Trotsky y Stalin son, junto a Lenin, las principales caras que surgieron de la Revolución Rusa de 1917. El cine nos ha acercado a los momentos finales de sus vidas, que fueron tan diferentes como sus trayectorias. Una narrada desde el drama de un asesinato y la otra bajo el prisma de la comedia.
Nos referimos a dos películas bien distintas, tanto en el fondo como en la forma, pero con un mismo final, la muerte de dos de los revolucionarios rusos que lideraron la Revolución Bolchevique contra la Rusia zarista. El asesinato de Trotsky (Joseph Losey, 1972) y La muerte de Stalin (Armando Iannucci, 2017) narran el final de ambos personajes.
La película sobre el final de Trotsky, interpretado por Richard Burton, narra el exilio del revolucionario que llegó a México en 1940 tras ser desplazado por Stalin pese a ser el heredero natural de Lenin.
En el país centroamericano se viven las tensiones entre trotskistas y estalinistas, dos versiones del comunismo que imperaban en aquellos tiempos. Un agente de Stalin es enviado para matarle. Se trata de Frank Jackson, cuyo nombre real era Ramón Mercader, un comunista español que interpreta Alain Delon y que recibió todos los honores de la Unión Soviética tras el magnicidio.
La actriz Romy Schneider (la eterna Sissi) interpreta a Gita Samuels, amiga de Jackson y la que lo introduce en la casa de Trotsky.
La muerte de Stalin es una satírica comedia británica que transforma el final del dictador en una situación cómica y totalmente desconocida para todos. Tras muchos años obedeciéndole en todo hasta sus últimas consecuencias, de la noche a la mañana se encuentran sin saber qué hacer.
Tras aparecer muerto en su despacho en 1953, llega el momento de ajustar cuentas. La camarilla que rodeaba al dictador, un grupo de supervivientes de las purgas, comienza el asalto al poder.
El actor británico Adrian McLoughlin interpreta a Iósif Stalin, al que no le tiembla el pulso para acabar con cualquiera incluidos los miembros de su grupo más cercano.
Beria (Simon Russell), Malenkov (Jeffrey Tambor) y Khrushchev (Steve Buscemi) son los que toman la iniciativa y los que gobernarán el país hasta 1955 cuando se impone la opción de Nikita Khrushchev.
Escenas surrealistas entono al funeral del dictador, con sus hijos que no asumen la nueva situación o el mariscal Zhukov (Jason Isaacs), siempre en tono muy teatral.
La película recibió el Premio del Cine Europeo a la mejor comedia y recibió varias nominaciones de Critics Choice Awards, National Board of Review, Satellite Awards y Premios BAFTA.
Stalin vs. Trotsky
Las trayectorias de León Trotsky y Iósif Stalin fueron muy diferentes en cuanto a su formación intelectual y su protagonismo en la revolución.
Trotsky era culto, gran aficionado a la lectura y que nos ha dejado numeros textos escritos, entre ellos la biografía de Lenin o la Historia de la Revolución Rusa.
Por el contrario Stalin apenas tenía formación, no hablaba idiomas ni destacaba como orador ni escritor. Sin embargo supo aprovechar su momento para escalar hasta la cima del partido, transformando la dictadura del partido en la de su persona.
Trotsky había conocido a Lenin en 1902, pero tenía notables diferencias en cuanto a la forma de proceder del Partido Obrero Social Revolucionario. Partidario de un partido abierto a la gente que chocaba con la visión cerrada de Lenin, favorable a un órgano de decisión reducido.
Al final el partido se dividió en mencheviques y bolcheviques. Sólo en 1917, Trotsky se unió al parido de Lenin. Dirigió el Soviet de Petrogrado, el primero y el más importante. Al igual que otros revolucionarios, pasó largas temporadas detenido o en el exilio.
Tras la llegada al poder de los bolcheviques se le encargó dar forma al nuevo Ejército Rojo, que logró rechazar al Ejército Blanco que trataba de restaurar el zarismo en una cruenta guerra civil.
Stalin había participado en revueltas obreras en los primeros años del siglo XX que habitualmente pasó en la clandestinidad ya que pronto fue fichado por la Ojrana, la policía zarista. Sin embargo en los momentos clave de la revolución no fue un personaje principal, como sí lo fueron Lenin o Trotsky, más allá de dirigir el Pravda en 1917.
El momento crucial para la fatal relación entre ambos fue sobre todo tras la muerte de Lenin. Enfermo y en silla de ruedas tras sufrir un atentado, antes de morir había plasmado por escrito sus últimas voluntades en el polémico Testamento de Lenin. En él dejaba claro que Stalin no tenía la capacidad ni la templanza para liderar la nueva Rusia. Debía ser Trotsky el que se pusiera al frente del partido.
Sin embargo Stalin supo atraerse a muchos partidarios, como Zinóviev o Kámenev. En 1927 logró vencer en la votación en el congreso del partido. Era secretario del Partido Comunista desde 1922 e hizo de este cargo su dictadura personal.
Trotsky totalmente desplazad, y lamentando no cumplir la última voluntad de Lenin, solo le quedó el exilio.
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