Juan Castro – Gil – Secretario y abogado de ANPIER
“Papi, ¿qué tengo que pensar?” Lo pregunta Teresa, es mi hija y tiene tres años. Ayer por la noche, tras la cotidiana lectura del cuento nocturno, sobrevino una confesión: había cometido una travesura con las pinturas y cremas de mamá. Como infernal castigo, estuvo sentada cinco larguísimos minutos en la “baldosa de pensar en lo que has hecho”, donde mis hijos evalúan el bien y el mal del universo profundo que se vislumbra tras una trastada. Hasta aquí todo normal. La cosa se torció cuando tras un meditado silencio sobre el porqué de la baldosa me dijo: “Papi, ¿qué tengo que pensar?” Pocas preguntas más complicadas me han hecho en mi vida.

‘El pensador’ de Auguste Rodin (Máximo López)
Son tiempos en los que vemos como las personas, sin cuestionarse realmente la evidencia de las cosas, acuden primero a las fuentes de su trinchera de confort para ver qué dicen los mismos que -se supone- piensan como ellos. Así, un buen día, comprobamos que como el primo de Rajoy entendía que el cambio climático era una majadería, los esfuerzos de miles de científicos al amparo de la ONU, de nada servían si eras español y tu adscripción política era pseudoliberal. Durante una temporada en la que docenas de políticos eran fichados por grandes compañías eléctricas, por arte de birlibirloque, empezamos a escuchar que todos los pequeños inversores en energía solar eran unos advenedizos chupatintas. Y últimamente, si le preguntas a muchos su opinión sobre la posibilidad de producir energía en el tejado de casa para encender tu nevera, miran al gurú de turno y acaban diciendo que eres un terrible depredador de la sociedad.
Da igual que la afirmación no se sostenga, que sea un sinsentido, que huela a podrido. La triste realidad es que la gente no se siente cómoda si sus palabras no se aclimatan al mensaje que emiten sus referentes políticos. Es la ideología de trinchera, que está convirtiendo simples agujeros partidistas en tumbas del sentido común.
Yo no puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiar mi mundo. Yo no puedo conseguir que la gente deje de aborregarse ante discursos vacíos y soflamas que persiguen intereses concretos y muchas veces siniestros, pero puedo intentar conseguir que mis hijos, cuando tengan que decidir sobre lo correcto o lo incorrecto, busquen primero la respuesta en su conciencia, que seguro les traerá más alegrías que el seguidismo a los líderes de medio pelo que les toque sobrevivir.
Finalmente Teresa, al ver que su mamá se puso triste por el resultado de su gamberrada, pensó que aquello que había hecho estaba mal. Ojalá cunda el ejemplo.
No puedo estar más de acuerdo.
Triste y aterrador si lo piensas friamente.
El señor de las moscas
29 marzo 2016 | 13:13
Pensar; el proceso no es en sí el provocador de angustia existencial o de videncia de injusticia globalizada. Es el fruto del pensamiento, la apertura de esa barrera que parece permanecer cerrada por temor a descubrir la verdad y vernos desnudos de nuestras supuestamente proteccionistas, totémicas verdades heredadas, la que provoca el alejamiento del pensamiento común. ¿Cómo es posible que hay atanta gente que piense lo mismo o crea lo mismo sin saber a ciencia cierta en lo qeu est´acreyendo? ¿Cömo es posible que nos tengamos por especie superior, racional, cuando vemos el resultado de tales virtudes enlodadas en un mundo tan sectario, injusto, políticamente perverso? ¿Cómo se puede caminar por un camino de supuesta luz a base de la mentira y la imposiciónpor miedo de lo qeu jamá ses argumentado racionalmente? ¿Qué buscamos como especie, cuáles nuestros sueños, qué tipo de educación, de cultura soñamos para un futuro mejor si ni siquiera somos capaces de despojarnos de harapos de tiepos horrorosos del pasado?
¿De qué vale estudiar la Historia si se censura la propia Historia o se pretende mantenerla siempre viva? ¿Qué sentido tiene mantener idearios y modos de relacionarse con el medio manteniendo ignorancias terribles que formaron parte de un sinsentido global pasado, bruto y necio? Si hay humanos que avanzan, ¿por qué otros se niegan a hacerlo, por qué se les ponen muros del pasado, por qué cadenas al pensamiento?
Pensar es un verbo que se conjuga, si se conjuga con espíritu crítico y en ocasiones pare sufrimiento.
¿Por que´cuesta tanot cambiar a mejor el mundo, cuando se sabe de sobra el daño que provoca? ¿Cuándo se sentarán a pensar quienes gobiernan este mundo en esa baldosa imaginaria y aprendan a ver llorar de un modo u otro a quienes piensan distinto y con más luz que ellos en su Ley y fuerza bruta?
29 marzo 2016 | 16:30
José Javier Brey Abalo es un científico de prestigio. Catedrático e investigador de la Universidad de Sevilla en el Área de la Física Teórica, especializado en Mecánica Estadística, con 154 publicaciones en su haber, 1.870 citas y un índice «H» de 23, que no es poco.
Esto del índice «H» puede sonar a película de espionaje, pero es el baremo que se usa para conocer la calidad de un investigador. Fue ideado por Jorge Hirsch, de ahí la H, de la Universidad de California, y se basa en la cantidad de citas que recibe un artículo científico en el mundo. Un 23 es una cifra alta para la media española -Bernat Soria, por ejemplo, llega a 28- y normal para la media estadounidense o británica.
https://investigacion.us.es/sisius/sis_showpub.php?idpers=887
No crees que con la estupidez que has escrito, lo que queda muy claro es tu sectarismo ideologico?
Antes de escribir algo de ciencia o tecnologia, primero deberias entender si estas autorizado a hacerlo, y lo segundo, no criticar a alguien que tiene mas derecho que tu a abrir la boca.
29 marzo 2016 | 20:35
WTF seria tan amable de.ponerme donde el.sr. Brey ha.escrito.sobre el.cambio climatico.. es que no.lo.veo .. gracias
30 marzo 2016 | 15:27