Archivo de septiembre, 2018

La próxima década será sin coches, o sin salud

La contaminación en nuestras ciudades no es una amenaza menor, es realmente muy peligrosa para nuestra salud y su principal responsable es el humo de los motores de nuestros coches. Los datos son escalofriantes: 400.000 muertes prematuras en Europa.

Necesitamos movernos, pero sin usar energías peligrosas. Tenemos multitud de alternativas que, sin duda, conseguirán mejorar nuestra salud, mediante el fomento de la movilidad compartida, la inversión en el transporte público y las infraestructuras al servicio de las personas y la electrificación de nuestros vehículos.

Además de nuestra salud, la de nuestro planeta en su conjunto también está en jaque y los coches tienen su cuota de responsabilidad. Una gran cuota.

En el Acuerdo Climático de París hay una línea importante que dice que hay que mantener “el aumento de la temperatura media global por debajo de 2°C… Con esfuerzo por limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales». Este renglón implica un gran desafío, pero no es baladí la diferencia entre el 1.5 y los 2°C. Significa que las olas de calor aumentarán de un mes a mes y medio si nos pasamos, la disminución de agua dulce pasará del 9% al 17%, los fenómenos meteorológicos extremos pasarán de aumentar un 5% a un 7%, la subida del nivel del mar no será de 40 cm sino de 50 cm, y así podría seguir enumerando el incremento de las catástrofes.

Ni qué decir tiene que un aumento de la temperatura media del planeta de 1,5ºC tiene consecuencias, pero de medio grado más lo agravará todo. Para no empeorarlo, debemos dejar de quemar petróleo en los motores de los coches y hacer la transición hacia vehículos sin emisiones. La pregunta es cuándo y, para responderla, me remito al estudio que los investigadores del Centro Aeroespacial Alemán (DLR) acaban de publicar.

Estos científicos comenzaron por trazar lo que creen que pasará naturalmente en la industria del automóvil, sin nuevas leyes que obliguen a las empresas automovilísticas a cambiar, y concluyen que, en 2040, los motores de combustión puros dejarán de venderse. Luego, el equipo de investigación calculó el «presupuesto de carbono» para la industria del automóvil. Si no ha oído hablar de algo así antes, un presupuesto de carbono es una herramienta que usan los expertos del clima para calcular la cantidad de dióxido de carbono que se puede emitir (y no sobrepasar) si queremos mantener el aumento de la temperatura bajo un cierto umbral.

Sin leyes que impulsen el cambio, la velocidad a la que se introducirán vehículos eléctricos en el mercado, no será suficiente para evitar que la industria se exceda en su “presupuesto de carbono”

Lo que descubrieron es que, sin leyes que impulsen el cambio, la velocidad a la que se introducirán vehículos eléctricos en el mercado, no será suficiente para evitar que la industria se exceda en su “presupuesto de carbono”. Si queremos tener una oportunidad “decente” de alcanzar el objetivo de 1.5°C, la venta de vehículos nuevos, de altas emisiones, debe reducirse a cero hacia 2028. En resumen, tenemos alrededor de una década para prohibir completamente la venta de vehículos de gasolina y diésel.

Llegados a este punto, puede parecer que el reto que se le plantea a la industria del automóvil es mucho más difícil que el reto de evitar la muerte prematura de 400.000 personas en Europa, o incluso más difícil que salvar el clima de nuestro planeta, y con ello las condiciones de vida de los seres vivos que lo habitamos, abandonando así toda esperanza. Pero no es así.

Este desafío incumbe, además de a la industria de la automoción, a las compañías eléctricas, a las empresas de construcción, pasando por las grandes corporaciones alimentarias y agrícolas que controlan gran parte de los alimentos que compramos. Entre todas, constituyen la mayor parte de la economía mundial, y todas necesitan hacer su parte en la transición desde un mundo con mucho CO2 hasta uno bajo en carbono. Y aunque lograr que cada industria en el planeta cambie sus prácticas comerciales puede parecer un poco abrumador, en algunos sectores ya está sucediendo.

Tomemos como ejemplo el sector eléctrico. Miles de parques eólicos y paneles solares se están instalando en la última década. Tanto es así que la energía eólica, solar y la biomasa ahora suministran más del 20% de la electricidad generada en la UE, frente a menos del 10% en 2010. En España, a pesar de todos los pesares, es el 25%. Sin duda, necesitamos que sea más rápido, pero el camino se ha emprendido.

Lamentablemente, el transporte aún no está en el mismo camino. Es el único sector importante del mundo en el que las emisiones de gases de efecto invernadero todavía están incrementándose. Y, lo que es más grave, existe un aumento de las ventas de automóviles y una gran demanda de vehículos más grandes, como los todoterreno.

Dado que la industria del automóvil está conduciendo, literalmente, en la dirección prohibida para abordar el cambio climático, los gobiernos deben obligarlos a tomar el camino correcto

Dado que la industria del automóvil está conduciendo, literalmente, en la dirección prohibida para abordar el cambio climático, los gobiernos deben obligarlos a tomar el camino correcto. Como el Reino Unido y Francia, por ejemplo, cuyos gobiernos tienen planes para prohibir los vehículos de gasolina y diésel para 2040. El de España también está obligado a hacerlo. Con un 2018 alcanzando temperaturas por encima de lo habitual, ¿podemos realmente esperar hasta 2040 para arreglar esto? La respuesta es no, no podemos esperar a que la transición energética, y en concreto ésta, lleve la velocidad que la industria del automóvil marque y no la que la salud y el clima necesitan.

La buena noticia es que algunos países ya están en el camino. Noruega, con una combinación de incentivos fiscales y políticas gubernamentales, está impulsando el asombroso crecimiento del automóvil eléctrico. Tanto es así, que ha establecido 2025 como la meta para que todos los coches nuevos tengan cero emisiones. Esto significa tres años antes de lo que los científicos del DLR han establecido, de manera que parece que ‘querer es poder’. Nuestros gobiernos podrían introducir planes para hacer que el transporte público sea más asequible, o más eficiente, y para que las personas lo utilicen más. O podrían invertir en sistemas de coches compartidos, reduciendo la cantidad de vehículos en la carretera.

Tales políticas crearían un mayor margen de maniobra, cuando se trata de eliminar progresivamente los vehículos propulsados ​​por combustibles fósiles. Significa una caída inmediata de las emisiones, a medida que las personas realizan más viajes en transporte sostenible, lo que implica que el presupuesto de carbono podría agotarse en un lapso de tiempo mayor.

La buena salud va de la mano de la buena energía y no podemos pararnos, hay que avanzar y rápido.

Por Raquel Montón – Área de energía y cambio climático en Greenpeace

El “gustazo” de pasarse a alternativas verdes y de precio fijo para el recibo de la luz

De vez en cuando se disparan las alarmas y toda tertulia, magazine o telediario que se precie ocupa sus minutos con la factura de la luz. Suele ser debido a subidas del mayorista de electricidad como las que estamos viviendo estas últimas semanas que suponen que los usuarios en las tarifas reguladas de las grandes eléctricas (unos 11 millones de puntos de suministro) paguen en su recibo mensual varios euros más según su consumo.

Hace unos meses pagaba prácticamente lo mismo que en PVPC y con la situación actual del mercado mi última factura ha sido aproximadamente un 10% más barata que la del mercado regulado

En este caso todo parece indicar que los precios altos del mercado han venido para quedarse (una temporada al menos). Como prueba de ello la ministra Teresa Ribera anunció la semana pasada que suspendería de forma temporal el impuesto a la generación de electricidad que puede suponer una rebaja de entre 1,5 y 3 euros al mes. Digo puede suponer ya que la experiencia nos dice que las empresas son más eficaces trasladando a los usuarios finales las subidas de impuestos que las bajadas.

 

Desde hace un tiempo vivo estas crisis desde otra perspectiva dado que firmé un contrato con precio fijo por 12 meses con una comercializadora del mercado libre que lleva más de 10 años suministrando energía verde a hogares y empresas. Lo hice tras revisar lo que iba a pagar usando una herramienta de su web ¿El resultado?

  • Tengo el precio del kWh a 11,4 céntimos € garantizado durante un año con la tranquilidad que eso supone.
  • Hace unos meses pagaba prácticamente lo mismo que en PVPC y con la situación actual del mercado mi última factura ha sido aproximadamente un 10% más barata que la del mercado regulado para una potencia de 3,2 kW y 150 kWh de luz en 33 días.
  • Todo mi consumo está respaldado por energía de origen cien por cien renovable garantizada por la CNMC (cuántos más exijamos esta garantía de origen, más empujaremos porque nuestro mix camine hacia el 100% renovable).
  • Por último estoy fuera de las grandes eléctricas y siento que mi dinero ha ido a parar a mejores manos y sin pasar por puerta giratoria alguna.

Cualquier usuario, sea propietario o inquilino, puede salir de la tarifa regulada de las grandes; basta con tener la voluntad, escoger entre las ofertas del comparador de la CNMC (puedes discriminar las que son 100% renovable usando la columna “Verde”), coger el último recibo y realizar el trámite que en mi caso supuso menos de 5 minutos.

Estoy fuera de las grandes eléctricas y siento que mi dinero ha ido a parar a mejores manos y sin pasar por puerta giratoria alguna

Recomiendo encarecidamente* darse ese auto-homenaje, ese gustazo, ese decir adiós a Iberdrola, a Endesa (empresa de la pública italiana Enel) o Naturgy (las antiguas Gas ¿¿Natural?? y Unión Fenosa)  y negarles la visita a tu buzón de correo, postal o electrónico, una vez al mes. Además, dentro de unas semanas podrán ver tranquilamente su serie favorita mientras las tertulias hablan de las subidas de la luz. No se arrepentirán.

*Con la salvedad de aquellos usuarios que sean consumidores vulnerables o beneficiarios potenciales  del bono social en cuyo caso es necesario estar en la tarifa regulada PVPC.

Por Iván de Otto – consultor en SdeO Comunicación y socio de FR

Tiempo de descuento

La lucha contra el Cambio Climático nace como respuesta desde la responsabilidad común de todas las naciones ante lo que es una de las mayores amenazas a la biosfera derivada de la actividad humana. Sin embargo, en menos ocasiones se concibe como una estrategia propia para la dinamización económica, la relocalización industrial, la innovación tecnológica, la cohesión territorial y la creación de empleo. Tener este enfoque puede ayudarnos a visionar el pozo en el que estamos enfangados y cómo salir de él.

No salir de la crisis energética impedirá una recuperación económica real. Gran parte de los problemas económicos (como los de endeudamiento) del Estado Español tienen que ver con nuestro modelo energético y el tejido productivo existente. Hoy en día la compra de productos energéticos es la mayor generadora de déficit comercial.
España, que ya es reconocido como un país vulnerable a los efectos del Cambio Climático, aumentará su vulnerabilidad si basa su economía en los combustibles fósiles. La Transición Energética orientada hacia el ahorro de la energía y las energías renovables es la hoja de ruta adecuada. Estamos veinte puntos por encima de la media europea en dependencia energética. Tenemos que pensar que en el futuro inmediato debemos favorecer la autosuficiencia energética de todos los territorios.

La lógica de un modelo energético centralizado donde unas zonas abastecen a otras a costa de altos impactos ambientales, sociales y económicos ha cambiado. Se abre paso un nuevo modelo energético, productivo y económico que debe reconocer el bienestar y riqueza que han generado personas y regiones para el conjunto de la ciudadanía, poner en valor sus identidades y crear puentes entre el pasado y el futuro para que nadie quede abandonado a su suerte.

En la actualidad existe un consenso global en la necesidad de que la lucha contra el Cambio Climático requiere del acompañamiento de un gran pacto social. En 2015 se adoptó el Acuerdo de París que reconocía el papel de la transición justa para la fuerza del trabajo y la creación de empleos decentes y de calidad. Ese mismo año la Organización Internacional del Trabajo adoptó unas Directrices sobre Transición Justa.

En este sentido, el pasado 11 de septiembre Joaquín Nieto, director de la Oficina española de la OIT, anunciaba el establecimiento de un marco de colaboración con el Ministerio de Transición Ecológica para velar por una aplicación exitosa de la Transición Justa. Antes del verano, el Gobierno español ya había hecho público su compromiso en la elaboración de una Estrategia de Transición Justa y en la incorporación de sus principios en la próxima Ley de Cambio Climático y Transición Energética.

Este nuevo marco abre, en primer lugar, una buena oportunidad para reconocer y recuperar el Diálogo Social en materia climática, que en su día fue un espacio de diálogo pionero a nivel internacional y que ahora está completamente desaparecido. Hablamos de un verdadero proceso de negociación y concertación (no simples consultas) en el marco laboral, con los agentes sociales, para abordar con profundidad los impactos y reestructuraciones que van a sucederse con motivo de la Transición Energética y productiva que supone la lucha contra el Cambio Climático y que va a tener una clara incidencia en las empresas y en el empleo. Negociación para anticipar cambios, para ordenar la transición y, en definitiva, para prepararnos para una acción climática decidida, nunca para la inmovilidad. Porque no hay empleo en un planeta muerto.

Ahora que el Ministerio de Transición Ecológica va a dar un giro de timón respecto al anterior Ejecutivo, es preciso que las autoridades locales se resitúen en un contexto para el que ganemos todos y todas

La situación actual también abre una oportunidad de emprender un espacio de entendimiento, colaboración y coordinación efectiva entre las administraciones públicas estatales, autonómicas y locales. Y es urgente que todas ellas remen en la misma dirección, porque el reto que tenemos por delante lo exige. Ahora que el Ministerio de Transición Ecológica va a dar un giro de timón respecto al anterior Ejecutivo, es preciso que las autoridades locales se resitúen en un contexto para el que ganemos todos y todas.

En el informe que hizo ISTAS para Greenpeace sobre experiencias de transición postcarbón en otros países se ponía de manifiesto que el elemento común para el éxito en las comarcas mineras había sido el hecho, en primer lugar, “de asumir que el carbón formaba parte de la economía del siglo pasado y apostar por nuevos sectores económicos para crear empleo local y un impacto positivo directo en la vida de la gente”.

De hecho, el liderazgo de los gobiernos regionales y locales fue imprescindible para hacer posible que los cambios regulatorios desfavorables al carbón se tradujeran en marcos de innovación y desarrollo empresarial en las zonas afectadas.

Así ocurrió en el Valle del Ruhr en Alemania, centro histórico en la producción de carbón y acero. El gobierno regional fue quien lideró la coordinación de los esfuerzos para desarrollar nuevos clusters empresariales a lo largo de la cuenca. Más de 70 empresas presentes en la región del Ruhr formaron la iniciativa ‘Ruhr Initiative Group’. Se iniciaron más de 125 proyectos relacionados con la eficiencia energética y el uso de energías renovables. Entre ellos, la rehabilitación energética de las casas de los mineros, la instalación de más de 100 plantas de cogeneración en hogares y empresas y la promoción del autoconsumo.

Es más, los fondos económicos necesarios para poner en marcha esta iniciativa fueron aportados por el gobierno local, el estado federal de Renania del Norte-Westfalia y por las empresas miembros de la iniciativa. La inversión inicial fue recuperada posteriormente en forma de nuevos impuestos provenientes de las actividades de las empresas de construcción, energéticas y de ingeniería, además de la reducción de las facturas energéticas de hogares, empresas y administración.

También el liderazgo del alcalde de Loos-en-Gohelle, antigua comarca minera de la región francesa de Nord-Pas de Calais, fue decisivo en una transición energética y económica después de 130 años de dedicación exclusiva al carbón. Las condiciones de partida no fueron nada halagüeñas. El cierre de la industria del carbón en la región de Nord-Pas-de Calais supuso la pérdida de alrededor del 45% del empleo industrial entre 1975 y 1995, lo que se tradujo en desempleo, colapso económico y precariedad. El miedo a la depresión y pérdida definitiva de capacidad productiva sirvió esta vez de acicate para la búsqueda de un modelo alternativo.

El líder local inició un debate local con colectivos sociales, empresariales y servicios técnicos institucionales que sirvió para elaborar un diagnóstico y una hoja de ruta para una nueva economía basada en la producción de energía limpia y la economía circular. Y desde entonces la toma de decisiones participada ha sido la tónica habitual en la región. Entre todos decidieron apoyar la creación de actividades locales no deslocalizables, por la que se aprovecharan los recursos autóctonos. Y se apostó por la diversidad de proyectos en detrimento de un único nuevo monocultivo industrial.

El declive del empleo en las comarcas mineras, o en las zonas con centrales nucleares, se está produciendo sin vislumbrar una alternativa local

Las propuestas de nuevos proyectos fueron presentadas a diferentes líneas de financiación del Estado francés y de la Unión Europea. Y a partir de ahí, la UNESCO declaró patrimonio de la humanidad los restos mineros. Las escombreras pasaron a ser elementos culturales y de ocio. Se llevaron a cabo tareas de forestación, peatonalización y construcción de praderas accesibles y de un cinturón ecológico. Se creó un Centro de Eco-empresas, especializado en materiales de eco-construcción, un vivero de empresas y un centro de formación profesional especializado en este sector, que atrajo a otras empresas de la región. La reforma energética de viviendas y de la central solar fue financiada colectivamente. Hoy en día se invierten 12 millones de euros al año para I+D.

En las lecciones aprendidas de transiciones industriales pasadas, no solo se cuentan estas experiencias positivas. En nuestro país, sin ir más lejos, se han vivido reestructuraciones con resultados muy insatisfactorios que ahora lastran lógicamente las expectativas de los actores locales. Además, no nos encontramos ya en el terreno de la anticipación. El declive del empleo en las comarcas mineras, o en las zonas con centrales nucleares, se está produciendo sin vislumbrar una alternativa local. No va a ser un camino de rosas, pero habrá que trabajar mucho entre todos y todas para lograr los mejores resultados en este tiempo de descuento.

emisionesPor Begoña María Tomé – Gil – Experta en Cambio Climático y en Energía en ISTAS

¿Pero qué está pasando con el recibo de la luz?

Por Soledad Montero – Área de energía de Ecologistas en Acción y miembro de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético Soledad Montero

Estos días volvemos a tener en el centro de la actualidad la subida del precio de la luz, y me recuerda a la situación vivida a finales de 2013, cuando la presión mediática caldeó tanto el ambiente que el Gobierno eliminó las subastas CESUR y se implantó la tarifa indexada para el PVPC (precio regulado), es decir, trasladar al usuario doméstico el concepto de funcionamiento del mercado mayorista para que, en teoría, pueda decidir por sí mismo cuando le conviene consumir y adapte su demanda a la mejor oferta.

Si analizamos los últimos acontecimientos nos damos cuenta que estas situaciones parecen ser recurrentes y acaban en algún tipo de reforma legislativa; que esa reestructuración nos conduzca a una solución efectiva del problema, ya se verá, pero que la habrá, eso es seguro. Y esto es una buena noticia, porque el sistema eléctrico necesita una modificación estructural profunda.

Lo primero que hay que aclarar es que estas subidas se producen en el término de energía, que supone algo así como un 34% de lo que pagamos en nuestros recibos. El término de potencia o fijo, como lo conocemos mejor, no se ve afectado, y supone un 40% del recibo. El resto, casi un 27% corresponde a impuestos (IVA, impuesto eléctrico y municipal).

Otra cosa que debemos dejar claro es que frecuentemente se oye que éstas subidas solo afectan a los usuarios con contratos de tarifa regulada PVPC, pero no es así. Nos afecta a todos, lo que ocurre es que si tienes contratada una tarifa de precio no indexado la subida te repercutirá más adelante, cuando la comercializadora actualice los precios, porque ha comprado esta energía que tú estás consumiendo a un precio más elevado y tendrá finalmente que revertirte (de otro modo, la comercializadora vende a pérdidas) a no ser que te esté cobrando un precio fijo tan elevado que le permita absorber estas subidas sin perjuicio económico para ella.

Así que focalicemos los “puntos calientes” que influyen a la hora de la subida de los precios de la luz. Y aquí son diversos los factores que nos encontramos. Tenemos como figura principal el sistema marginalista de conformación de precios del mercado mayorista, (el precio final lo fija la oferta más cara que entra en el mercado), que no resulta ser el más conveniente debido a las características de nuestro mercado, sin competencia real o efectiva, puesto que son tres las compañías verticalmente integradas que lo controlan, a lo que hay que añadir que nuestro mix energético es demasiado variado, conviviendo tecnologías muy diversas.

Otro factor serían los servicios de ajuste, que gracias a que tenemos un mercado libre, permiten a las empresas generadoras de energía aprovechar el llamado “coste de oportunidad” para marcar el precio de la energía “no programada”, de la misma forma que para los desvíos en los que incurren las comercializadoras inevitablemente, y que permiten que se puedan cobrar hasta 100 veces por encima de su precio. Esta fórmula, si bien en cualquier otro sector no tendría por qué ser criticable, en energía si, por tratarse de un servicio público y una necesidad para el desarrollo de la vida humana. Por tanto, una de las propuestas sería que se pusiera un máximo a este coste de oportunidad y evitar así la especulación con este mecanismo.

Mientras “el milagro” llega, revisa tu potencia y no contrates más que lo que necesitas, comprueba si la tarifa que pagas es adecuada a tu consumo, adopta medidas de ahorro y eficiencia (tu bolsillo y el planeta lo agradecerán) y si puedes, autoconsume

Los impuestos suponen una cuarta parte de lo que pagamos en nuestros recibos. Desde septiembre de 2012 estamos pagando el IVA de lujo, 21%, sobre un bien esencial y necesario para el desarrollo de nuestra salud y economía. Solo en tarifas domésticas (hasta 15 kW de potencia contratada) hay 29 millones de puntos de suministro (29 millones de facturas al mes con “su 21% de IVA”), de modo que a poco que hagamos un cálculo, es difícil que cualquier gobierno se preste a renunciar a estos ingresos. Pero hay que hacerlo, y yo propongo varias opciones, desde reducir el IVA a la cantidad de energía mínima necesaria, de modo que se penaliza a los derrochadores y se incentiva el ahorro y la eficiencia energética (y de paso se deja de penalizar la pobreza energética, porque tiene poco sentido hacer un descuento por bono social de un 25% o un 40% para después aplicar un IVA del 21%), hasta utilizar los niveles de renta de cada usuario de energía para grabarle o bien con un IVA de lujo o con un IVA reducido.

Si el Ministerio no se anima antes, (estoy segura de que lo hará), lo que sí sabemos es que a final de año tienen que presentar la Ley de Cambio Climático y Transición Energética en la Unión Europea, así que algo cambiarán, ¿no? Si las medidas servirán para bajar el importe de nuestros recibos, el tiempo lo dirá, pero mientras “el milagro” llega, revisa tu potencia y no contrates más que lo que necesitas, comprueba si la tarifa que pagas es adecuada a tu consumo, adopta medidas de ahorro y eficiencia (tu bolsillo y el planeta lo agradecerán) y si puedes, autoconsume. La mejor energía es la que no se consume y si la que consumes es autoproducida, mucho mejor.

Cambio climático, desigualdad y medidas insuficientes

Por Marta Victoria – Observatorio Crítico de la Energía marta victoria

No todas las personas somos responsables en la misma medida de provocar el Cambio Climático. Nuestro impacto es, en realidad, tremendamente desigual, como muestra la siguiente estadística elaborada por Oxfam: el 10% de la población mundial más rica genera casi la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, el 50% más pobre solo genera el 10% de las emisiones globales.

Los países industrializados han basado su desarrollo fundamentalmente en el uso de combustibles fósiles alcanzando en la actualidad tasas de emisión de CO2 per cápita que pueden ser hasta 100 veces más altas que las correspondientes en los países en vías de desarrollo. Por ello, en los acuerdos internacionales sobre el clima suele utilizarse el principio de responsabilidades compartidas pero diferenciadas: compartidas porque todos habitamos un mismo planeta, que es finito y, por tanto, tiene límites físicos, pero diferenciadas porque no todos hemos contribuido del mismo modo hasta aproximarnos peligrosamente a uno de esos límites, el máximo CO2 de origen antropogénico que la Tierra puede absorber sin alterar su equilibrio climático.

La desigualdad extrema de las emisiones de carbono. Nota informativa Oxfam, 2015

El impacto que el Cambio Climático tiene en nuestras vidas tampoco es independiente de dónde nos encontremos. Los países más pobres son mucho más vulnerables. Es fácil prever que un aumento de la intensidad y frecuencia de fenómenos extremos, como sequías o inundaciones, tendrá consecuencias mucho más graves en aquellos países que tengan en la agricultura de subsistencia uno de sus pilares productivos. Entre los colectivos particularmente vulnerables destacan las mujeres.

En primer lugar, por la sencilla razón de que existen más mujeres pobres que hombres y, por tanto, más mujeres especialmente vulnerables a los efectos del Cambio Climático. En segundo lugar, son las mujeres las encargadas del abastecimiento doméstico de agua y recursos energéticos. Que aumente la dificultad de acceder al agua o recoger madera implica directamente que mujeres y niños andarán más horas y recorrerán mayores distancias para transportarlas, reduciendo así el tiempo disponible para estudiar, trabajar o descansar.

Las desigualdades relacionadas con la responsabilidad y la vulnerabilidad ante los impactos del cambio climático no se limitan a una burda separación entre países pobres y ricos. Sabemos que el mundo actual es más complejo e interconectado y que estas desigualdades están también presentes en nuestro país viéndose influenciadas tanto por los ingresos como por el estilo de vida de cada persona. Así, las familias que viven en pobreza energética son especialmente vulnerables a una ola de frío y aquellas que dependen de la agricultura se verán más afectadas por la desertificación de zonas fértiles como consecuencia del Cambio Climático. Al mismo tiempo, no contribuye del mismo modo a acelerar este fenómeno quien se desplaza en transporte público que quien pasea un vehículo 4×4 por el centro de las ciudades.

Una vez que aceptamos que la responsabilidad es compartida y que la necesidad de frenar el cambio climático es urgente, la pregunta pertinente es por qué no somos capaces de llegar a acuerdos efectivos, tanto a nivel internacional en lo que se refiere a compromisos vinculantes de reducción de emisiones, como dentro de nuestro país para, por ejemplo, aprobar una Ley de Cambio Climático y Transición Energética lo suficientemente ambiciosa.

Es muy probable que en la raíz de la respuesta a esta pregunta se encuentre la desigualdad en causalidad y vulnerabilidad frente al Cambio Climático. La mayoría de disputas relacionadas con el Medio Ambiente a lo largo y ancho del mundo pueden entenderse como un conflicto ecológico distributivo donde una minoría obtiene beneficios al apropiarse de unos recursos comunes, por ejemplo, los ingresos derivados de una explotación petrolífera, y una mayoría recibe los pasivos ambientales generados en ese proceso, que pueden incluir, entre otros, la destrucción del territorio o la contaminación de aguas cercanas.

El próximo sábado 8 de septiembre hay convocada una jornada mundial para reclamar medidas urgentes de lucha contra el Cambio Climático

El Cambio Climático es un conflicto distributivo a escala planetaria. No tomar medidas para su mitigación implica que una minoría se beneficia, es fácil pensar qué empresas disfrutan de estas ganancias en nuestro país, mientras que la mayoría nos quedamos con los impactos negativos del mismo. También empieza a ser muy fácil identificar estos impactos muy cerca de nosotros.

Los conflictos distributivos requieren soluciones políticas y limitarnos a utilizar mejoras tecnológicas o actuar individualmente resulta insuficiente. Las mejoras tecnológicas son una herramienta para mitigar el Cambio Climático. Necesitamos avanzar en tecnologías que permitan generar energía, transportarnos y calentarnos de manera eficiente y con muy bajas emisiones de CO2 asociadas, pero no vamos a encontrar una fuente de energía ilimitada y gratuita, de la misma forma que ninguna de las estrambóticas soluciones de geoingeniería nos ahorrará pensar en este problema. Es imprescindible también cambiar nuestro estilo de vida y tomar decisiones personales que ayuden a frenar el Cambio Climático como contratar electricidad de origen renovable, utilizar menos el coche y el avión o consumir menos carne.

Pero todo lo anterior no invalida el hecho de que evitar un Cambio Climático de consecuencias catastróficas requiere una solución política. Para poder encontrar soluciones más justas y equitativas, necesitamos modificar los equilibrios actuales en todas aquellas disputas relacionadas con este fenómeno (entre estas disputas se incluye el cierre de las centrales de carbón, el «impuesto al sol» y el desarrollo de fuentes renovables pero también qué modelo de ciudad queremos o qué medidas son necesarias desincentivar el uso del coche).

Para que estas propuestas cristalicen en medidas concretas es imprescindible que el Cambio Climático gane importancia en la agenda política y que la ciudadanía mande un mensaje nítido

El escenario actual nos permite ser ligeramente más optimistas que hace unos meses. Por un lado, y por primera vez en la historia, nuestro país tiene una Ministra de Transición Ecológica. Por otro, el grupo parlamentario de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea ha registrado recientemente una Proposición de Ley sobre Cambio Climático y Transición Energética que, en caso de ser aprobada, se convertiría en uno de los textos más ambiciosos a nivel internacional. Para que estas propuestas cristalicen en medidas concretas es imprescindible que el este problema gane importancia en la agenda política y que la ciudadanía mande un mensaje nítido: no estamos dispuestos a retrasar la Transición Energética para que una pequeña minoría pueda seguir disfrutando de beneficios injustos.

Una de las formas más efectivas para desplazar los equilibrios mencionados es empezar a hablar mucho más sobre Cambio Climático. Es importante transmitir a las personas que nos rodean nuestra preocupación y nuestro convencimiento de que existe una forma alternativa de generar y utilizar la energía, más respetuosa con el planeta y con el resto de personas que habitan en él.

El próximo sábado 8 de septiembre hay convocada una jornada mundial para reclamar medidas urgentes de lucha contra el Cambio Climático, una transición ecológica rápida y justa a un escenario con energía 100% renovable y el fin inmediato de las nuevas inversiones en proyectos fósiles. La cita en Madrid es en la plaza del museo Reina Sofía a las 19:00. Seguro que será una buena oportunidad para empezar a construir juntos esta alternativa.

Movilización #EnPiePorElClima. Sábado 8 de septiembre, 19:00 Plaza del museo Reina Sofía.

Berlín, motor de cambio de modelo energético

Por Jordi Ortega – Experto en Energía jordi ortega

Quien lee este blog conocerá los puntos centrales del Manifiesto “Las ciudades se renuevan con energía”, impulsado por la Fundación Renovables. Recoge las conclusiones del curso de verano “La ciudad como motor del cambio de modelo energético” celebrado en la sede tecnológica de la Universidad Internacional de Andalucía en Málaga el pasado mes de julio.

Berlín, rebeldes energéticos locales

Alemania tiene una tradición de rebeldes energéticos locales. Por un lado, Aquisgrán creó una tasa por kWh para retribuir el vertido de renovable con 50 Marcos al final de los 80; un modelo seguido por tres Länders y, luego, plasmado en la Ley de Energía Renovables (EEG, siglas en alemán) del 2000. Por otro lado, Berlín celebró en diciembre de 2013 un referéndum para municipalizar electricidad y gas. Se sumaba a cientos de ciudades con una titularidad pública de las redes locales. Su modelo no es el de Múnich, cuya red fue expropiada en 2006 por Christian Ude para lograr el 100%de renovables, ni el de Aquisgrán… sino el de Sacramento (California). La junta de SMUD (siglas en inglés de la empresa pública local) es elegida por los ciudadanos en distritos. Impulsa con UBER coches eléctricos compartidos. Berlín quería una junta abierta a los ciudadanos, elegida por éstos, con agendas transparentes y asequibles.

El referéndum de Berlín tuvo un abrumador apoyo del 83% (más que la suma de CDU y SPD) a la propuesta de recuperar titularidad pública. Pero representaba sólo el 24,2% de la población, requería un quorum del 25%. A pesar de ello, en 2014 el Senado de Berlín creó una comisión y en 2015 un gobierno de CDU-SPD llevó a cabo la compra de las redes eléctricas y de gas. Berlín Stadtwerke compite con BürgeEnergie, incluso con EWS de Schönau, etc.

Las cosas no son fáciles. Por un lado, Daniel Buchholz, miembro del consejo asesor Berlin Stadtwerke y senador del SPD, está «muy irritado», apoya a la comercializadora EWS como proveedor local verde. Mientras, el ministro de Energía, Peter Altmaier (CDU) quiere una Energiewende más lenta.

Enmienda a la ley de renovable y nuevo modelo para autoconsumo

El objetivo de Berlin Stadwerke es lograr que el 85% de tejados estén dotados de fotovoltaica. La base de la política de Berlín reside en la enmienda de la ley de renovables de 25 de julio de 2017. Alemania cambió de “precios regulados” a “precios competitivos” a través de licitaciones. En 2017 la eólica bajo un 43% respecto al año anterior (de 2,88 GW a 1,63 GW, miles de empleos se están perdiendo). La energía solar de 7,6 GW en 2012, a 1,9 GW 2014, 1,52 GW en 2025 y 0,48 GW en 2017: en tres años cae un 80%. El objetivo era una expansión de 2,8 GW anual. No es que la renovable no logre reducir el carbón, el carbón pone el freno a la renovable.

La enmienda permite que Berlín Stadtwerke instale fotovoltaica en un edificio residencial; los inquilinos tienen un contrato pero aquella energía generada en el propio edificio con fotovoltaica no tiene no tiene costes de transmisión, peajes, impuestos, etc. La energía que sobra Berlin Stadtwerke la destina a cargar coches eléctricos o la vierte a la red. Cuando no hay sol se obtiene de ésta, con un certificado de origen 100% renovable; no paga el recargo para promoción de renovables (6 céntimos €/kWh).

Es una fórmula de “arrendamiento financiero” (leasing) al autoconsumo pagado con la energía que consumes. Berlín modificó algunas ordenanzas municipales para facilitar tramitaciones. Se pueden beneficiar del cambio Berlin Stadwerke, también iniciativas ciudadanas, cooperativas de energía, asociación de inquilinos, etc. Imagina que la empresa local con la energía que sobra, en lugar de verterla a la red, la almacena en baterías; podría alquilarte, como inquilino, el uso de la batería de tu coche eléctrico y, cuando lo uses, alquilar la plaza de parking y la batería a un coche eléctrico que quiera aparcar. Es lo que hace Sacramento con UBER. Se logran nuevo beneficiarios. Permite mejorar la productividad de la fotovoltaica sin el rodeo anti-producción y antieconómico de las redes centralizadas. Permite ofrecer a Berlin Stadtwerke tarifas más económicas que adquirir la energía en centrales de carbón de la sueca Vattenfall.

Un argumento para municipalizar la red es que Berlín no llegaba al 1% de energía renovable, cuando el pasado mes de julio la solar superó a la nuclear con un 13%, 30 GW en hora punta, lo que representa el 50% de la demanda.

Quien se opone a la transición energética: una parodia de mercado

La Transición Energética que permitió abaratar el coste de las renovables empezó en las ciudades. Alemania se inspiró en el programa de 100.000 techos solares de Japón en 1999. En tres años logró 400 MW. Algunos gobiernos regionales ponen en marcha programas actualizados, como Baviera (incluye bomba de calor, baterías, etc., que optimizan la fotovoltaica). En el 2004 se crea, en la Conferencia de Bonn, la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA por sus siglas en inglés). Es  la entrada de comercio de carbono la que marca el inicio de la campaña contra la ley de renovable. Con la política europea climática y con un precio para el CO2 el mercado se ve entorpecido por dicha ley.

La FAES lo exponía de forma cruda: “lucha titánica entre políticas y mercado”. Se cayó en la fobia a los precios regulados. Se acusó que favorecían políticamente a determinadas tecnologías inmaduras. La ley calificada fue de “monstruo burocrático”. Craig Morris respondía: 50 países del mundo copian dicho “monstruo» que consiste en una página pdf que permite ir al banco y obtener de forma sencilla financiación: retribución previsible y transparente. En Estados Unidos, en cambio, a una consultora le puede llevar 6 meses calcular la retribución, luego el banco exige una prima de riesgo… El coste se multiplica por cuatro respecto Alemania. El precio que marca una “subasta competitiva”, aunque sea ineficiente, expulse ciudadanos del concurso, fije límites a las renovables, etc., se deja de considerar “subvención”. Son “precios competitivos”. Convierte la economía de mercado en una caricatura de sí misma.

La propia FAES ha calificado como de enorme complejidad la subasta ¿Cuál es el argumento que justifica la subasta del 17 de mayo de 2017 en España? Que las mega adjudicaciones “minimizan el sobrecoste unitario marginal” ¿Y el modelo de generación distribuida? Las subastas acaban creando productos financieros especulativos que suspenden la libre entrada y competencia.

El futuro se dice de muchas maneras

Un artículo publicado por Jesús Mota en El País a finales del pasado mes de julio consideraba que el Ministerio de Transición Ecológica cae en un “exceso de entusiasmo” hasta convertir en inverosímil la exaltación del objetivo de renovables de la UE en 2030 del 32% ¡Es inferior al objetivo de California en 2020! Pasar del 27% anterior al 32% supone pasar del 64% al 76% de producción eléctrica renovable. El Informe del Comité de Expertos sobre la Transición Energética proponía para 2030 47 GW solares; pero el despegue del coche eléctrico no llegaría antes de 2030. Ello manteniendo el actual mix nuclear y una parte de carbón que aporta potencia flexible. Alemania, que  tiene nuclear y un 50% de pico solar lo soluciona exportando 15 GW. Pasó de exportar al año 6TW a exportar 60 TWh. Multiplicar la solar por 3 (del 13% al 40%), en Alemania, le llevaría a tener picos del 150%. Toda la “potencia base” sobra del sistema. Requiere vehículos eléctricos, bombas de calor, etc., con demanda flexible y potencia flexible como la que da la batería, la biomasa, la hidráulica, los sistemas de interruptibilidad, etc.

El artículo de El País no hay otra cosmovisión que el actual modelo energético. Con esta lógica, ese 73% de renovable, dado que en algunas jornadas no habrá sol, supone que unos días deberá de lograrse el 150% ¿Entonces el pico estaría en el 450%? Al autor no se le ocurre nada más que la pregunta retórica de: “Confía el Gobierno de España en intercambio, para colocar ese monumental superávit?” ¿Qué va hacer Francia, lo mismo que hace ahora Alemania, exportar cuando le sobra y tomar cuando le falta? No es irracional el objetivo europeo de renovables sino contemplar dicho objetivos con las gafas del viejo modelo fósil.

Un papel de equilibrio la tienen las ciudades. Y, en concreto, los edificios. Las Stadtwerke apuestan por aprovechar la multifuncionalidad de las energías renovables integradas en edificios. Pero, también, la “Municipal Utility” en Estados Unidos. Hay vida más allá de Trump, incluso está empujando a un cambio de la “conciencia pública” y “abriendo las mentes”. Solo faltaba que El País acusara a las renovables del fracaso de los “mercados de carbono” y de los «mercados marginalistas eléctricos”. En un artículo anterior acusaba a los que optan por el autoconsumo de “gorrones”, “polizones”, “free riders”

Errores metodológicos identificados por Claudia Kemfert

Un estudio de Hans-Warner Sinn advertía, en el 2016, con argumentos menos toscos que el artículo de El País, que la transición energética tiene un obstáculo: la capacidad de almacenamiento. No se refería a tener picos del 450% sobre la demanda y abastecer, con exportaciones, a media Europa. Es interesante la respuesta de Claudia Kemfert. Muestra las debilidades metodológicas de Hans-Werner Sinn; se puede alcanzar el 100% de renovables sin sobredimensionar, tanto la energía renovable como el almacenamiento. Existen renovables como la biomasa, la hidráulica, solar termoeléctrica, etc. que permiten cubrir huecos que no cubre solar y eólica. Tenemos, como señalamos, el coche eléctrico, las bombas de calor, etc., con demanda gestionable.

¿Qué ocurre? Existe una desigualdad en las cargas probatorias entre el viejo y el nuevo modelo; a las energías renovables se les obligan a demostrar, bajo parámetros del modelo fósil, algo que jamás pueden demostrar; mientras las energías fósiles tienen la carga de la prueba a su favor haciendo lo que les da la gana ¿Puede un sistema fósil, de una complejidad hasta el infinito, dar estabilidad a un sistema renovable, para el que no está creado? Se aferran a las viejas metodologías y cosmovisión para impedir la transición ecológica.

En una entrevista, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, señalaba que Holanda ha anunciado que para 2030 eliminará el gas de la edificación. Algo que aquí no se ha osado ni en pensar. En línea con la reflexión de Claudia Kemfert: bombas de calor, etc., permiten, no solo electrificar la calefacción, sino también obtener esa tecnología flexible. Suponen eliminar los picos de generación (excedentes) y rellena los huecos (déficit). No será fácil la transición ecológica cuando el glifosato se defiende calificando la sentencia contraria de decisión arbitraria no basada en la ciencia o se ataca la agroecología como alejada de la evidencia científica, etc. Solo falta que se contraponga a la “ecología científica” de Patrick Moore que no renuncia ni a la física nuclear o negaba que el glifosato fuera cancerígeno diciendo que se podía beber, pero rehusó hacerlo. Nicolas Hulot ve como la alternativa a la agricultura intensiva la agroecología que impulsa su amigo Pierre Rabhi. Este verano era calificada de “l’idéologie aveugle à tout raisonnement scientifique”. Una escuela de la calumnia, en la que participó Le Monde Diplomatique, contra la transición ecológica. Ha dimitido Hulot.

El racionalismo reformista heredado del siglo XVIII y sus errores

Los escenarios para una transición ecológica ordenada se hacen, más que para acelerarla, conscientes de que la industria fósil necesita tiempo para adaptarse. Aprovecha el tiempo para poner barricadas a cambio. Cuándo proponen el cierre del carbón, por ejemplo, en 2040; es alargar vida al carbón y frenar las renovables. Aparece, tras las guerras de religiones en Europa, el imperativo de reformas. Nunca las reformas requirieron de reformistas. Cuando Alemania empieza a prefigurar, planificar, controlar, planificar la transición energética vemos como es frenada. Ningún cambio energético ha surgido de acuerdos internacionales y del consenso. Los cambios tecnológicos ni surgen desde la política, ni desde la economía sino desde la educación, la cultura, o, si se quiere, desde la polis, como cuna de la democracia impulsada por motivaciones ciudadanas.

Hermann Scheer recuerda que ninguna revolución energética fue planificada, al revés, surgieron de forma espontánea en forma de millones de iniciativas impulsadas desde debajo. Coincide con Ortega y Gasset, en otros términos, al describir como el “racionalismo reformista” en el siglo XVIII agudizó la polaridad de creencias y ciencia. Lo que permitió el avance de la medicina no fue la biología sino que los médicos adelantasen hipótesis e investigar tratamientos naciendo la fisiología. Renace, como diría Walter Benjamín, la antigua moral protestante del trabajo secularizada, haciendo pensar que nadamos a favor de la historia, esas fantasías ridiculizadas por Fourier. No son los supermercados llenos de hipótesis apocalípticas los que impulsan la transición energética sino ideas sencillas, como expuso Jürgen Schmidt del Fraunhofer Institut, a saber, retribuir a un “precio regulado” la electricidad acumulada en baterías que incentive el autoconsumo y el ahorro.

Hoy pensamos más en cómo las tecnologías disruptivas se adecuan a la norma que en cómo las normas se adecuan a las nuevas tecnologías. Por ejemplo, la cámara digital ha reeinventado el negocio de la fotografía, que se basaba en el revelado y el carrete han sucumbido. Nokia se aferró a la telefonía móvil, no vio el cambio a la Smartphone y desapareció. En cambio, el carbón resiste como puede a la fotovoltaica. La Energiewende (transición energética) no tiene nada de cartesianismo; quizás tengan razón quien considera que Alemania se hunde en las raíces de irracionalismo romántico y el temor, pero un temor, como señala Ulrich Beck, astuto, capaz de descubrir en él las oportunidades en lugar de quedar presos en la cosmovisión lavaría del gusano que temer perder el capullo.

El futuro solar de las ciudades

Acierta la Fundación Renovables al situar a las ciudades como sujetos del cambio. En las ciudades nació la política y la democracia, antes de depender de monarquías e imperios. Las ciudades son el terreno de la libertad, creatividad del espíritu. Ecologistas conscientes caen en el error de derivar del inminente colapso climático un plan de acción; ante su ausencia quieren imponer reformas ordenadas, controladas, etc., de forma autoritaria. Carecen de sentido de la realidad.

Quien pide una transición energética ordenada busca pisar el freno. Las transición surge de esas miles de iniciativas desde abajo, solo requiere libertad. Algo propio de las ciudades. Hay preguntas retorcidas, como la que hace Jesús Mota en el artículo citado más arriba: “cómo sería el recibo de la luz con un 76% de renovable en el mercado eléctrico actual manejados a su antojo por las eléctricas”. Unas eléctricas sin el 95% de generación convencional ni tendrían ningún papel en el mercado, ni manejan el precio a su antojo. La esperanza reside en el despertar de las ciudades y los ciudadanos.