre programado de todas las centrales nucleares antes del año 2024, sin extensión de su vida útil, es decir, sin que se renueven sus licencias de explotación: junio de 2020 para Almaraz I y II; julio de 2020 para Vandellós II; marzo de 2021 para Cofrentes; octubre de 2021 para Ascó I y Ascó II y, por último, noviembre de 2024 para Trillo. Con el fin de no provocar un cambio retroactivo sobre la fecha de cierre consideramos que éste debe producirse en el momento que finalice cada licencia de operación actual.

Y tenemos razones para proponerlo. La primera, porque es posible hacerlo. La aportación nuclear -en torno a los 50 TWh- puede ser sustituida para esa fecha por electricidad producida con las fuentes de energía renovables ya planificadas, es decir, con la ejecución este año de las renovables subastadas en 2016 y 2017 (8.737 MW) y la propuesta del Gobierno de subastar 3.000 MW/año. En cualquier caso, desde la Fundación Renovables, queremos manifestar que los objetivos del Gobierno -tanto en subastas como en autoconsumo y en electrificación de la demanda- son poco exigentes y que España debería tener un compromiso mayor no solo para alcanzar el desarrollo renovable deseado sino también para cumplir con los compromisos con la Unión Europea.

Es decir, que en nuestras propuestas no está el cerrar o prohibir algo que no tenga alternativas, los número demuestran que las renovables están perfectamente preparadas para sustituir el parque nuclear actual según vayan caducando las licencias de operación de las centrales en funcionamiento, tal y como han refrendado en el coloquio de ayer tanto José María González Moya, director general de la Asociación de Empresas de Energías Renovables-APPA, como José Donoso, director general de la Unión Española Fotovoltaica, UNEF.

En segundo lugar, el hecho de que resulten deficitarias según sus operadores, solo aumenta los argumentos para no ampliar artificialmente su vida, puesto que pone en tela de juicio las inversiones que deban ser acometidas para garantizar la rentabilidad de las mismas. Esto  supone, de facto, como ya se ha solicitado, la reducción de las tasas para el tratamiento de residuos, tasas que en la actualidad son insuficientes para poder garantizar el tratamiento de los residuos y el desmantelamiento de las propias centrales una vez hayan acabado sus periodos de operación. Además, las centrales nucleares, en un malentendido estatus de carga base –la gestionabilidad del sistema fue soportada principalmente en 2018 por la hidráulica-, disfrutan de un régimen favorable de funcionamiento porque no asumen todos sus costes, lo que las coloca en ventaja respecto a otras fuentes con las que deberían competir.

Nuestra propuesta, recogida en el informe «Hacia una Transición Energética Sostenible» es clara: ni carbón ni nucleares a 2025 y 2024 respectivamente

En tercer lugar, no hay que olvidar los riesgos que implica la radiactividad, que se incrementan a medida que envejecen las instalaciones. La vida media de las centrales en España va de los 31 años de Trillo a los 39 de Almaraz I. A todo ello hay que añadir la aparición de riesgos provocados por fenómenos naturales y por la amenaza de atentados, sin mencionar el problema de los residuos, cuya vida radiactiva es de tal magnitud que no permite su control y sí el traspaso a generaciones venideras.

La prórroga de las licencias de operación de las centrales nucleares es una hipoteca para las generaciones futuras. No entendemos que un debate como éste, cuyas consecuencias va a tener que soportar la sociedad, se haga sin luz ni taquígrafos y sin contar con la gente. Por otra parte, consideramos que el hecho de que no se hayan recaudado los fondos suficientes para el desmantelamiento -entre otras vías, mediante tasas que se aplican a las centrales nucleares- no puede ser la razón para mantenerlas en funcionamiento porque, además, es consecuencia de una mala gestión pública y política, lo que no quita que se les exija una mayor responsabilidad de manera que las cargas económicas que pudieran recaer en la sociedad no sean mayores de lo que debieran.

Nuestra propuesta, recogida en el informe Hacia una Transición Energética Sostenible es clara: ni carbón ni nucleares a 2025 y 2024 respectivamente y reducción paulatina del gas hasta el 100% de renovables. Es factible y obviamente sostenible. Con estas y otras medidas proponemos para 2030 una reducción de emisiones del 51% respecto a 1990 y del 59% respecto a 2015, con una reducción de la demanda de energía final del 25% con respecto a 2015, una electrificación del 50% de la demanda final de energía (el doble que hoy) y una penetración en el sistema eléctrico de las renovables del 80% y de un 50% en la cobertura de la demanda final de energía.

Elena Alonso Asensio – Responsable de Comunicación de Fundación Renovables