Vamos a comenzar una nueva sección que nos llevará a los personajes del reino de Castilla en la segunda mitad del del siglo XV. Para ello nos vamos a guiar a través de la magnífica serie de Isabel (2012-2014). Conoceremos a las personalidades que al lado de la reina (o contra ella) fueron dando forma a la Monarquía Católica que guiaría los designios de gran parte del mundo durante varios siglos.
Enrique IV de Castilla
Comenzamos la sección con el protagonista inicial de la serie, Enrique IV, hermanastro de Isabel por parte de padre, el rey Juan II. El personaje es interpretado por el actor barcelonés Pablo Derqui.
Enrique de IV de Castilla fue un rey débil, al igual que lo había sido su padre Juan II. Por ello la nobleza castellana logró imponerse y controlar gran parte de la política durante el siglo XV, algo de lo que Isabel tomo buena nota y solucionó una vez alcanzado el trono.
Nunca tuvo gran interés en la política ni en el gobierno y apenas convocó las Cortes de Castilla. Incorporó a su consejo nuevos personalidades como Beltrán de la Cueva, en detrimento de los grandes de la aristocracia castellana, como los hermanos Juan Pacheco (marqués de Villena) y Pedro Girón, que terminaron formando una liga de nobles contra el monarca. Realizó campañas militares contra Granada sin ningún éxito pese a contar con la bula de cruzada y dinero de las Cortes.
Enrique había alcanzado el trono en 1454 y un año más tarde se casó con Juana de Portugal, hija del rey Eduardo I de Portugal. No fue su primer matrimonio ya que antes lo estuvo con Blanca II de Navarra, que fue anulado por la no consumación de la unión. Los más curioso de esto es que estuvieron 13 años casados… ¿sin consumar? El monarca alegó una especie de hechizo ya que decía que era “potente con otras mujeres” y lo había intentado “con todo amor e voluntad”. Ha pasado a la historia como Enrique IV el Impotente.
De su relación con infanta portuguesa nació Juana en 1462, que fue nombrada princesa de Asturias y por tanto heredera al trono. Por la «fama» del rey, los nobles comenzaron a difamarla alegando que no era hija suya sino de su valido Beltrán de la Cueva. Es la razón por la que se la comenzó a llamar Juana la Beltraneja. Tampoco consideraban el matrimonio con Juana legal, pues la dispensa papal para la anulación del enlace anterior no llegó de Roma sino del arzobispo de Toledo. Por tanto al ser una hija ilegítima, no podía aspirar al trono de Castilla.
Los nobles vieron en su hermanastro Alfonso (hermano de Isabel) el legítimo heredero al trono y firmaron la Sentencia de Medina del Campo en 1465 que llevó a la famosa Farsa de Ávila el 6 de junio de ese año. El arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, se había unido a la rebelión junto al marqués de Villena, el conde de Plasencia, el maestre de Alcántara, el conde de Benavente o el conde de Paredes. Otros como los Mendoza se mantuvieron fieles a la corona. En Ávila se hizo una sátira del destronamiento del rey Enrique, usando un muñeco en su lugar. Se iniciaba la guerra civil en Castilla que duraría 3 años hasta el fatal final del infante, que algunos cronistas de la época hablaron de asesinato. Durante este periodo ambos bandos dilapidaron grandes cantidades de dinero para atraerse adeptos a su causa. Apenas hubo enfrentamientos militares a gran escala, solo a destacar la 2ª batalla de Olmedo (1467) sin un vencedor claro.
Pero tras la muerte de Alfonso, surgió la opción de Isabel como heredera legítima. La infanta nunca quiso enfrentarse a su hermano como habían hecho en tiempos de Alfonso, pero sí presionó para ser elegida como la siguiente en el trono cosa que consiguió tras los pactos de los Toros de Guisando (1468). Con la entrada en liza de Isabel, algunos nobles que habían apoyado a su hermano se pusieron del lado del rey, como Juan Pacheco. El marqués de Villena era el noble más poderoso del Castilla.
En los pactos Enrique pretendía casarla con algún monarca extranjero (se intentó con Alfonso V de Portugal y cuñado de Enrique) para así alejarla del trono de Castilla. Pero no contaron con la tenacidad de Isabel, que rechazó al portugués y se casó en secreto con Fernando de Aragón, en 1467. Tras conocer la noticia, Enrique entró en cólera y dio por rotos los pactos de Guisando. De nuevo su hija Juana era la heredera al trono. Durante los siguientes años la situación fue complicada para el rey, buscando un matrimonio a su hija que fortaleciera su posición (entre ellos el duque de Guyena, hermano del rey Francés o Alfonso V de Portugal, con el que más adelante se casaría). Su hermana Isabel vivía una complicada situación con pocos apoyos (se mantenían fieles el arzobispo Carrillo y su suegro Juan II de Aragón) y menos recursos. Pero en 1474 todo cambió ya que rey falleció. Tenía 49 años y había reinado entre 1454 y 1474. Así, tras una vida llena de avatares, fue enterrado en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe. El problema sucesorio continuó entre su hija Juana y su hermanastra Isabel, pero eso ya es otra historia.
Aquí dejamos este primer capítulo, espero que no os agobie tanto nombre y fecha (intento que no sean demasiados) pero son personajes clave en el devenir de un periodo tan convulso para Castilla: el final de la Edad Media y el comienzo de la modernidad.
Si te ha gustado el artículo, seguro que te interesan otros personajes de la serie:
- Juan Pacheco, marqués de Villena
- Diego Hurtado de Mendoza
- Juan II, rey de Aragón